Capítulo 10

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Visenya tragó sus lágrimas, sabía lo que había sucedido pero quería asegurarse de que fuera cierto. Caminó rápidamente hacia la puerta y la tanteó, no abría, tal y cómo esperaba.

- Prepárense para quemarse- dijo, en voz normal.

Contempló sus posibilidades, primero poniéndose su armadura tradicional. Vestía colores rojos y negros, en honor a su casa y su familia Targaryen. Buscó entre sus pertenencias su espada, bufó al darse cuenta que los verdes habían claramente desordenado sus cosas y probablemente se hubieran llevado sus armas. 

De pronto, vio un saco con una nota pegada en el exterior, la misma decía "Para la princesa, la verdadera heredera y quien debe ostentarla cuando lo requiera" en alto valyrio. Sonrió, abriendo el paquete, no podía creer lo que estaba en su interior: era Hermana Oscura.

La legendaria espada de Daemon Targaryen, de su padrastro que la consideraba como otra hija más. Ella pensó que bromeaba cuando decía que se la daría, pero entendió que Daemon previó que algo sucedería y prefirió darle protección, aunque no sea físicamente. Sonrió, se tomó un segundo para sostenerla: la fineza de la hoja, se notaba que estaba hecha de acero valyrio. La enfundó otra vez, colocándola en su cintura.

Pensó en las maneras de escapar de la habitación y se le ocurrió una sola. Procedió a romper la ventana de la habitación que, a pesar de ser pequeña, ella podía pasar a través de la misma. El problema era la altura, Visenya miró por el vacío, la caída la mataría - de pronto le vino el recuerdo de ver a su tía empalada al final de la ventana y se alejó de la misma.

- Los dragones pueden volar- se dijo a sí misma, pensando en voz alta. - ¡Aurion!- llamó. - mazis (ven)- dijo en valirio, pero no obtuvo respuesta.

Sería inteligente por parte de los verdes encadenar a su dragón, sólo rezaba porque no lo hubieran lastimado. Y entonces contempló otra vez sus reducidas posibilidades, tenía que tomar una decisión rápida, no sabía en qué momento de la visión estaba, que era lo que estaba sucediendo. Entonces se le ocurrió una idea loca. Quizás demasiado loca.

- ¡Vhagar!- llamó, esta vez sí obtuvo respuesta.

     * * *                                     (una hora antes de que Visenya despierte)                                      * * *

Aemond abrió los ojos para encontrarse en otro lugar. No era su habitación, su madre estaba sentada en un sillón cercano a la cama. Él no tardó en incorporarse, sin entender qué sucedía.

- Hijo, has despertado- dijo la Reina, mirándolo con desinterés. - Viserys ha muerto- le dijo, fríamente.

Aemond entendía menos ahora. Era lógico que Viserys se estaba muriendo, pero seguía aún sin entender por qué no estaba en sus aposentos.

- ¿Qué hago aquí?- le preguntó él.

- Escucha, Otto y yo hemos decidido que tu hermano tomará el lugar de Rey- dijo ella, sin más dilación. - pero resulta que el... tu hermano está con una de sus putas, así que debemos esperarlo. La pregunta es sencilla; ¿podemos contar contigo?-.

- Yo... tu sabes que siempre los apoyaré, madre- se limitó a decir, tragando el asco que sentía al decir eso.

¿Cómo le sería fiel a su familia si lo habían tratado como una escoria toda su vida? Ni que quisieran ponerlo a él en el trono.

No sólo estaban usurpando el trono que era dignamente de su hermana, sino que se lo estaban entregando a Aegon el borracho, Aegon el príncipe que no podía abstenerse de acosar a sus criadas, Aegon el que vivía en los burdeles - ¿qué tipo de Rey sería él? Condenaría al reino entero.

- ¿Dónde está mi esposa?- preguntó, temiendo que su pregunta instaurara desconfianza en la Reina, pero esta no se mostró alterada.

- Encerrada en tus aposentos- contestó ella. - no podíamos permitirnos que estuviera libre sin antes proclamarle lealtad a tu hermano y para eso precisamos que lo coronen-.

El otro asintió. Podía imaginarse la desesperación de Visenya al verse en esa situación, sin entender lo que sucedía.

- ¿Te dio un té, verdad?, ¿que te ayudó a dormir?- preguntó ella.

- Sí- contestó él, pensando en el cuidado que su esposa le había dado la noche anterior, imaginándose lo terrible que sería para ella amanecer a esto.

- Tuvimos que cargarte afuera, sin hacer ruido. Desarmamos la habitación, temíamos que ella tomara represalias contigo o con el mismo Aegon si se despertaba- dijo ella. - al final, el honor es lo que importa. Ni Rhaenyra ni sus bastardos tendrán el trono, sólo mi hijo legítimo Aegon-.

- Imagino que mencionaste lo de los burdeles porque necesitas que lo vaya a buscar para la coronación- dijo Aemond, entendiendo que lo estaban usando una vez más.

Fue entonces que emprendió viaje a las calles de seda a encontrar a su hermano, pensó en todo momento darse por vencido y demorar más la cuestión, para ver si podía rescatar a su esposa e irse a Rocadragón, con suerte podría avisarle a Daemon y Rhaenyra, seguramente acabarían con este revuelo antes de que siquiera coronasen a Aegon, pero tenía a Sir Criston custodiándolo.

Quizás su madre no confiaba totalmente en él, o quizás no confiaban en Aegon mismo.

Buscaron por varios burdeles, hasta que tocaron la puerta de uno. Entonces salió ella, no podría haber olvidado su rostro en todo este tiempo.

No pudo verla a los ojos, no directamente.

- Cuanto has crecido- dijo ella, pero él se remitió a seguir caminando en búsqueda de su hermano.

Los había enviado lejos, hasta el Gran Septo, pero fue ahí que lo encontraron. El problema era que no estaba solo, otros captores ya lo tenían, Arryk y Erryk. El astuto de Aegon se libró de sus manos con una distracción, dejando a Sir Criston y el captor para pelear juntos.

Aegon corrió y Aemond fue tras él. Fue fácil atraparlo, Aegon no era más ágil que su hermano menor. Fue entonces que lo sostuvo contra el suelo, mientras él reía frenéticamente.

- Estaba claro que huirías- le dijo Aemond.

- ¿Padre ha muerto?- preguntó Aegon, imaginándose de que se trataba todo esto.

- Sí, y van a hacerte Rey- contestó el menor, odiando tener que decirlo.

El otro le escupió en la cara, distrayendo a Aemond para permitir que se escape, pero no lo logró. Aemond lo volvió a capturar rápidamente, mientras Aegon clamaba para que lo ayuden.

- ¡Déjame ir!- gritaba Aegon, mientras intentaba zafarse del agarre de su hermano. - ¡no quiero ser Rey!, ¡no estoy preparado!-.

- Eso no lo discuto- contestó Aemond, sabiendo que eran ciertas las palabras de su hermano.

Fue entonces que Aegon tomó la cara de su hermano, con la cara ensangrentada y sudorosa vio a Aemond a los ojos. Casi que podía sentir pena por él.

- Encontraré un barco, me iré y nunca me encontrarán- le dijo Aegon.

Aemond contempló esa opción por una fracción de segundo.

Era deshacerse de Aegon para siempre, sabía que no tendría interés en volver. Si el reclamo del trono pasaba a Aemond todo sería mucho más sencillo, era cuestión de declararle lealtad a su hermana y cedérselo. 

Pero Criston apareció más rápido de lo que pudo decidirse.

- La Reina espera- le dijo a Aegon, haciendo que este fuera con él.

Ojalá lo hubiera dejado ir. Continuó su camino tras Criston, para entregarle a la Reina el pedido que le había encomendado.

Entonces llegaron al palacio. Estaban preparándose para coronar a Aegon, todos los ojos estaban encima de los príncipes. No sería fácil para Aemond escaparse a buscar a Visenya, y tampoco sabía cual era el plan a seguir.

Con el control de los verdes, cualquier acción tomada para reivindicar la clama de los negros, a menos de que hubiera un ejército de por medio o un par de dragones, sería en vano. Le quitarían la cabeza sin pensarlo, quizás como su madre estaba de por medio lo encerrarían en una celda por el resto de su vida. Cualquier idea era una mala idea. Solo esperaba que todo esto termine pronto y pudiera escaparse con Visenya a Rocadragón.

Entonces los subieron en un carruaje, estaban yendo hacia la coronación de su hermano, ostentando banderas con la insignia de los Targaryen. 

La cara de Aegon hablaba por sí sola.

- Podrías mostrar un poco de agradecimiento- le dijo su madre, con cara disgustada. - ¿sabes lo que he hecho para darte esto?-.

- Mi padre nunca quiso que fuera Rey- dijo Aegon, en respuesta.

- Eso es mentira- respondió su madre.

- Tuvo 20 años para nombrarme heredero, aún así mantuvo el reclamo de Rhaenyra- respondió Aegon.

Aemond pensaba que su hermano, por una vez en mucho tiempo, estaba diciendo cosas coherentes.

- Cambió de parecer- le dijo su madre, haciendo que ambos prestaran atención.

Ambos hermanos rieron, estaba claro que no. Aemond sabía más que ninguno que eso no era así, había visitado a su padre en los estados últimos de su enfermedad, siempre mencionaba lo buena Reina que sería Rhaenyra, le brillaban los ojos cuando hablaba de ella.

Su único deseo era que su línea continuara con ella.

- No me nombró heredero porque yo no le agradaba- Aegon dijo.

Eso quizás era cierto también, pero ninguno de los hijos de Alicent eran tan queridos como Rhaenyra.

- Aún así, en su último aliento, me dijo que deseaba que tu tomaras su lugar en el trono- le dijo su madre, mirándolo fijamente.

Aegon se sonrió y volvió a reírse, no podía creer en esa ironía. Nadie podía creerlo en verdad. 

- No juegues conmigo madre- le dijo Aegon.

- Digo la verdad- le contestó su madre. - escúchame, Aegon. Tu abuelo, la mano, tratará de convencerte de que Rhaenyra debe ser sacrificada- le dijo su madre. - debes rechazar ese consejo. No debemos regir con brutalidad. Con todas sus faltas, es tu hermana, la hija de tu padre...- iba a continuar pero la interrumpió.

- ¿Me amas?- le preguntó Aegon.

- Eres un imbécil- le contestó su madre.

Aemond quedó pensativo entorno a lo que decía su madre, mientras llegaban al sitio de coronación. Era bastante noble de su parte pretender salvar a Rhaenyra. Los verdes tenían gente de su lado, seguramente intentarían convencerla de jurarles lealtad. De todas maneras, los negros tenían más dragones. Era más factible que los verdes perdieran si fueran a batalla.

Ojalá todo no tuviera que resumirse a eso. Estaba claro que todo este juego partía de las viles intenciones de Otto de querer su sangre en el trono, de que Alicent se haya dejado manipular por su propio padre y de que Aegon... bueno, fuera Aegon. Aún existía la opción de que rechazara la corona, aún había tiempo.

Se podía oír el bullicio de la gente desesperada de fondo, se oían campanas de fondo. Estaban llegando a donde lo coronarían, en Pozo Dragón. Se bajaron en su interior, mientras que el lugar se llenaba de gente.

Allí aguardaban Sir Criston y también Otto, que pacientemente esperaban a la llegada del futuro Rey. Haelena también estaba allí, confundida. Estaba claro que sabía que era lo que estaba sucediendo, Aemond se acercó a ella, con la esperanza de poder hablarle antes de que todo sucediera.

- Hermana, ¿cómo te encuentras?- le preguntó su hermano, viendo su cara de disconforme.

- Mal, están usurpando el trono de nuestra hermana, que es suyo por derecho- le contestó, en voz baja, cuidando de que el resto no los oyera mientras acomodaban las ropas de Aegon a la distancia. - nos están incluyendo en esto cuando bien sabemos que estamos de su lado-.

- Lo sé, lo sé. No sé que se puede hacer para evitarlo- dijo Aemond, ansioso por encontrarle solución a este problema.

- Para colmo, ¿dónde está Visenya?- le preguntó ella, también preocupada por ella.

- La encerraron- le contestó él. - me hierve la sangre porque no entiende que está sucediendo, está sola y...-.

- Ella sabrá qué hacer- le contestó ella, casi que sintiendo un instinto que le decía que eso era lo correcto.

- Espero que sí. Mi plan es irme con ella a Rocadragón cuando esto termine, deberías acompañarnos- le sugirió su hermano.

- Será imposible- le dijo ella. - seré Reina, no tendré escapatoria una vez lo coronen. La seguridad estará pendiente de nosotros, además, ¿qué haré con mis hijos?-.

- Los traeremos también- dijo su hermano, esperanzado.

- Tendremos que ver qué pasa, pero dudo que eso sea posible- le dijo ella.

De pronto, el salón ya se había llenado de gente. Todo estaba preparado para comenzar, Aemond observó a su hermana y sostuvo su mano una última vez antes de que se diera comienzo a la ceremonia.

Sólo podían tener esperanza de que todo saliera bien.

La Danza de las Espadas - Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora