Capítulo 14

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Por la noche, todos organizaron un gigantesco banquete.

Todos querían celebrar la ascensión de Rhaenyra al trono, a quien mañana coronarían, comieron y bebieron por horas. Compartieron historias graciosas de las infancias de los príncipes, por ejemplo, de cómo Visenya siempre anheló conocer a su prometido.

- ¿Qué? Prefería eso a que me casen con Lord de alguna casa distinta- se defendía ella. - además, los rumores decían que el príncipe era muy atractivo-.

Todos reían, mientras tanto Visenya sostenía en sus brazos a la pequeña Aemma que dormía pacíficamente, mirando con amor a Aemond.

- Mira cuando nazca nuestro bebé- le dijo ella. - ¿será tan tranquilo como ella?-.

- Lo dudo, te tiene a ti como madre- bromeó el príncipe, obteniendo una mirada pocos amigos de su esposa en respuesta.

Todos estaban felices, más todavía porque mañana coronarían a Rhaenyra. La ceremonia no podía hacerse en Pozodragón, principalmente porque estaba destruido el edificio. Habían pensado en alternativas, hasta que surgió la posibilidad de coronarla allí mismo en el palacio.

Sería una ceremonia más íntima, donde asistirían los lores que habían jurado lealtad a Rhaenyra cuando fue decretada heredera. Les habían enviado la invitación por cuervo y estaban a la espera de su llegada.

Habían recuperado del sitio la corona de Aegon, pero decidieron que no sería adecuado usarla para coronarla, sino que usarían la corona de Viserys, que representaba mucho más para ella que la del usurpador. Sin embargo, la principal preocupación era la reacción de la población.

Visenya les había comentado que durante la coronación de Aegon, miles de personas asistieron y festejaron por su reinado, sería difícil convencerlos de que ahora su Reina sería otra. 

Por eso mismo Rhaenyra organizó una serie de carruajes con ayudas para todo Lecho de Pulgas, llevaban comida, ropa y también monedas - todo en honor a su ascensión al trono. Luego, se dedicaría a visitarlos, bendecir a los niños y escuchar las quejas personalmente de la población, para que su reinado fuera lo más justo posible. Estas acciones dejarían buena palabra de la Reina en la población, haciendo que todo fluyera mejor.

Después de horas, el banquete llegó a su final. Cada cual se retiró a sus habitaciones, aquellas que habían sido sus habitaciones antes de mudarse a Rocadragón habían sido acondicionadas y decoradas con los colores de la casa, incluso Visenya se encargó de mandar preparar la habitación del Rey que ahora sería de su madre, insegura de cómo se lo tomaría Rhaenyra.

- Madre, mandé preparar la habitación real para ti- le dijo su hija. - también mandé otras, por si no te sientes cómoda ocupando ese espacio-.

Su madre le sonrió.

- Gracias, hija. Pensaste en todo- le dijo ella, acariciando su cara antes de emprender camino hacia la habitación.

Rhaenyra no quiso decirle, pero no se sentía cómoda estando en la habitación dónde su padre y Alicent habían estado, el problema no era su padre, sino más bien Alicent. Le generaba repulsión tener que estar en un lugar dónde ella había dormido, dónde habían concebido al usurpador, dónde demandaba ver cada uno de sus hijos a ver si nacían con rasgos valyrios. Se limitó a intentar descansar allí hoy de noche, luego verían de cambiarse de habitación.

- Vamos, amor- le dijo Aemond, tomándola por la espalda. - tienes que descansar-.

- ¿Descansar? Tengo que dormir un poco para mañana despertarme súper temprano a finalizar los detalles de la coronación, tengo que recibir a los lores, mandar acondicionar el salón- Visenya dijo y luego suspiró. - ya me imagino lo agotador que será-.

- Pero tendrá un buen final, estoy seguro que todo será del agrado de la Reina Rhaenyra, le encantará ver cómo pensaste en cada detalle- le dijo su esposo, haciéndola sonreir.

Llegaron a la habitación, ella se quitó su vestido, que le apretaba bastante en la zona del abdomen. Viéndose con la bata de dormir, el abdomen abultado se perdía en la soltura del vestido, pero al buscarlo con sus manos y tensar la tela, ahí estaba. Estaba obsesionada con verlo ahí, crecer lentamente.

- No puedo creer que omitiste que el maestre dijo que pueden ser varios- le dijo Visenya, casi que indignada.

- Es una posibilidad, no dijo certezas- contestó su esposo, defendiéndose.

- Pero imagínate, ¿cómo los sacaré de mi cuerpo?- dijo ella, preocupada. - ¿que tan grande se pondrá mi vientre?-.

- Sé que te preocupa, también sé que los embarazos de múltiples suelen ser más riesgosos. Pero tienes a Haelena para preguntarle. Su vientre creció bastante y era primeriza también cuando tuvo a los mellizos- le explicó Aemond. - su parto fue... normal creo, deberías preguntarle-.

- Igual crecieron sanos y fuertes sus mellizos, eso me calma. No quiero que nada les pase- decía ella, mientras se acariciaba el vientre.

- Y yo no quiero que nada te pase a ti- le dijo su esposo, tomándola de la mano y trayéndola hasta la cama. - por eso hay que escuchar al maestre y hacer lo que nos diga, que, por lo pronto, es descansar mucho-.

Ella lo miró, aburrida. Pero el le devolvió la mirada, desafiante.

- Está bien, está bien- alzó sus manos, acostándose y fingiendo estar dormida.

- En serio- le dijo él, con su voz grave. - a dormir-.

Se metió en la cama con ella, trazando un recorrido con su mano por su espalda, haciendo que una corriente de electricidad por la espalda de Visenya. No tenía la intención de encenderla, era más bien una caricia tierna, pero recibió una respuesta inesperada de parte de la princesa.

Fue entonces que ella se dio vuelta, buscando desesperada los labios de su amado, le dio un beso apasionado, fogoso, lo necesitaba después de todo.

Ella se puso encima de él, haciendo que el echara su cabeza para atrás mientras movía sus caderas contra él estando aún vestidos, mientras ella seguía explorando su cuerpo, besando su cuello, desabrochando su camisa.

Pasaba sus manos por su cuello, sus clavículas, su abdomen marcado hasta llegar a su bajo vientre, donde Aemond se estremeció al sentir su toque. Sentía que se quemaba por ella.

- El maestre dijo que... no podemos...- intentó decir Aemond, pero era difícil articular las palabras en este estado.

- Eso no significa que no podamos hacer otras cosas- le dijo ella, afirmando sus movimientos, haciendo que Aemond emitiera sonidos que eran música para sus oídos.

Fue entonces que él tomó el control, queriendo hacer que su esposa sintiera lo mismo. Le quitó su vestido de cama, dejándola desnuda bajo él, hermosa como siempre. 

- Ahora te toca a tí- le dijo él, y besó cada parte de su cuerpo, llegando a su bajo vientre y bajó la boca, haciendo que su espalda se arqueara al sentir sus labios en una zona tan sensible.

Esa noche Aemond y Visenya exploraron sus límites, probaron formas de darse placer que alguna vez que otra ya habían intentado y disfrutaron hasta que el sol salió. 

* * *

- Deberías despertarlos tú- dijo Lucerys, negándose a entrar en los aposentos de su hermana.

- No, mejor tú- decía Jacaerys, sin muchas ganas de entrar tampoco.

- Oh, por los dioses, yo iré- dijo el pequeño Aegon, ya harto de que sus hermanos se pelearan por quien iba y quien no. 

Decidido, tocó la puerta. Al no recibir respuesta, la abrió, adentrándose en una habitación claramente deshecha. Podía ver sólo desorden, ropas, sábanas, incluso lo que parecían ser almohadas también sobre el suelo.

Entonces los vio, la pareja de amantes abrazados entre sí desnudos, durmiendo pacíficamente.

- ¡Ah! ¡hermana!- gritó el pequeño, tapándose los ojos y corriendo fuera de la habitación, deseando borrar esa imagen de su cabeza.

Jacaerys y Lucerys rieron al ver su reacción, yendose rápidamente de la escena, sin dejar evidencia de que estuvieron allí.

- Creo que nos dormimos- dijo Aemond. - era bastante esperable-.

- Mierda, ¡la coronación de mamá!- dijo la otra, levantándose rápido y vistiéndose con cualquier cosa, corrió de la habitación a encargarse de sus que haceres antes de que se diera comienzo a la ceremonia. - ¡nos vemos luego, te amo!- no olvidó decir, antes de desaparecer.

Ella ordenaba que las cosas se pusieran en tal y cual lugar, las criadas tenían dificultad en tomarla en serio por la apariencia que tenía la princesa.

Su cabello era un revoltijo, su vestido no estaba bien atado, con todas las cuerdas cruzadas, y sus zapatos no eran iguales. Resultaba gracioso y algo irónico como ella estaba tan ocupada de que todo fuera perfecto mientras que ella lucía como un desastre.

- Princesa, es mejor que vayamos a arreglarte- sugirió una criada, rompiendo con el silencio mortuorio del salón, animándose a decirlo. - debemos trenzarte el pelo y vestirla de acuerdo a la ocasión-.

Las otras criadas la miraban estupefactas de su atrevimiento, pero no estaría sirviendo bien a la princesa si no le fuera sincera.

- Gracias, pero no importa como luzca, importa que... ¡esas flores van allí, no ahí!- se quejó de como el arreglo floral estaba siendo mal colocado.

- Creo que perdió la cabeza- decía Viserys, mientras veía cómo su hermana enloquecía con dónde iban las cosas.

- Deberíamos relevarla- sugirió Jacaerys. - dudo que nos lo permita, pero debe irse a arreglar urgentemente- hizo una mueca al ver el aspecto de la princesa.

- ¡Hermana!- anunció Lucerys. - la criada tiene razón, ve a arreglarte mientras nosotros nos ocupamos del resto-.

Fue entonces que Visenya les dio una explicación larguísima de cómo las flores tenían que estar de tal manera, cómo las banderas tenían que lucir frente al trono, sin omitir ni un detalle antes de permitir que finalmente la llevaran a arreglarse. No estaba muy confiada de dejar a sus hermanos a cargo, pero el tiempo volaba y ella debía verse bien para la ocasión también.

- Si tienen alguna duda, vengan y pregúntenme- dijo ella. - sin importar que tan estúpido sea, tiene que quedar todo bien-.

- Sí, hermana- respondió Jacaerys, sabiendo que nadie interrumpiría a la princesa mientras se arreglaba.

Peinaron a la princesa mientras que ella cabezeaba del sueño, quizás eran las hormonas, pero le dolía como le tiraban del pelo tan fuerte. Pretendían trenzarle el cabello y dejarlo todo recogido, un peinado similar al que usaba la princesa Rhaenyra en su juventud, pero no les fue posible porque la princesa se dormía entremedio. Adaptaron su peinado de la mejor manera posible, haciendo que se viera aceptable.

Luego le ofrecieron vestidos, sabiendo que la princesa elegiría uno en particular. Era rojo y negro, pero tenía detalles en metal, que funcionaban y lucían como una armadura. El mismo también le quedaba apretado en la zona del vientre, le encantó como lucía en ella.

- Gracias- agradeció a las criadas y sin tardar, corrió a ver cómo había quedado el salón, ansiosa.

Sus hermanos habían seguido sus órdenes, incluso tomándose algunas licencias creativas que embellecían aún más el antes lúgubre salón del trono.

Sonrió al ver el resultado, había quedado tal cual lo imaginaba.

* * *

Rhaenyra también estaba ansiosa, más allá de su coronación, ella estaba ansiosa porque tenía que hacer algo antes. Debería ir a visitar a Alicent. No tenía ganas de hacerlo, pero era lo correcto.

- Iré y volveré a tiempo para la coronación- le explicó a Daemon. - más tarde podrás encargarte de Otto, si te parece-.

Su esposo asintió, entendiendo la necesidad de su esposa de visitar a quien la había torturado.

Rhaenyra entró en la habitación de la torre, viendo como Alicent estaba escondida en una esquina, con los ojos llorosos y temerosa al verla entrar.

- Alicent- le dijo ella. - ¿cómo te encuentras?- preguntó, para romper el hielo.

- Vacía- le contestó la otra. - mis hijos no me vienen a ver, Aegon... murió y... lo único que pienso es que todo sucedió por mi culpa-.

En eso tenía parte de razón.

- Ambas sabemos que Otto tuvo su parte en esto, él siempre quiso ver a su sangre en el trono- le dijo Rhaenyra, pretendiendo alivianar su culpa. - me pesa que me hayas traicionado, siempre pensé... en algún sitio de mi corazón, de que aún tenías afecto por mi-.

- Me intoxiqué, Nyra- le respondió ella. - estar casada con tu padre me fue consumiendo por dentro, jamás debí aceptarlo. Tomé más de lo que podía, fui pésima madre y pésima amiga contigo- lágrimas corrían por sus mejillas. - Otto también tuvo su parte, no tener a mi madre conmigo... pensé que estaba haciendo lo correcto-.

- Todos cometemos errores- le dijo Rhaenyra. - pero tú no aprendiste de ellos y eso me duele, solíamos ser unidas-.

- Yo sólo quería ser como tu- le respondió ella. - ser una princesa. Ser querida por mi padre y venerada por el reino, "la dulzura del reino" decían. Yo aspiraba a ser así también, me enojaba que tú no lo valoraras, que prefirieras escapar y volar en dragón antes que ser una princesa de verdad-.

Escuchar esas palabras dolía.

- Por suerte todo eso me llevó por un buen camino- contestó Rhaenyra. - me coronarán Reina en unas horas. Quizás si hubieras pensado mejor, si hubieras recordado el afecto que me tenías, no se hubiera derramado sangre-.

- Tal vez- contestó la otra. - por lo menos se salvaron los otros. Los dos más inútiles. Aemond y Haelena. Uno que le falta un ojo y la otra que está loca. ¿Sabes qué? Me duele más la traición de Aemond en verdad- su voz se tornaba hostil, llena de odio. - me mintió, ¡me traicionó, a su propia madre!. ¡Inútil y mentiroso!- comenzó a gritar, mientras Rhaenyra se alejaba. - ¡estúpido, bueno para nada!, ¡débil!-.

Rhaenyra se retiró de la habitación, cerrando la puerta a su paso. La que alguna vez fue su amiga, aquella risueña Alicent de su infancia, se había ido por completo. Los rumores decían que se estaba volviendo loca, pero la realidad es que se fue envenenando con el tiempo.

Le dio pena dejarla allí, pero tenía que asistir a su coronación. 

Alicent se había ido.

La Danza de las Espadas - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora