˚ · ༄ ── 𝐋𝐄𝐓 𝐈𝐓 𝐑𝐎𝐂𝐊
❛El mundo no estaba preparado para la revolución que dos bandas como Ivory Lace y Guns N' Roses supondría. Drogas, alcohol, sexo, música... No nos importaba nada, nos sentíamos invencibles. Alcanzamos la cima y nos hici...
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── TODAS LAS HOJAS SON MARRONES Y EL CIELO ES GRIS ESTARÍA A SALVO Y SEGURO SI ESTUVIERA EN L.A.
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Los Angeles, California 27th June, 1987
IZZY.
Llamé al timbre del apartamento de Duff y Marian algo impaciente. Todos habíamos quedado en el apartamento de Axl y Steven para hacer lo de siempre: beber, charlar y drogarnos. También teníamos pensado ir a The Cathouse a divertirnos un rato, pero, sinceramente, a mí no me apetecía hacer nada de eso. Desde que Duff andaba con Amanda Brixx, Marian lo había estado pasando muy mal, aún sin saber que él la estaba engañando. El bajista, nuevamente, había salido de su bloque en dirección a Riot House, sin intención de vernos a ninguno de los chicos y dejando a su novia plantada, otra vez. Yo no soportaba ver cómo la desplantaba día tras día. No podía vivir tranquilo siendo partícipe de lo mal que la guitarrista lo estaba pasando.
—¿Izzy? —preguntó desconcertada, abriendo la puerta de su apartamento.
Estaba deslumbrante, como de costumbre. Llevaba unos pantalones vaqueros negros anchos, unos tacones altos, también negros, y un cinturón ajustado, remarcando su cintura. Aparte de sus miles de accesorios que la caracterizaban, también llevaba una camisa de lencería negra y tirantes escotada. Encima de la ajustada camiseta, llevaba también una camisa traslúcida negra con estampado de mariposas rojas y naranjas. Su pelo cobrizo estaba revuelto, como siempre, sus labios pintados de rojo burdeos y sus ojos delineados por negro. Nadie podía negar que su estilo era singular, igual que ella.
—¿Dónde está Duff? —pregunté, sabiendo perfectamente la respuesta.
—Soy su novia, no su niñera —rodó los ojos ella, cruzándose de brazos y apoyándose en el umbral de la puerta sin muchos ánimos.
Reí ante su comentario y me quedé observándola por prolongados segundos, segundos en los que ella también me miró. Sentía que, cuando nos mirábamos a los ojos, ninguno tenía la necesidad de hablar, pues nos sentíamos cómodos así. Nos entendíamos con únicamente mirarnos, y eso era algo peculiar.
