Capítulo 16

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- Hija, tranquilízate- le dijo Rhaenyra. - mañana lo haremos, debes descansar, por los bebés-.

Ella asintió, tocándose el vientre. Intentando calmarse, intentando empujar la ira que sentía para un costado, intentando hacer que el dolor que sentía en el pecho se apagara.

Era lo que le dijeron los maestres y lo que tanto insistía Aemond.

Debía ser fuerte por ellos, Rhaenyra la acompañó a sus aposentos, dejando a Lucerys encargado de que ella estuviera bien por ahora.

- Jacaerys- llamó la Reina, ya habiéndole comentado el suceso. - debes contarle a Haelena lo que sucedió, tiene que enterarse-.

Él asintió, dirigiéndose hasta sus aposentos. Tocó la puerta, algo impaciente pero también avergonzado, era una tarea complicada después de todo.

La princesa abrió un poco la puerta, sigilosamente viendo a Jacaerys, entonces abriendo la puerta.

- Jace- dijo ella, confundida. - ¿qué sucede?-.

Ella vestía sus ropas de dormir, hizo difícil que el príncipe pudiera concentrarse en la tarea que le habían asignado, pero entendía lo trascendental que era todo esto.

- Escucha, no quiero que te asustes, pero han atacado a Aemond- explicó Jacaerys, temiendo de perturbar la calma de su tía. - está con los maestres ahora-.

- ¿E... está bien?, ¿qué le pasó?- preguntó ella, ya alterada.

- Lo atacaron unos guardias reales que aparentemente estaban intentando dejar escapar a Otto, ya los atraparon- explicó él.

- Los maestres... ¿dijeron algo?- preguntó, yéndose al interior de la habitación, para cambiarse.

- Se lo llevaron para tratar sus heridas- dijo él. - está inconsciente por el momento-.

Ella contuvo las lágrimas, no podía ser que la felicidad había durado tan poco tiempo, continuó abrochando su vestido ya aproximándose nuevamente a la puerta.

- ¿Y Visenya?- preguntó.

- Está súper alterada- contestó él. - quiere matar a todos-.

- Iré a verla, vamos- le dijo ella, decidida.

Los tres; Lucerys, Jacaerys y Haelena cuidaron a Visenya, consolándola mientras que lloraba, gritaba y tenía arrebatos.

Ella sentía que se ahogaba, temía los peores escenarios para Aemond. Pronto, un maestre acudió a los aposentos con un té para la princesa, lo bebió y así fue capaz de descansar por la noche.

- Hae- le dijo Jace, justo antes de que volviera a sus aposentos. - ¿tú estás bien?-.

La princesa respiró hondo.

- No- le contestó ella. - Aemond... él siempre fue quien me entendió en esta familia, quién estuvo cuando los demás no. Me ayudó siempre con los pequeños, siempre logró empatizar conmigo y siempre me defendió de Aegon. Tengo miedo- dijo, entonces las lágrimas cayeron por sus mejillas. - mucho miedo-.

Jacaerys entonces se acercó a la princesa, envolviéndola en un abrazo fuerte, ayudando a que se calme, a que se sintiera mejor.

- Se pondrá bien, lo sé- decía Jace, mientras sostenía a la princesa en sus brazos.

La noche fue larga, difícil para todos.

Sólo deseaban que Aemond se recuperase y que los guardias pagaran por lo que habían hecho.

* * *

Los maestres atendieron al príncipe, limpiando sus heridas y cubriéndolas con ungüento, se encargaron de intentar darle líquido, para compensar por la pérdida de sangre que había tenido el príncipe. Continuaba inconsciente, a pesar de que había pasado un día ya.

Trabajaban sin cesar para mejorar el estado del príncipe, pero no había cambios.

- ¿Cómo está?- preguntó la princesa Visenya, cuya cara estaba roja de llorar y que aún tenía sangre en sus manos.

- El estado del príncipe Aemond es delicado aún, debemos esperar a ver cómo pasa el día para definir si sobrevivirá- explicó el maestre. - sus heridas son extensas, hay mucho daño interno. Pensamos que sufrió un trauma en la cabeza, por eso aún no recobra la conciencia-.

Lo que le decía el maestre hacía que el corazón de Visenya se sintiera pesado, se sentía ahogada, sin escapatoria. Todo esto iba más allá del control que ella tenía, más allá de que su ira estaba clara y aquellos culpables pagarían por lo hecho, eso no le devolvería a Aemond.

- ¿Puedo verlo?- pidió Visenya.

- Princesa, usted también está delicada, debe cuidar de su embarazo y evitar las situaciones estresantes- sugirió el maestre.

- Escucha, es más estresante para mí imaginarme desde afuera qué tan lastimado está mi marido que ser capaz de sostener su mano en este momento- le dijo ella, con firmeza. - ¿y si no resiste el día?, ¿mi última vez viéndolo será tirado en el charco de sangre en el que lo encontré?-.

El maestre entonces se hizo a un lado, dejando que Visenya pasara dentro de la habitación.

Aemond estaba acostado en una cama, tapado y vestido con ropas limpias. Podía ver la piel moretoneada escondida bajo sus ropas, no pudo evitar que se le formara una lágrima al verlo tan débil - su marido, aquel hombre fuerte y alto, que había peleado exitosamente contra Sir Criston, ahora yacía en una cama, dormido, lastimado.

- Estarás bien, yo sé que sí- dijo ella, sosteniendo su mano. - tienes que ser fuerte por nuestros hijos, no me dejarías sola así-.

Lo miró, acariciando su cara. No tenía su parche puesto, se lo había quitado para ir a buscarle el pastel. Maldito pastel pensó. Si no lo hubiera mandado a buscarlo, quizás esto no hubiera sucedido. Aunque sí que era cierto que el ataque estaba planeado, las escorias habían confesado que todo era parte del plan para rescatar a los verdes.

- Princesa- alguien la llamó, viendo que era Haelena.

- Hae, ven aquí- le dijo ella, enseguida. - dijeron que tiene que pasar el día para ver si vivirá-.

Haelena estaba reticente de entrar, le daba miedo ver a su querido hermano en tal estado. Se acercó lentamente, viéndolo tan tranquilo dormido en la cama. Respiró hondo.

- Ojalá se ponga bien- dijo Haelena. - iré a estar con mis hijos, no puedo verlo así-.

Visenya se quedó sola otra vez, sosteniendo la mano de su marido. Le dio un beso en la frente.

- Me encargaré de quienes te hicieron esto- le dijo ella. - se quemarán-.

* * *

Daemon, Rhaenyra y Visenya estaban en Pozodragón, junto con los traidores a la corona, alineados en una fila. Detrás estaba el dragón de Visenya. El lugar estaba lleno de gente, tal y como cuando habían coronado a Aegon.

- Los hemos convocado aquí a presenciar el castigo de estos traidores- Rhaenyra anunció. - el castigo por alta traición es la ejecución-.

- Otto Hightower, antigua mano del Rey Viserys, sus intereses personales no coincidieron con los de la corona, queriendo poner a su propio nieto en el trono y conspirando para la traición de parte de los verdes hacia la legítima Reina- anunció Daemon.

- Por otra parte, estos dos guardias reales. Atacaron al príncipe Aemond Targaryen justificándose en la lealtad al antiguo Rey Aegon II, planificando el escape de los verdes del confinamiento, conspirando contra la corona- anunció Visenya.

La gente no paraba de ver las caras de los traidores. El viejo Otto, y los dos guardias reales, golpeados, sus cuerpos siendo evidencias de la pelea con el príncipe.

Daemon desenfundó su espada, el temeroso Otto ni podía mirarlo a los ojos.

- ¿Tienes últimas palabras, traidor?- le dijo, apuntándole con la espada.

Otto se negó, haciendo que Daemon azotara el cuello del traidor, cortando su cabeza con un corte limpio y rápido, haciendo que la misma rodase y su cuerpo se desplomara. El público diera un grito ahogado, pero festejando al final - era fácil entender que era un traidor.

Por otra parte, Visenya se acercó a su dragón Aurion. Le acarició la cabeza, montándose en él, mientras que los demás se retiraban, dándole paso a la condena de los guardias que quedaban.

- No podemos volar, Aurion. Pero sí podemos hacer justicia juntos- le dijo ella a su dragón. - dracarys, Aurion- le comandó, mientras que el imponente dragón formó una bola de fuego en la parte trasera de su garganta y lo escupió sobre los guardias.

Gritaron, gritaron hasta que pararon de gritar. Sus cuerpos ardían en llamas, hasta que lo único que quedó de ellos fueron cenizas, estaban aún calientes cuando Visenya se bajó de su dragón.

La población quedó estupefacta, no siempre veían a un dragón tan de cerca quemar algo que no fuera a ellos.

- ¡El crimen se pagará con justicia!- gritó ella. - nadie saldrá impune, los crímenes contra la corona, contra los pobladores, ¡se hará justicia por todos!- la gente festejaba, mientras ella desenfundó su espada, Hermana Oscura, y la alzó en el aire.

Todos miraban a la distancia, Daemon se sentía orgulloso de ver a Visenya, todos sus hermanos estaban perplejos de verla así, con esa actitud, desde la lejanía.

- No quiero faltarte el respeto, sé que quieres ponerme a mi como comandante de la guardia real- le comentó Daemon a su esposa. - pero ella... tiene todo lo necesario para llevarlos al triunfo-.

Rhaenyra sonrió, tenía razón. A su hija le sobraba actitud, tenía la tenacidad digna de una Targaryen, lo demostraba constantemente.

* * *

De vuelta en el palacio, la única cosa en la que pensaba Visenya era ver a su marido. Se disculpó con su familia, que pretendía reunirse a discutir otras cosas del reino, y corrió a dónde estaba Aemond, impaciente por oír noticias de él.

- Maestres, ¿algo cambió?, ¿sigue...?- no quería ni preguntarlo.

- El príncipe Aemond está estable- dijo uno de los maestres. - pero continúa inconsciente-.

Ella asintió.

- ¿Usted se encuentra bien?- preguntó otro maestre. - en términos de su embarazo, me refiero-.

- No tuve más sangrados, ni dolor- contestó ella. - el vientre va creciendo bien, igualmente pasaré a revisarme en otra oportunidad. Les pido que me informen de cualquier cambio que tenga mi esposo, cuídenlo bien por favor- poniéndose en segundo lugar, su prioridad era que él estuviera bien.

Los maestres asintieron.

Visenya suspiró, dirigiéndose hacia los aposentos de su tía, sabiendo que ella también estaba mal por lo de Aemond. Tocó la puerta, Haelena se levantó y abrió la puerta. También tenía la cara llorosa, sin dudas temía por la salud de su hermano.

Ambas se sentaron juntas en el sofá, no habían palabras que decir.

Apoyaron sus cabezas en el hombro de la otra, como compartiendo el dolor que sentían. Derramaron alguna que otra lágrima, algún que otro sollozo. Ambas tenían miedo de lo que pasaría, ambas sentían que esa promesa esperanzadora de felicidad se había apagado.

- Princesa- se oyó una voz desde la puerta. - traje unos past...- procedió a entrar Jacaerys, para ver a Haelena y Visenya en ese estado. - siento por interrumpirlas, yo...-.

- Ven Jace- le dijo Haelena. - trae los pasteles si quieres-.

Jacaerys se sentó al lado de ambas.

- Todos sabemos que Aemond es fuerte, sabemos que peleará y no se rendirá tan facilmente- dijo él. - además, ambas tienen gente por la que pelear- dijo, mirando a los pequeños hijos de la princesa. 

- Se pondrá mejor, lo hará- dijo Visenya. - tiene que volver por todos-.

- Piensen que los maestres trabajan día y noche para salvarlo, y los culpables... ya pagaron por su crimen- dijo él. - no queda más nada que esperar y pedirle a los dioses que todo salga bien-.

- Ojalá me oigan esta vez- murmuró Haelena. - mira que les he pedido cosas, los he necesitado. Pero esta vez más que nunca necesito que intervengan-.

* * *

- Lo estuve pensando y quizás tienes razón, sería excelente comandante de la guardia real, pero por ahora no puedo darle el cargo- dijo Rhaenyra. - sería ponerle una responsabilidad más que manejar, tomando en cuenta que está embarazada y que su marido está grave-.

- Sería una distracción para ella- le contestó Daemon. - precisa poner su mente en otra cosa, no puede ahogarse en lo que le está pasando ahora... el tiempo dirá que necesite-.

Ella asintió.

- Dejemos que el tiempo hable, entonces- respondió Rhaenyra.

La Danza de las Espadas - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora