˚ · ༄ ── 𝐋𝐄𝐓 𝐈𝐓 𝐑𝐎𝐂𝐊
❛El mundo no estaba preparado para la revolución que dos bandas como Ivory Lace y Guns N' Roses supondría. Drogas, alcohol, sexo, música... No nos importaba nada, nos sentíamos invencibles. Alcanzamos la cima y nos hici...
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── ME JUZGARON COMO LA ILUSTRACIÓN DE UN LIBRO: POR LOS COLORES, COMO SI SE LES HUBIESE OLVIDADO LEER
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Los Angeles, California 5th August, 1987
IZZY.
Marian caminaba delante mía y se dirigía a paso firme hacia la salida exit superior del club, donde a las afueras nos esperaba Tracii. Estaba seguro de que la guitarrista pensaba que todo esto era una broma de mal gusto y una absurda oportunidad y excusa para hablar con ella, pero lo cierto era que no era así, o quizás sí, ciertamente.
Su melena cobriza a capas estaba recogida en un desastroso y despeinado moño que despejaban algo su rostro. Aún así, miles de mechones tapaban su fina cara sutilmente, de esa forma tan característica en ella. Llevaba algunos collares dorados y unas argollas del mismo material, su maquillaje era natural y su atuendo completamente negro. En el Whisky le exigían llevar ropa totalmente negra y, encima de toda la ropa oscura, el delantal burdeo oficial del club. De todos modos, Marian portaba un uniforme de trabajo como si un diseño de alta costura se tratara, era despampanante y me hipnotizaba por momentos: su porte, su elegancia y sus remarcadas caderas y cintura.
—¿Tracii? —preguntó incrédula, justo después de abrir la puerta de metal y hierro duro trasera del club y ver a nuestro amigo común apoyado impaciente y cansado en la barandilla oxidada que daba pie a unas altas escaleras de emergencia en la trasera del club más famoso de todo Los Ángeles.
Tracii se incorporó rápidamente y sonrió de oreja a oreja al vernos a ambos allí finalmente. Yo cerré la puerta pesadamente detrás de mí y el bullido de la gente y el sonido a grandes escalas de la música disminuyó de inmediato, haciendo la escena entre los tres algo más íntima y privada. Marian se veía ilusionada y sorprendida porque Tracii realmente estuviera allí, pero yo no mentía cuando le decía que los asuntos que teníamos que tratar eran delicados y de suma importancia.
—¡Tracii! —exclamó ella eufórica, lanzándose a los brazos del guitarrista ampliamente.
—¡Hey, renacuaja! —rió Tracii mientras correspondía el abrazo de la guitarrista muy plácidamente—. ¿Cómo estás? —yo únicamente me dedicaba a observar la escena desde un foco exterior mientras prendía un nuevo cigarrillo y me apoyaba en la barandilla de las mugrientas escaleras.
