Capítulo 21

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El tiempo suficiente había transcurrido y los lores no habían dado respuesta, era momento de emprender camino entonces a hacer justicia por el reino.

Aemond y las pequeñas se despidieron de su madre, no podían comprender lo que estaba sucediendo y apenas sabían decir "mamá" y "papá", pero sentían la tensión en el ambiente y sabían que su madre se iría por un tiempo.

Aemond no desconfiaba de la destreza de su esposa en batalla, pero esto era distinto.

No era un cuerpo a cuerpo como fue con Aegon, esto era una verdadera rebelión a la que irían a pelear sin conocimiento certero de la cantidad de guerreros que habrían, aunque fuera en su dragón, él deseaba poderla acompañar volando en Vhagar. Nadie podría contra Vhagar y menos con Aemond como jinete, pero entendía que en este momento no podía ayudar, es más, restaría.

- Volveré pronto hijas, lo prometo- le dijo Visenya a sus pequeñas, sosteniéndolas en sus brazos.

- Su madre volverá con fuego y sangre, como lo hicieron los conquistadores cuando quemaron Harrenhal con sus lores rebeldes- les reaseguró a las pequeñas, aunque no entendían lo que su padre les decía. - te esperaremos con ansias hasta que regreses- acarició la cara de su esposa.

- Yo también los extrañaré- le dijo Visenya.

Fue así que se despidieron, compartiendo también un beso.

- Hazle caso a los maestres, ¿sí?. Sabes que quieren lo mejor para ti y que te recuperes pronto- le comandó Visenya, recibiendo una mirada poco convencida de Aemond hasta que finalmente asintió.

Se volvió a despedir de los suyos y luego emprendió su camino a Pozo Dragón, ya vistiendo su atuendo de batalla, lucía una armadura plateada entera con detalles en negro y rojo, junto con un escudo de la casa Targaryen en el pecho.

Llegó hasta su dragón, junto a Rhaenyra y Daemon, que montaban a Syrax y Caraxes respectivamente. Aurion y Caraxes escoltarían a Syrax por los costados, dejando que la Reina volara en el medio, acertando dominancia - los dos dragones más grandes estarían escoltando a Syrax y Rhaenyra.

El vuelo fue corto, los pequeños castillos de los lores yacían cerca de Desembarco del Rey, fue allí que los encontraron en pleno campo, con un ejército de no menos de mil personas, más de lo que esperaban pero armados pobremente - de no acatar la oferta de la Reina, su destino estaba cantado, como había sucedido en otras batallas, sufrirían las consecuencias de cometer traición.

No todos los dragones descendieron a la tierra, esto los vulneraría bastante ya que no sabían qué tipo de armas portaban los guerreros, aunque no serían finas ni hechas de acero valyrio, pero evitarían cualquier tipo de daño innecesario. No por experiencia pero era conocido que, más allá de que las escamas de dragón pueden resistir el impacto de las flechas, se han fabricado armas para poder aniquilarlos - escorpiones les llamaban, armados como una ballesta con un arpón tan grande que podría atravesar la carcaza de cualquier dragón.

Después de todo, como dijo alguna vez la mismísima Reina, la fortaleza de la casa Targaryen yace en sus dragones, y tenían que protegerlos.

Syrax descendió con la Reina montada, ostentando la corona que alguna vez perteneció a su padre, vestida de rojo y negro como los colores de su casa, fue entonces que les dio la última oportunidad de redimirse.

- Les reiteraré mi oferta, espero ser clara con ustedes- anunció Rhaenyra. - o me ofrecen su lealtad o sufrirán las consecuencias-.

Ninguno de los lores se atrevió a hablar al frente, pero si los guerreros entre sí hablaban.

Se rumorea que los lores les habían pagado a diversos pueblerinos mintiéndoles sobre a quién se enfrentarían, específicamente por como vestían y las humildes armas que portaban, y que ellos mismos seguían residiendo en sus castillos, esperando a que se diera el ataque para poder escapar.

- Mi Reina, no tenemos intención de atacarla- habló uno de los guerreros, mostrándose con miedo desde la multitud. - fuimos aquí comandados por nuestros lores, pero no moriremos en batalla por ellos-.

Parecía que aquellos que estaban dispuestos a pelear no tenían lealtad por sus lores tampoco, pero las condiciones en la que los habían enviado allí, tan mal armados y sin siquiera estar presentes, también hablaba del poder que tenían, o más bien, del que les faltaba.

Uno por uno los guerreros se fueron arrodillando, desplegando toda arma que tuvieran y jurándole lealtad a su Reina - Daemon, Rhaenyra y Visenya se miraban entre ellos casi que no comprendiendo si esto era real o una técnica de disuasión, sabían que esta batalla no sería nada comparada con otras peleadas por los Targaryen, pero no se imaginaban que todo fuera color de rosas.

Fue entonces que alguien gritó desde uno de los castillos, no se logró entender propiamente qué fue lo que dijo la persona pero el grito se vio acompañado de una flecha prendida fuego que fue lanzada en dirección a la Reina, casi respondiendo a esa duda que tenían ellos.

Con mala puntería y a tal distancia, la fecha cayó delante de Syrax, quien gruñó al verla y fijó su vista en dirección al castillo de dónde provenía.

La sentencia parecía clara, habían elegido morir por su causa.

Los tres dragones volaron hacia los castillos, mientras que los guerreros a sueldo corrían lejos de la escena.

Ninguno de ellos fue quemado puesto a que en su mayoría eran inocentes, pero sí contenidos por las tropas en el suelo, que se llevó a algunos para cuestionarlos más tarde.

Aurion descendió con agilidad, mucho más rápido que Caraxes, Visenya puso su ojo en aquel castillo del que provenía la flecha y sin comandarle a su dragón qué hacer, el mismo ya escupía fuego sobre el castillo, como si sintiera todo lo que ella sentía, como si leyera su mente.

La piedra se fundía mientras que la gente escapa del castillo - solo un fuego tan fuerte como el que provenía de un dragón podía fundir la piedra y llevar a cenizas hasta los castillos mejor construídos - pero su mira estaba en que las llamas pulverizaran a aquel lord audaz que lanzó el flechazo.

Fue entonces que lo halló, pendiendo de una ventana del castillo, intentando escapar, aún sosteniendo su arco - evidencia del crimen cometido.

- La traición se paga con la muerte- le gritó la princesa Visenya, alzó el mentón y sin quitarle los ojos de encima a aquel lord comandó - dracarys- y eso fue lo último que vio el traidor antes de verse envuelto en llamas y consumido por el fuego, mientras caía de la ventana y ardía hasta transformarse en cenizas.

Caraxes quemó el castillo del medio, habiéndole ya dado oportunidad a que los lores se redimieran de su rebelión.

No pretendían ser sangrientos, pero la realidad era que esto era un acto de traición y de no verse castigado como debe ser, los demás tomarían a Rhaenyra como una Reina débil y poco capaz, las ideas circularían por el Reino y pronto no se rebelarían de una manera tan inofensiva, rejuntando guerreros que no estaban dispuestos pelear y morir por ellos. La gente pensaba bien de la Reina, decían que eran justa y la recordaban desde su infancia como una princesa hermosa, debía acertar ese pensamiento en la gente y asegurarse que su Reinado permanecería fuerte.

Syrax por su parte también se encargó de rematar los incendios, muchos dirían que la escena era similar a cuando los conquistadores quemaron Harrenhal, pero salvaba las diferencias. Estos lores no tenían muchas tierras y sus castillos eran bastante pequeños comparados con aquel gigante de piedra, sin embargo esta hazaña tenía el mismo propósito - unificar el Reino, pagar la traición y afirmar la justicia.

Todos resultaron ilesos, por lo menos todos los que estaban fuera de los castillos quemados. Algunos de los guerreros fueron cuestionados, más bien para entender cómo se había dado esta situación y si habían otros involucrados, pero ninguno supo dar buena información. Muchos decían haber recibido sumas de dinero bastante escasas y, frente a la necesidad, fueron llevados al campo de batalla sin saber contra quién se enfrentaban.

Juraron y juraron que no querían ser cómplices en la traición, fue así que todos fueron eximidos de su crimen, menos algunos que mencionaron que igual hubieran peleado, esos fueron enviados al Muro dónde permanecerían por el resto de sus días.

- Has peleado bien, Visenya- le dijo Daemon, cuando emprendían viaje de vuelta a Desembarco del Rey. - cada día demuestras cuánto mejoró tu habilidad para volar-.

- Ojalá fuera así con Aemond también, él comanda muy bien a Vhagar- decía la princesa, algo triste de siquiera pensar en eso.

- A pesar de que es una vieja he de admitir que vuela muy bien en ella- dijo Daemon, cosa que haría infartar a Aemond si pudiera escucharlo.

- Volverá a volar- interrumpió Rhaenyra. - cuando mejore, volará-.

- Hablando de volar, deberíamos hacer una parada técnica por Roca dragón- sugirió Visenya, y fue así que se desviaron y pararon antes de llegar a destino.

Los primeros en llegar a Desembarco del Rey fueron Jacaerys y Lucerys, quienes fueron recibidos por el pueblo entre gritos y cánticos, también por su familia que residía en Desembarco.

Aemond esperaba ansioso afuera del palacio, con las dos pequeñas de la mano. Se decepcionó un poco al ver que los primeros en llegar fueron ellos.

- ¡Han vuelto!- dijo, emocionado al principio. - ¿y Visenya?- preguntó acto seguido.

- Vienen en dragón, deberían haber llegado para entonces- dijo Jacaerys.

- Eso es extraño, ¿no?- Aemond comenzaba a sentir miedo y su mente comenzaba a generar posibles teorías que explicasen todo esto. - ¿los habrán emboscado?, ¿y si los volvieron a atacar?- seguía escupiendo opciones mientras Jacaerys y Lucerys se miraban entre sí preocupados.

- Lo dudo, tienen a los tres dragones más fuertes de Poniente, sin tener en cuenta a Vhagar, claro- Lucerys dijo, con la intención de tranquilizar al resto.

- Vhagar, debo ir a buscarlos- dijo Aemond, precipitándose y llamando a la criada para que se llevara a las niñas pero siendo frenado por los dos jóvenes.

- Aemond, no puedes volar aún- le recordó Lucerys.

- No me dirán qué hacer y menos si mi esposa está en peligro- contestó Aemond, frío y determinado a volar hasta dónde fuera con tal de asegurarse de que Visenya estuviera bien, quemaría todo Poniente si fuera necesario.

Pero fue entonces que vio a los dragones sobrevolando Poniente, también siendo recibidos por la población festejando en todo Desembarco, rugiendo al ver llegar a las tres imponentes bestias que volaban tan alto pero cerca a la vez.

Aún no sentía alivio, quería ver a su esposa con sus propios ojos antes de calmarse.

- Están bien, y traen algo oculto- dijo Haelena, observando a la distancia.

Los dragones aterrizaron ágilmente, pero Aemond no esperó en que tocasen el suelo cuando ya se abalanzaba sobre Aurion, buscando ver si su jineta estaba intacta. Pero ahí yacía Visenya, impoluta y bellísima cómo siempre, con su cabello trenzado y su brillante armadura.

- Pensé que te había pasado algo- se remitió a decir Aemond.

- Te dije que el tuerto se pondría cómo loco por la demora- escupió Daemon.

- Estamos todos bien y salimos victoriosos- dijo Visenya, bajándose lentamente del dragón, con una bolsa de tela en sus manos.

- ¿Qué traes contigo?- preguntó Aemond.

- Los traje de Roca dragón, son huevos de dragón- le dijo ella a su esposo. - no estoy embarazada, no aún. Hubiera sido poco inteligente de mi parte ir a pelear en dragón en ese estado, los traje con varios propósitos- explicaba Visenya, mientras acomodaba la montura sobre su dragón liberándolo de las cuerdas. - primero, Haelena y Jace se quieren casar, nadie dijo que no está bien regalarles huevos para sus hijos con antelación. Sospecho que Luke también se casará pronto, pero aún más importante, los maestres me dijeron que estoy lista para intentarlo otra vez- ella dijo, sonriente.

- Me encantaría tener más niños contigo- dijo él, encantado con la idea. - esta vez compartiré todo contigo, quiero ver como tu vientre crece, sentir cómo el pequeño se mueve dentro tuyo-.

- Ojalá fuera así tan perfecto cómo lo dices, pero estaría bueno tener a alguien que me masajee los pies cuando estén hinchados- dijo ella.

La pareja se infundió en un abrazo, sosteniéndose el uno al otro, besándose también y conteniendo a sus hijas entre ellos.

- Son tan lindos- le dijo Haelena a Jacaerys. 

- Pero no tan lindos cómo nosotros- le contestó el morocho, sosteniendo la mano de su amada.

* * *

Bueno hubo demora pero aquí estamos jajaj perdonen por eso, pero ahora se vienen los últimos capítulos de este fic :( aún no sé si hacer un epílogo con todos o uno de cada personaje, porque me encantaría escribir una buena conclusión de los personajes para que se hagan una idea de qué fue de sus vidas luego de todo esto, pero aún lo estoy pensando.

La Danza de las Espadas - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora