˚ · ༄ ── 𝐋𝐄𝐓 𝐈𝐓 𝐑𝐎𝐂𝐊
❛El mundo no estaba preparado para la revolución que dos bandas como Ivory Lace y Guns N' Roses supondría. Drogas, alcohol, sexo, música... No nos importaba nada, nos sentíamos invencibles. Alcanzamos la cima y nos hici...
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── ELLA TIENE EL CABELLO COBRIZO Y LOS OJOS AZULES ÉL EL CORAZÓN FRÍO Y LA MIRADA MUERTA
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New York City, New York 30th October, 1987
MARIAN.
And if you don't love me now You will never love me again I can still hear you saying You would never break the chain (never break the chain)
De terciopelo negro se habían tejido mis ojos de raíces hispánicas. El azul se había ido, y solamente existía la soledad. La blanquecina luna neoyorquina parecía querer ser testigo de mis danzas, de mi demencia y de mi delirio, por eso le permitía contemplarme desde el cielo sombrío y nubloso y ser mi única cómplice en aquella escalofriante noche de octubre.
Si las nubles constituyeran un palacio, se sentiría igual que mi habitación, y yo sería la reina de tal institución. Podrían ser los restos de LSD que me quedaban en el cerebro los culpables de mis delirios y poéticas palabras, pero me sentía tan libre, tan victoriosa e invencible, que poco me importaba el resto del mundo... Alababa a los dioses porque los chicos me hubieran traído a este mediocre hotel callejero neoyorquino, pues la vulgaridad de una posada para mí era sinónimo de una infinita sensualidad y de un sendero de rebeldes y excitantes aventuras.
Cantaba al son de los versos de Stevie Nicks, aquellos mismos que Lina solía predicar de igual modo en las calles angelinas hacía pocos meses atrás. «The Chain» era una de mis composiciones favoritas de todos los tiempos. La sensualidad, el poder, la delicadeza en los acordes... Todas estas cosas que tenía la canción parecían llevar mi nombre escrito. Toda la esencia que había adquirido con el paso del tiempo, con mi evolución como persona y artista, se veía reflejada en ese éxito divino de Fleetwood Mac.
La habitación en la que estaba no era muy grande, y tampoco era como si estuviera muy bien cuidada y tratada. No le faltaba su aseo, aunque nefasto, como era de esperar. No era un hotel de postín o de lujo como los que estábamos visitando en la gira y en algunas específicas ciudades, y eso se notaba a millas de distancia. Una cama de matrimonio cubierta por finas sábanas de algodón blanco ocupaba prácticamente toda la cámara, y frente a la ventana en la que miles de focos de Nueva York se podían observar resplandecientes y como salidos de un sueño se situaba un pequeño escritorio adornado por un gran espejo móvil que fue objeto de mi atracción.
