「 𝐎𝐜𝐭𝐮𝐛𝐫𝐞 𝟐𝟎𝟏𝟔 」

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RICK PARKER

Un día como cualquier otro, decidió ir a la casa de Oliver. En dónde encontró un manuscrito llamativo “La chica de la que nadie hablaba”.

Al leer un par de páginas, supo de inmediato que se trataba de Elizabeth, su hija, quien habia desaparecido hacia ya años atrás. Aún la buscaba, aún la extrañaba, no se rendiría, se vengaría de quién le haya hecho daño.

Pero quizá ya era demasiado tarde, pues en el manuscrito habían un par de páginas tachadas, pero lograba leerse lo que había debajo de aquella líneas rojas hechas con tinta.

LA CHICA DE LA QUE NADIE HABLABA

“(...) La última vez que la vi, estaba en el borde de un puente, parecía decidida a lanzarse y yo no podía evitarlo. La observé a lo lejos y vi como pronunciaba unas palabras inaudibles para mí aquella noche de lluvia y saltó.”



Repasó una y mil veces aquellas últimas líneas.

— Tuvo la oportunidad de salvarla y no lo hizo, cuando pregunté si sabía algo lo negó, cuando podía hacer algo por ella...—Comenzó a llorar de la rabia.

Sentía que su corazón se hacía pedazos, su alma se sentía rota pero había llenado un vacío, sabía lo que su hija había hecho. Quería venganza, quería golpearlo, pero ya estaba muerto. El último en verla con vida, el único que pudo salvarla, estaba muerto también.

La tarde se la paso llorando y maldiciendo al ya fallecido Oliver Mcfallen, ahora sentía que se lo merecía, estaba fuera de si. Lo odiaba, odiaba la idea de que fue él quien la vio y no otro ni tampoco él. Sino fuese por él, aún estaría con ella, la habría visto crecer pero, se dió cuenta de que no tenía en si la culpa, su hija se suicidó, y no sabía el porqué. Quizá era un mal padre, quizá tenía algo de culpa, quizá fue por sus dos mejores amigos, todo quedaba en un quizá.

Llamó a la agente Karol y está llegó de inmediato al lugar, pues al escuchar al Sr. Parker por el auricular sonaba agitado y desesperado por ayuda.

— ¿Se encuentra bien?—Preguntó al sentarse en uno de los sofás de la sala y ver el rostro hinchado de aquel profesor.

— ¿Recuerda el caso de mi hija?—La agente Asintió. ¿Cómo podría olvidarlo? Fue su primer caso sin resolver.— Tomé. Ya esta resuelto.

Tomó el manuscrito y leyó la parte tachada, no lo podía creer, pareciera que Oliver estaba por todas partes, sabía demasiadas cosas que el resto no, pero «¿Por qué no había dicho nada?» pensó. Tal vez sintió culpa por no hacer nada, quizá oculto su decisión por respeto o quien sabe, quizá no estaba seguro de quien era. Pero todo el manuscrito hablaba de ella, de Elizabeth Parker.

— Pero el cuerpo... Lo buscamos por todos lados.—Mencionó la agente Ross, quien casi indignada dejaba el manuscrito en la pequeña mesa de cristal frente a ella.

— Si era un día de lluvia, el río seguro se la llevó, después de todo, es un río amplio y no fue el primer lugar en que buscaron.—Su voz se quebró un poco.— De todas formas ya da igual, por fin sé que le ocurrió a mi hija.

— Lo siento tanto.— El profesor le ofreció una taza de café pero esta debía marcharse, pues un nuevo caso había ocurrido y debía ir a investigar.

El profesor la despidió en la puerta y al volver al salón, tomo el manuscrito y arrugó sutilmente las hojas entre sus manos. Sentía irá, rabia, pero a la vez una pena inmensa. El corazón de un padre herido, se sintió igual que el día en que su hija desapareció, el mismo agotamiento mental, el dolor en el pecho, el temblor, la tristeza.

«(...) y saltó.»—Pensó. Eso había sido todo, solo saltó sin más. No le dejo ni una pista a su padre, ni una despedida. Nada, no vio las señales, no vio cuanto sufría su hija tras la pérdida de sus amigos. No tenía idea de lo que pasaba por su mente.

— ¿Por qué no te acercaste? Al menos debiste haber escuchado sus últimas palabras.— Y cómo si fuese obra del destino, al arrugar las hojas, una nueva se había despegado de la cual creía, era la última página.

“« Padre te amo, lo siento.» Recitaron sus labios antes de lanzarse.”

Era lo único que decía, el resto estaba en blanco y lleno de tinta negra esparcida, razón por la que las hojas se habían pegado. Su hija, su pequeña Elizabeth pensó en su padre antes de hacerlo y eso no la detuvo. Pero en su corazón, sintió su despedida y eso lo calmó. Sintió un leve alivio, pero jamás pudo ver el cuerpo de su pequeña, sin embargo, iba todos los días al cementerio, a visitar una tumba vacía para el resto, pero llena de recuerdos para él. Sus primeros pasos, su primera palabra, su primer 10, su primer todo.



Ese día fue al cementerio, primero paso a ver a Oliver y dejó el manuscrito sobre su tumba y unas flores. Luego camino un poco más allá, y ahí estaba “Elizabeth A. Parker”. Se sentó un momento y con lágrimas en los ojos sonrió.

— Si te despediste pequeña. Te extraño mi futura astronauta, ahora eres finalmente polvo de estrellas y estás donde siempre quisiste.— Dejo la última hoja del manuscrito y una rosas blancas, sus favoritas.— Descansa por siempre mi pequeña Beth, te extrañare por siempre.

Se pusó de pie y se alejó lentamente de la tumba, al salir del cementerio volvió a encontrarse con Eri y Drake, quienes al ver que aún caían lágrimas de su rostro se preocuparon. El prefirió seguir su camino e ignorar su preocupación.

Comenzó a recorrer la ciudad a pie, y encontró el puente desde donde se había lanzado. Se quedó mirando el río bajo sus pies y sintió que su hija le acompañaba.

— Eres libre de irte cariño, descansa en paz.— Dijo esas palabras y se subió al borde del puente, miro las piedras, el agua corriendo con fuerza y la luz del sol reflejado. El aire sacudía con fuerza los árboles, el puente era inestable y estaba dispuesto a lanzarse.

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N/A: Capitulo un poco triste, con un final intrigante. ¿Se lanzara? ¿Alguien logrará detenerlo?

Sigan leyendo y lo sabrán. ^^

Oculto en el HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora