「 𝐃𝐢𝐜𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝟐𝟎𝟏𝟎 」

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LEAH


En cuanto a la infancia de Leah, todo iba de maravilla hasta que murió su madre. Desde entonces la bestia -su padre- de volvió un ser maligno, una criatura agresiva cada vez que bebía alcohol. Siempre la culpo a ella y a su hermana menor, por lo que cada vez que recordaba que su amada no estaba, iba al bar que estaba a la vuelta de la esquina y volvía hecho un monstruo.

Pero los golpes siempre llegaban a Leah, ya que está se interponía entre, lo que creía era su padre y su hermanita.

Sin embargo, no todo era malo, adoraba las clases de literatura, aún más porque veía una figura paterna dulce y atenta en su profesor y un gran amigo en Oliver, su primer amor.

Ambos escribían historias ficticias o sobre lo que pasaba en su día a día. Lo de Leah era una mezcla entre realidad y ficción, pues pintaba su vida de rosa cuando claramente no lo era. Hasta que un día decidió ser sincera y escribió un relato en qué su padre llegaba borracho a casa después de una fiesta y el cómo la agredía al llegar a casa.

Está se lo mostró a Oliver quien no fue capaz de leerlo completo, quizá eso lo asustaría, pero aún así la acompaño a un parque y se quedaron conversando sobre el resto de asignaturas de la escuela. A Leah se le daba bien la Literatura e Historia, las matemáticas las pasaba a rastras y ciencias no era para nada lo suyo.

****

— Oliver, ¿Qué escribiste hoy en clases? Te vi bastante inspirado.—Comentó mientras caminaban juntos a casa.

— Nada nuevo, solo corregía un texto. Lo llamé “Suicidio Amoroso”.—Dijo mientras le entregaba las páginas sueltas.

Leah lo leyó y sintió algo de lástima por los personajes, ¿Por qué debían suicidarse al final dejando sola a su amiga? Eso le hizo recordar al caso de sus compañeros de ciclo, quienes habían cometido el mismo acto de la misma forma en la que estaba escrita.

— ¿Hace cuánto lo escribiste?—Preguntó curiosa. Si la respuesta era hace meses, quizá fue quien provocó el incidente. Y así fue, su respuesta dió en el blanco.

Leah era muy amiga de Elizabeth cuando el incidente ocurrió. Poco después, la perdió. Jamás supo de ella, y no sabía si uno de los escritos de Oliver fue el responsable de aquella misteriosa desaparición.

— Debo ir a casa.—Comentó Oliver. Y se despidió con un gesto y una sonrisa.

— Espera...—Le sujetó la mano y le detuvo.— ¿Quieres venir a Cenar conmigo hoy?

Oliver sin comprender lo que ocurría tras tan repentina invitación, acepto y caminaron juntos a la pequeña pero acogedora casa de Leah. Su padre no llegaría hasta las cuatro de la madrugada, así que tenían toda la tarde para los dos.

Ambos se la pasaron leyendo, escribiendo y riendo de cualquier cosa absurda que les ocurría. De pronto, eran las nueve de la noche y Oliver debía volver a casa, eso puso un tanto triste a Leah, pero al menos aprovecho una buena tarde junto a él.

La vida de Leah no era sencilla, perdió a su madre cuando apenas era una niña. Pero nadie lo notaba, todos la veían como una chica guapa con una vida casi perfecta. Y sólo Oliver sabía su verdadera identidad, aquella que era sumisa y resiliente. Una chica que sobrevivía día a día en su propia casa. Leah era una chica luchadora, amable sin duda y pese a todo lo malo que le pasaba, era una buena persona con el resto.

Pesé a ser un ciclo mayor que Oliver, tenían la misma edad y -como ya se ha mencionado varias veces- compartían el taller de literatura. Se enamoró de él aquel día en que le mostró un manuscrito sobre su vida, en la que se dio cuenta de que su vida, al igual que la suya, era una pesadilla. Sintió que por fin había alguien que la entendía, alguien que compartía un sentimiento de no querer ir a casa.

— ¡Leah!—Escuchó la voz de su padre. Sonaba furioso, pero a la vez más calmado de lo usual.

Leah bajo corriendo las escaleras, y vio a su padre borracho, tambaleándose mientras se acercaba a ella. Leah preparo su cuerpo para aguantar los golpes, pero esta vez recibió una caricia. Eso la sorprendió y luego de unos segundos se disculpó llorando. No comprendía nada, no entendía el porqué de la situación, pero no le desagradaba.

— Lo siento...Lo siento—Dijo entre sollozos. Y la abrazo con fuerza.

— Esta...bien...tranquilo—Leah también comenzó a llorar. Por fin sentía el calor de un abrazo de su padre, después de años, después de tantos golpes.

Y de pronto, todo se volvió oscuro. Despertó en su cama con dolor en su cuerpo, tenía moretones por todos lados y sangre en su zona íntima. Había sido abusada, abusada por su padre, por su única familia.

Pero eso no le importó, corrió al cuarto de su hermana para ver si estaba a salvo y está dormía muy plácidamente. Esto la dejo tranquila, pero el dolor en su cuerpo era insoportable y se dejó caer al piso. Comenzó a vomitar y Sam despertó de un salto.

— Papá, llama una ambulancia.—Gritó, pero no obtuvo respuesta, no había nadie en casa, estaba desesperada, su hermana había caído inconsciente y no sabía cómo reaccionar, sus piernas no se movían y todo su cuerpo temblaba.

Luego de un rato, encontró el móvil de Leah en su bolsillo y llamo una ambulancia. De inmediato llegaron y fue llevada al hospital, su padre llegó luego de unas horas haciendose el desentendido y fingió que era inocente. Dieron el acto como un incidente, un ataque en la calle por un desconocido y jamás se hizo una denuncia formal, por más que el hospital lo sugirió, pues la agresión había sido casi letal y había sido violada. Pero el padre se rehusó a qué le hicieran pruebas y se la llevó a casa.

Desde ese día Leah no fue la misma, evitaba a su padre, pasaba más horas en la escuela e iba de vez en cuando a ver a Oliver, quien fue la primera y única persona en saber la verdad. Y por desgracia, el padre de Leah lo descubrió.

Oculto en el HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora