Capítulo 5

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La ida a casa había sido una discusión para Rhaenyra y sus hijos, Daemon ni opinaba en el asunto, pero escuchaba atento a lo que todos decían.

- No debería quedarse sola, esta gente son unos buitres- bufó Jacaerys, enojado.

- Es nuestra familia después de todo, son mis hermanos. La verdadera bestia es la Reina, no ellos- dijo Rhaenyra. - no casé a mi hija porque sí, sé que ella se puede defender y ahora ellos tienen una alianza que respetar también-.

- Si uno de nosotros se tiene que quedar debería ser yo- dijo Lucerys. - yo le quité un ojo a Aemond, la rivalidad es conmigo-.

- Ay Lucerys no seas ingenuo- le respondió su hermano. - la rivalidad es con todo el mundo, a la Reina le pesa que ninguno de sus hijos haya sido declarado heredero legítimo como mamá-.

Rhaenyra suspiró.

- El Rey ya demostró sus intereses claramente- dijo ella. - mi reclamo al trono es el que él defiende, el que todos los lores han jurado respetar, no representan ninguna amenaza para nosotros porque tenemos una alianza-.

- Sí, con nuestra hermana de por medio- se quejó Jacaerys.

- Ella está feliz, hermano, acéptalo- dijo Lucerys. - tómate un segundo para ver que tan feliz es con su esposo al lado, ahí te darás cuenta que más que una alianza política, esta pareja parece tener futuro-.

- En eso tu hermano tiene razón, Jace- dijo Rhaenyra, dándole la razón al menor. - debemos dejarlos estar tranquilos, si algo pasa, volaremos en dragón hasta aquí y listo. Ninguno de los dos se quedará aquí, dejen en paz a su hermana-.

Ambos suspiraron. A ninguno les convencía del todo dejar a Visenya por su cuenta, a pesar de que ella pudiera defenderse por sí sola. Todos tenían un mal presentimiento, algo que no podían explicar. No se podía esperar nada bueno de Alicent, pero el Rey Viserys estaba entre medio, el matrimonio estaba de por medio, no sería tan fácil para ellos desafiar a su familia.

La despedida fue muy emocional, ninguno fue capaz de guardar sus lágrimas, todos abrazaron a Visenya y le desearon buena suerte en esta nueva etapa de su vida, Aemond contemplaba esa escena desde lejos, imaginándose cómo se sentiría ser parte de algo así. Fue entonces que Rhaenyra lo llamó, como pidiéndole que se uniera al grupo.

- Sólo les pido que sean felices juntos, ¿si?- dijo ella. - sé que disfrutan la compañía del otro y eso me alegra, cuídense mutuamente, visítennos cuándo plazcan y envíenme cuervos con sus noticias- sonrió a la pareja. - siempre serán bienvenidos en Rocadragón-.

Aemond se sintió contenido, hasta emocionado por algún día visitar el hogar de Visenya, sabía que ella tendría miles de cosas que mostrarle de Rocadragón.

Sostuvo la mano de Visenya mientras que su familia montaba en sus dragones, le sonrieron una última vez antes de emprender vuelo. Aemond limpió las lágrimas de la mejilla de su esposa, mientras la acompañó adentro.

- Pronto cenaremos, ¿nos acompañarás o prefieres quedarte en los aposentos?- preguntó él.

- Cenaré con ustedes, por supuesto- dijo ella. - no puedo dar una mala impresión y menos ahora que mi familia se ha ido-.

- No te sientas presionada a eso- le dijo él, mientras caminaban por el palacio. - no tienes ninguna impresión que dar, ni debes tener miedo-.

- No tengo miedo- dijo ella, firmemente. - ellos deberían tenerlo, en tal caso-.

Esa noche la cena fue callada. Cada uno comiendo, enfocado en su plato. Hubieron algunos cruces de miradas, Aegon contemplaba a la pareja, mientras el Rey comía tranquilo, la Reina permanecía expectante.

- ¿Te está agradando Desembarco del Rey, Visenya?- preguntó el Rey, interesado por su nieta.

- Es un lugar bonito sí- dijo ella, sonriente.

- A ti, hermano, ¿te agrada la vida de casado?- dijo Aegon, mientras Haelena suspiraba.

- Estoy contento con mi matrimonio- le respondió Aemond, sin añadir mucho más.

- Pronto se te asignarán tus criadas, Visenya. También te moveremos a otros aposentos más dignos- dijo la Reina.

- Pueden mover sus cosas a mis aposentos, madre- dijo Aemond. - se está quedando conmigo-.

Nadie dijo nada frente a ese comentario, Alicent asintió suavemente. Todos continuaron comiendo, pero la tensión en el ambiente se sentía.

- Es raro que ya se lleven tan bien- dijo Aegon. - igual, hay cosas más importantes que eso, cómo producir herederos-.

Visenya suspiró y dejó sus cubiertos sobre el plato, lanzó una mirada amenazante a Aegon, quien procedió a cerrar la boca en respuesta.

Todos continuaron comiendo y pronto la incómoda cena terminó.

Todos se retiraron a sus aposentos, Visenya ya se arrastraba por los pasillos del palacio. Era el dolor, extrañar a su familia, estar cansada. Aemond la seguía pero a cierta distancia, dándole también su espacio. Ella suspiró y se quitó el vestido que llevaba, quedando únicamente en su camisa de noche.

- Quiero tomar un baño- dijo ella, en una voz tenue y cansada.

- Está bien, puedo prepararlo si quieres- se ofreció Aemond, recogiendo algunas de las hierbas que había obtenido de su hermana.

Esparció las hierbas por la tina, se encargó de que el agua estuviera a una temperatura perfecta.

Vertió otros aceites, haciendo que el agua cobrara un color blanquecino y oliera a flores. Prendió algunas velas en el afán de que todo fuera más relajante para ella, y acercó una bata suave y otro vestido de noche para cuando terminara.

- Ven, está listo- le dijo él, invitándola a entrar. 

Ella se acercó a la tina y comprobó la temperatura del agua son su mano, asintió y procedió a quitarse su vestido de noche, dejándolo caer al suelo.

Aemond no sabía si dejarla sola o acompañarla, quedo casi que inmóvil al ver su espalda desnuda frente a él. Él suspiró, como si contemplara un ángel por primera vez.

Ella de verdad era hermosa, a veces tan sólo desearía no sentir tanta aprehensión, no tener tantos malos recuerdos en su cabeza. Desearía poder amarla como ella merece ser amada, poder ser capaz de hacerla feliz completamente, se odiaba a si mismo por no poder ser un buen esposo para ella.

Incluso cuando Aegon hablaba de sexo y de herederos, él sentía un vacío en el pecho... ¿podría alguna vez ser capaz de dejar su pasado atrás y cumplir con su deber de una vez por todas?, ¿Visenya lo esperaría o quizás preferiría estar con otros hombres?

Era irónico que algo que su hermano tomaba tanto a la ligera, algo que pagaba por hacer y que constituía uno de los pilares de su felicidad para Aemond estuviera ligado a tantas emociones negativas. No era justo.

Visenya se hundió en las aguas tibias de la tina, olvidándose de que Aemond estaba ahí con ella.

- Oh...- dijo ella, al darse cuenta que su esposo estaba aún en la habitación con ella. - lo siento, yo... pensé que... no quería incomodarte, en serio-.

La Danza de las Espadas - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora