¿TE GUSTA SOFÍ?

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SOFÍ

Aún seguía en shock al ver que Álex me besó. Su beso tan dulce, tan... No sé qué es, pero tiene algo que me hace querer más. Tras el beso, se anunció el verdadero comienzo de la fiesta. Ya decía yo que estaban bastante calmados para ser ellos. Subieron la música a un nivel excesivo y casi me pitaban los oídos. Yo me quedé en blanco, no sabía qué hacer ni decir. Vi que Álex estaba igual que yo. Supongo que el beso cambió un poco el ambiente. Pero de repente...

—Ey, princesa—me agarró del brazo—. Vamos a bailar.

—¿Bailar? ¿Qué?

Álex me arrastró hasta el centro de la gente y se puso a "bailar", si es que podía llamarse así a lo que estaba haciendo y me entró la risa.

—Álex, no sé bailar.

—Ni yo tampoco.

—No, ya veo.

—¡Ey!—me agarró del brazo y tiró de mí.

No pude evitar contagiarme de su buena energía. Este Álex quería ver, el alocado. La pasamos bastante bien y de pronto, llegó el rey de las interrupciones.

—¡Ey, chicos!—Dani nos abrazó—¿Beben?

—Vale—me encogí de hombros.

Por beber un poco no pasa nada.

—De una—dijo Álex y se fue con Dani a buscar el alcohol.

Me sorprendió este cambio tan brutal de Álex. Era como si tuviera doble personalidad, que por un lado tiene: el tímido, empollón, perfecto, que no ha roto un plato en su vida... Y luego tiene al otro, que es el divertido, el suelto, el alocado... Y no sé cuál de los dos me gusta más. Los chicos volvieron rápido con las copas y empezamos a beber. Yo sabía controlarme y solo tomé un par de copas, pero, aquí mi primo el gilipollas, no paraba de convencer o hacer que Álex siguiera bebiendo. Eso no me gustó para nada. No podía acabar bien. ¿Y saben qué? Pasó. Estos dos se pusieron como locos.

—Sofí...—Álex me agarró del brazo—. Me encuentro mal.

Normal después de todas las copas que bebiste.

—Cúrame—hizo pucheros como un crío.

¿Qué le cure? ¿Con qué?

—¡Ash! Mejor vámonos a casa.

—¡Io quieo ir con vozotroz!—dijo Dani, completamente ido. Pronunciaba peor de lo que ya hablaba.

No tuve más remedio, y no sé cómo me las apañé para traerlos hasta el apartamento. Iban tambaleándose, y yo tenía que sostenerlos. Imagínense a una enana de un metro cincuenta y ocho, intentando sujetar a la vez a dos tipos de un metro ochenta cada uno que se tambaleaban. Imposible, ¿verdad? Saqué del pantalón de Álex la llave del piso y ya se me cansó el brazo izquierdo, así que solté a Dani, el cual salió corriendo para el baño. Fue gracioso, porque caminaba como pateo mareado, y corriendo ni te cuento. Desde afuera se le escuchaba vomitar y a mí eso siempre me repugnó a un nivel superior. Si oía a alguien vomitar, automáticamente me iba lo más lejos posible de esa persona. Me daba un asco tremendo, aunque claro,¿A quién no le repugna un vómito?

Mientras que el merluzo de mi primo expulsaba el estómago por la boca, yo llevé, ahora mejor sujeto, a Álex hacia su cama. Le dejé caer con cuidado y lo tumbé.

Listo, misión cumplida. Una parte de mí quería irse porque realmente me parecieron idiotas bebiendo de tal manera, pero por otro lado, vi la cara de Álex y quise quedarme con él...

Fake loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora