Capítulo 1

4.3K 209 6
                                    


Visenya bajó de su imponente dragón Aurion, sin necesidad de ayuda, los cuidadores siempre le tendían la mano pero ella se las arreglaba sola siempre. A pesar de ser la consentida de su madre Rhaenyra, siempre había tenido un fuerte sentido de la independencia.

Muchos dirían que se parecía a su madre cuando era más joven.

Incluso cuando le planteó a su madre que quería aprender a pelear como sus hermanos, recuerda como se le llenaron los ojos de lágrimas.

Rhaenyra podía ver su reflejo en ella, parecía que se veía a si misma rechazando sus valores como princesa y queriendo servirle al reino peleando. Pero ella sabía que todo era un balance, que fue como terminó educando a Visenya.

- Hija, puedes pelear si quieres. Monta a tu dragón las veces que quiera, empuña tu espada, gana torneos- le dijo. - pero recuerda, eres una princesa después de todo. Debes casarte en algún momento-.

- Mamá, ya hablamos de esto- dijo la pequeña, con 10 y 3 años de edad. - podré elegir, podré casarme con más edad, ya lo hablamos-.

- Jamás te obligaré a casarte con un Lord cualquiera y terminar en el lugar más bajo de Poniente, tu lo sabes- su madre le explicó. - por eso pensé en un pretendiente para ti, aunque puede que no te convenza-.

Ella la escuchaba, atenta.

- Lo hablé en la corte, pensé que quizás sería adecuado unir las familias. Te podrías casar con mi hermano, tu tío, el príncipe Aemond- le dijo. - cuando tu hermano sea rey, asegurarás que las familias no entren en discordia-.

- Pero no lo conozco- dijo. - espera, ¿no es al que Luke le arrancó un ojo?-.

- Visenya- la retó por mencionar aquel incidente que todos recordaban vivamente. 

- Mamá, ¿cómo puede ser una buena idea entonces? Quizás cobre venganza conmigo- por un segundo, tuvo miedo. - además, ¿cuándo me casaré con él?-.

- Cuando tú lo quieras. Tradicionalmente, se espera a la primera sangre, pero eso no es necesario- le explicó. - no te condenaría a la misma suerte que a mi madre, ni que a mi-.

Ella asintió.

- Podríamos ir a conocerlos esta semana, así te sentirías más cómoda con él- sugirió su madre.

- No, mamá. Ahora no- le dijo su hija. - es mejor dentro de un tiempo, cuando sea mejor guerrera, por si acaso-.

La princesa sonrió y acarició tiernamente el rostro de su hija, rodeándola con sus brazos.

- Como tu quieras, dulce Visenya- dijo, besando su frente.

* * *

Visenya tuvo su primera sangre con 15 años, momento en el cual todos en el palacio esperaban que fuera a siquiera hablar con su prometido. Pero Visenya lo pospuso, tanto que Alicent estaba perdiendo la paciencia. Ya no le agradaba este compromiso, pero menos si la vástaga no se lo tomaba en serio. Envió dos cuervos luego de esperar dos años más que llegaron a Rocadragón, en los cuales solicitaba que su hija se presentara pronto al palacio para concretar el matrimonio, que sino la alianza se rompería.

Su hijo ya tenía 21 años, estaba en edad plena para comenzar a engendrar herederos, y también Visenya, con 17 años ya. 

- Hija, tendremos que ir al palacio a conocer a Aemond- le dijo a su hija.

- Ya- asintió la chica. - ojalá no fuera así, pero es como es. Ya crecí y creo tener suficiente madurez para casarme ahora-.

Todo le daba nostalgia de ella misma, la diferencia es que Rhaenyra en serio velaba por la felicidad de su hija. Después de todo, era una de las princesas más aclamadas del reino.

Muchos decían que era la viva encarnación de Visenya Targaryen, la manera en la que montaba a su dragón, sus exquisitas habilidades para pelear - era una verdadera conquistadora de sangre.

El viaje en dragón fue un poco largo, Visenya optó por llevar a su propio dragón, en parte también para presumir de sus habilidades de vuelo con los Hightower... digo, Targaryens.

Quería ser lo más objetiva posible entorno a su matrimonio, abriéndose a la posibilidad de que Aemond no fuera un imbécil, pero no tenía muchas esperanzas. Se imaginaba todo precipitándose, él siendo violento con ella. Pero ella era inteligente y capaz, jamás se sometería a un hombre de esa manera. No por nada había entrenado a la par que sus hermanos, llegando a superarlos a pesar de su edad.

- Princesas y príncipes, bienvenidos- anunció la Reina Alicent, una vez llegaron al palacio.

Nadie tenía caras muy felices. Este lugar no evocaba recuerdos buenos para ninguno. A Daemon, por ser rechazado constantemente por la corte y Otto Hightower, además de guardarle resentimiento a su casa entera. A Rhaenyra, por su turbulenta crianza, los abusos por parte de Alicent y la relación con su padre. A los hermanos, por su mal vínculo con sus tíos y tener que aceptar que uno de ellos se casaría con su hermana. Y los más pequeños, bueno, no habían tenido suficiente trato con la gente en este lugar, pero ya venían influenciados por las opiniones de sus padres.

- ¿Dónde está mi padre?- preguntó Rhaenyra, se le indicó que estaba en sus aposentos, mientras que ella dejó a su familia para ir a verlo junto a los más pequeños.

- Majestad- casi que le picaba la garganta al decirlo. - ¿dónde está mi prometido?- le preguntó.

- Ya tendrás tiempo de conocerlo mejor en la cena, ¿porque no hablamos un rato, princesa?- le dijo Alicent.

Ella no simpatizaba con ella. Las historias de su madre habían sido suficientes para odiarla a ese punto, además de que no le interesaba tener buen trato con ella cuando su principal interés era conocer al que sería su esposo pronto.

- Princesa- escuchó una voz masculina, viniendo de la profundidad de los pasillos, acercándose hacia dónde estaban ellas.

Era un hombre alto, con el pelo lacio atado en una media cola, con un parche en un ojo - tenía que ser él, Aemond Targaryen. Su prometido. ¿Pero por que se veía de esa manera?, ¿tan refinado, esbelto y... bueno, atractivo al fin?

Los recuerdos vagos que tenía Visenya de Aemond era del incidente del ojo y algún que otro momento más, lo recordaba como un chico ambicioso y muy orgulloso, pero al fin tendría que volver a conocerlo después de tantos años*.

- Príncipe Aemond- dijo ella, sonriendo.

- Debería mostrarte por el palacio, ¿no crees?- dijo él, casi que señalando a su madre como para intentar evitarla.

- Como gustes- dijo ella.

El le ofreció el brazo, ella sonrió y caminó a su par, sin tocarlo.

Caminaron en silencio por un rato, hasta que llegaron a un lugar más lejano del palacio.

- He escuchado historias de ti- dijo él, mirando a la nada. 

- ¿Qué historias?- preguntó ella.

- Que eras una belleza, una dulce princesa, la auténtica imagen de Visenya Targaryen- dijo él. - pero las más interesantes eran de tus habilidades de vuelo y de pelea-.

Ella asintió.

- No sé de mi belleza, pero de mis habilidades no cabe duda que superan la expectativa- dijo ella.

- Interesante- dijo él. - ¿tu dices que puedes manejar mejor a tu dragón que yo a Vhagar?-.

- No digo eso, príncipe. No recuerdo verlo volar- dijo ella, y cuando parecía que había terminado de hablar, añadió. - pero probablemente sí-.

El se sonrió. Le parecía algo atractivo que ella se tuviera tanta estima, le recordaba a sí mismo incluso.

- Creo que haremos buena pareja, Visenya- le dijo, por primera vez mirándola a los ojos.

Fue entonces que la princesa también pudo ver directamente al ojo de su prometido. 

- Eso no podemos saberlo- dijo ella. - no sé que clase de hombre eres todavía, aparte de curioso y orgulloso, no puedo saber si serás un marido adecuado basado en eso-.

Ella aún permanecía escéptica.

- Lo que es innegable es que nuestros hijos serán hermosos- dijo él.

Ella asintió.

- En eso concuerdo- dijo ella. - hablando de hijos, ¿cuándo es la boda exactamente?-.

- En dos semanas, princesa- dijo él. - pero puedo moverlo a su gusto, será fácil convencer a mi madre de que necesitas seda más fina o joyas a medida-.

- ¿Y tú quieres esto?- preguntó ella.

El se encogió de hombros.

- Sabemos los dos que nos tendríamos que casar, el tiempo pasó y ahora tendremos que conocernos, pero no cambiará el hecho de que nos casaremos pronto el uno con el otro- dijo él.

- Algo que quiero dejar en claro es que mi prioridad es mi familia- ella explicó. - aunque me case contigo-.

El asintió.

- Y que no haré pactos ni nada de eso donde tu puedas serme infiel- dijo ella, casi que en un tono amenazante. - no tengo interés con las personas en general y menos tiempo para lidiar con un esposo que no me respeta-.

- Entiendo- dijo él. - aunque no nos conocemos, tienes que saber que jamás lo haría. No sé si nos amaremos o no, pero el respeto es la base de todo. En especial si parirás a mis hijos, cuando te sientas lista para hacerlo, claro-.

Ella asintió.

- Mi miedo es que seas como Aegon- confesó ella, sin pelos en la lengua. - que te guste el alcohol y las putas, que seas la vergüenza del reino. También que odies a mis hermanos o a mi familia en general, con eso sí que no podría lidiar-.

- Oh, princesa- dijo él, agachando la cabeza. - Aegon es una desgracia, no estoy para nada orgulloso de que sea mi hermano- ella se sorprendió al oír eso. - Nunca bebo alcohol y... las putas, eso es un tema complicado para Aegon, en algunas fases de su vida me arrastró con él- miró hacia arriba, como queriendo evitar lagrimear. - no son de mi gusto, digámoslo de esa forma. No veo a ninguna desde que tengo quince años. Lo de tus hermanos, estoy seguro que si ponen de sí, podríamos limar asperezas-.

- La verdad, Aemond, no esperaba que dijeras todo eso- dijo ella. - me siento tranquila ahora, de forjar una alianza con alguien que comparte valores conmigo-.

- Yo también espero cosas de ti, de todas maneras- dijo él, mientras que ella escuchaba atenta. - creo que encontré una compañera de vuelo, me gustaría probar tu habilidad para ver si estamos a la par, ¿entiendes?- gesticulaba con sus manos al hablar, parecía que estaba molestándola.

- Como guste el príncipe entonces- dijo ella. - pero deberíamos esperar a que mi madre se haya ido, dudo que le cause gracia verme volar en mi dragón por aquí-.

Se encogió de hombros.

- Le diremos que tu prometido te ordenó hacerlo- dijo él.

- Bueno, príncipe, por ahora y espero que nunca me "ordene" hacer nada- dijo ella. 

Él se sonrió. Le gustaba su actitud, su rebeldía.

- A mí también me hicieron creer cosas de tu familia- dijo él. - siempre permanecí escéptico, todos los bandos tienen cosas malas. Pero es complejo que tu padre no te acepte como hijo y venere a su hija mayor, como si fuera la única-.

Ella asintió.

- Pero aquí me encontré con alguien parecido a mí, eso me reconforta, ¿sabes?- dijo él. - me pareces interesante, Visenya-.

Se sonrió. Era raro que la princesa se sintiera halagada, muchos dirían que tenía su ego tan alto que nada le parecía suficiente para subir su estima, pero el problema era el tipo de cumplidos que recibía. Que si su figura era perfecta, que era buena peleando, montando dragones.

Visenya era más que eso, no se reducía únicamente a esas características. Era una mujer intrépida, interesada por varias artes aunque no tan buena en ninguno. Inteligente, audaz. Incluso osada a veces, sin miedo a nada.

- Tu también, Aemond- respondió, mientras se miraban a los ojos, absueltos.

Los prometidos sentían química entre ambos, más de la que esperaban sentir entre ellos. 

A Aemond toda la vida le habían dicho lo detestables que los vástagos de Rhaenyra eran, le habían dicho que eran "ilegítimos" e hijos de Strong, todos menos Visenya. Pero que a pesar de eso, terminó siendo una mujer detestable, ningún hombre en la corte era de su agrado y despreciaba a todo el mundo, que terminaría siendo igual de fracasada que su madre y que además no era fiel a sus promesas.

A Visenya le habían dicho lo odiosos que podían llegar a ser sus tíos, desconsiderados y fríos. No tenían alma. No les importaba nada más que sí mismos y su madre, la reina Alicent. Pero lo que había visto era claramente distinto a lo que le habían dicho.

* * *

Visenya estaba cansada, acomodó sus aposentos a su comodidad. Luego de cenar, rápidamente se retiró: primero, las presencias de Alicent y Aegon le parecían densas, Aegon no tardó en hacer chistes desubicados referidos a su figura y a la legitimidad de sus hermanos. Pero también estaba cansada del viaje en sí, quería descansar por fin.

Se acomodó en la cama, miró a su alrededor; sus aposentos eran gigantes. Las ventanas también eran grandes, todo tenía un tono lúgubre y hasta le daba un poco de miedo. Se acomodó en las mantas, intentando encontrar una buena posición para dormir, al no encontrarla suspiró.

De repente, escuchó unos toques en la puerta. Se preguntó quien sería, tomando su daga por las dudas y acercándose a abrir la puerta.

Para su sorpresa, era Aemond.

- Lamento molestarla princesa- dijo, mientras que ella se ocultaba tras la puerta.

Sus rizos estaban desmarañados, todos caían por su espalda. Estaba usando un vestido de cama, largo y casi transparente.

Se sentía avergonzada de que su prometido la viera en este estado.

- ¿Qué ocurre?- preguntó ella, tapándose lo mejor que podía.

- Vayamos a volar- sugirió, y ella sonrió en respuesta.

Sería una aventura interesante.

* * *

* - aclaración respecto a si Visenya y Aemond se conocen previamente. En el incidente del ojo Joffrey (que no existe en este fic) tenía 3 años, por lo que Visenya tendría 4 años en ese momento. La familia de Visenya se mudó poco después de eso, cuando ella tenía algo así como 6-7 años a Rocadragón (Rhaenyra se fue como en el 120 AC), por eso no recuerda mucho de Aemond.

Gracias por leer!


La Danza de las Espadas - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora