-Hwanie, ¿puedo hacerte una pregunta?
Su voz me llega lejana, como un susurro. Alzo la vista de mis cuadernos (una vez más estoy tirado en el piso, con la panza hacia abajo), y no puedo evitar sobresaltarme un poco, puesto que pensé Dobby estaba dormido.
-Dime –respondo, al tiempo que me incorporo del piso, y me apuro a sentarme a su lado, en la cama.
Doyoung se toma un momento para mirarme, como si se preguntara si está dispuesto a realmente a vocalizar la duda que tiene en la cabeza. Sin embargo, después de unos segundos de silencio, finalmente abre la boca, y susurra:
-Si me rindiese ahora... ¿Me odiarías por ello?
No respondo. No porque no quiera, sino porque no sé cómo hacerlo. Una parte de mi quiere decirle que continúe luchando, que lo necesito a mi lado, que a su mamá también le hará falta, pero otra parte de mi puede ver el dolor que carga dentro, lo asquerosamente extenuante que debe ser estar conectado a esos tubos desde hace meses y, desde hace un par de semanas, a esas máquinas que le miden el pulso y el ritmo cardiaco, entre a saber qué más cosas.
-No podría odiarte nunca –es lo que respondo finalmente-. Creo sería igual de egoísta el obligarte a seguir aquí, cuando te cuesta tanto trabajo. Si estás seguro de que ya no puedes más... No creo rendirse sea algo malo.
Un nuevo silencio. Doyoung parece aliviado con mi respuesta, pero también preocupado porque significa ahora que la decisión es toda suya. Se mira las manos durante un par de segundos, sus ojos clavados no se si en los catéteres o en sus dedos, pero finalmente alza la vista y vuelve a mirarme.
-Llévame al piano, por favor.
Intento negarme. En esta ocasión de verdad no se puede. No solo porque parece no podrá mantenerse en pie, sino porque está conectado a tantas máquinas, que sería imposible moverlas todas.
-Dos minutos que me desconectes, no me matarán –dice, intentando ser gracioso.
Pero yo no le encuentro la gracia. Le cuesta inclusive el respirar. ¿Cómo voy a desconectarlo?
-Por favor, Hwanie –me insiste, en aquel susurro-. Concédeme ese último deseo.
Me aguanto las lágrimas. Me voy a odiar por ello, pero maldición, me voy a odiar igualmente si no lo hago. Intentando ser cuidadoso, retiro primeramente los tubos que tiene en la nariz y garganta, lo cual ocasiona le den un par de arcadas. Lo siguiente que retiro es el par de catéteres. Del anverso de su mano salen un par de gotas de sangre. Oscura y espesa. Nada comparado a cuando le sangraba la nariz. Desviando mi mirada, deslizo un brazo por debajo de sus piernas, y el otro por su espalda, y lo levanto.
Maldición. Una almohada pesa más que él.
Lo llevo a la terraza, con sumo cuidado lo coloco en el banquillo.
Doyoung me pide me quede de pie detrás de él, por si pierde el equilibrio. Lo que hago es ponerme de rodillas, y abrazarlo por detrás.
-Piano Sonata No. 11, Moonlight Sonata I Adagio Sostenuto, de Ludwig van Beethoven –anuncia, y comienza a tocar.
Sin darme cuenta, empiezo a llorar.
La pieza de hoy no me produce dolor, ni desesperación, ni miedo. La sensación que me recorre todo el cuerpo es simplemente el fin. La muerte. Una muerte imparcial. Nada de romanticismos o arrepentimientos. Simplemente es llegar a término. En lo único que puedo pensar es en aquel momento en que sabes se ha llegado al final, y más allá solo queda oscuridad.
-Moonlight Sonata, de Beethoven –dice Doyoung, mientras sigue tocando-. ¿Qué otra pieza de Beethoven conoces, Hwanie?
Haciendo mi mejor esfuerzo para no quebrarme, respondo:
-Für Elise.
-Te quiero mucho, Hwanie.
-Y yo a ti, Dobby.
Y entonces, el piano deja de sonar.
Básicamente este es el final del fic, pero le falta un mini "epílogo", el cual estaré subiendo, justamente para el cumpleaños de Dobby.
Un abrazo.
Ribo~
ESTÁS LEYENDO
El Pianista [DoHwan/HwanYoungz]
Romance[Junghwan POV] Una casa de aire rústico, con altos ventanales y una enorme terraza en el segundo piso. Una musiquilla empieza a sonar. Un piano. No conozco la melodía, pero me hipnotiza, me enamora. "Feliz cumpleaños, Dobby." [SO JUNGHWAN X KIM DOYO...