La Danza de las Espadas
Otto dio comienzo a la ceremonia, haciendo que todos se dispusieran de tal manera en la que miraban al público. Estaba lleno de gente, Aemond podía notar el nerviosismo de su hermana, pero él mismo estaba más nervioso por todo esto.
- ¡Pobladores de Desembarco del Rey!- anunciaba Otto, al enorme público que colmaba el salón. - hoy es el más triste de los días. Nuestro amado Rey, Viserys el Pacífico, ha muerto- la gente reaccionó a la noticia, se miraban entre ellos. - ¡pero también es de los días más gloriosos! Cuando su espíritu se alejaba, susurró su último deseo, que su hijo primogénito, Aegon, lo sucediera-.
Por un segundo, las personas continuaron mirándose entre ellas, algo sorprendidas por este anuncio.
Pero no tardaron en aplaudir y festejar, parecían estar felices porque Aegon los fuera a gobernar.
Desde el interior del lugar, se notaba en Aegon un brillo en sus ojos mientras era acondicionado para salir, como sintiéndose feliz por recibir atención y cariño por la gente, quizás era porque no lo recibía de su familia.
Resultaba preocupante que se encariñara tanto con esto, todos tenían claro que Rhaenyra no le daría el trono tan fácilmente a su medio hermano usurpador, correría sangre, morirían inocentes. Sería todo más sencillo si el entregara su puesto, si él se negara a la coronación.
Aemond contempló sus opciones mientras la guardia del Rey hacía un camino con sus espadas y sonaban trompetines, él tenía su espada, podía perfectamente emboscar toda la cuestión, asesinando a Aegon antes de que la corona tocase su cabeza.
Sabría que esto lo mataría o condenaría, pero él sería el heredero a la corona. Tendría más opciones para restaurar todo a cómo tenía que ser, pero sería difícil emboscar al futuro Rey por si sólo, y con toda esa guardia real tan cerca y armada, lista para defenderlo.
Mientras tanto, Aegon, temeroso, hacía su gran entrada en torno al camino de espadas que habían formado para él, caminaba con la frente en alto, como si hubiera nacido para este día (aunque hace una hora no se sentía listo para ser el Rey y pretendía escaparse en un barco).
- Es su gran fortuna y privilegio estar aquí para presenciar esto- continuó diciendo Otto. - un nuevo día para nuestra ciudad, un nuevo día para nuestro reino. Un nuevo Rey que nos guiará- miraba a su nieto con orgullo, feliz de concretar su deseo, de poner a su sangre en el trono.
Su madre lo recibió, besándole la frente a su hijo mayor. Otto también se acercó a su nieto, sonriéndole. Y fue así que este se hincó ante el septón Eustace, que tomó un jarro dorado con agua y dio comienzo a la ceremonia.
- Que el guerrero le de valentía, que el herrero le de fortaleza a su espada y su escudo- decía el septón, trazando figuras en su frente, mientras Haelena lo miraba y lágrimas caían de sus ojos, en silencio. - que el padre lo defienda en su necesidad, que la anciana levante su brillante lámpara e ilumine su camino a la sabiduría-.
Fue entonces que el septón tomó la corona, una corona que era una reliquia, hecha de acero valyrio y con incrustaciones de rubíes, era la corona que había ostentado su antepasado, Aegon el conquistador.
Se entendía el paralelismo, pero no hacía justicia a la poca importancia de este evento - Aegon el conquistador tenía agallas, tenía fuerza y poder, Aegon actual carecía de todas las cualidades que a su antepasado le sobraban.
El septón entregó la corona a Sir Criston Cole, dándole los honores de ser quien coronase al nuevo Rey.
Aemond seguía inmerso en sus pensamientos, contemplando si desenfundar o no su espada mientras sostenía fuertemente su puñal, fue Haelena que la sacó de su frenesí.
- Visenya- le susurró a Aemond.
- Ya te dije que está encerrada en los aposentos, iremos por ella tan pronto esta blasfemia termine- le respondió Aemond, inmerso en sus pensamientos.- No, Aemond, Visenya- alzó su tono de voz, para hacer que Aemond mirara hacia el frente.
Sus ojos no podían creer lo que veían.
Era Vhagar, aquella gigantesca dragona haciéndose paso dentro de Pozodragón, destrozando todo a su paso, la gente corría desesperada afuera mientras gritaba, la bestia imponía miedo y más por su tamaño.
Levantaba una niebla de polvo, mientras se oían sus rugidos. Aleteaba la cola, haciendo que la gente corriera aún más rápido, aunque algunos desafortunados fueron azotados por la misma.
Se hacía paso mientras que la nube de polvo se disipaba, acercándose cada vez más a los verdes. Encima de Vhagar estaba la mejor parte: era Visenya. La vívida imagen de la conquistadora, en todo sentido de la palabra. Resultaba poético que estuviera montando el mismo dragón que su antepasada, haciendo de todo este momento algo más épico.
Visenya los miró a todos, mientras Aemond no pudo evitar esbozar una sonrisa en su rostro. Estaba feliz de verla bien pero también de que estuviera interviniendo en esta blasfemia.
Criston protegía a Alicent, como si eso fuera a evitar que el fuego la consumiera, mientras ella ordenaba que él fuera a proteger a Haelena. Alicent se puso por delante de Aegon, temiendo lo que siguiera, dispuesta a dar su vida por su hijo.
Visenya miraba a todos con desprecio desde la altura, a Otto y Alicent en especial.
- Han intentado usurpar el trono que por derecho es de mi madre, Rhaenyra Targaryen- dijo ella. - fue mala idea que intentaran retenerme, nunca le sería leal a esta escoria de usurpador-.
Nadie decía nada, nadie entendía nada tampoco. Ella estaba montando un dragón que no era de ella. Sí, había tenido contacto previo con la dragona, cuando salían a volar junto a su esposo, pero no quedaba del todo claro cómo todo esto era posible.
- Les voy a dar una opción y espero que sea clara con mis palabras- dijo ella, con desprecio. - o le juran lealtad a mi madre- dijo. - o mueren-.
Haelena y Aemond se miraron, ambos estaban algo felices de que todo esto estuviera ocurriendo a pesar de que la dragona estaba cerca de ellos, amenazante. No tardaron en hincarse, mostrando sus respetos a la nueva Reina que sería pronto coronada. Visenya sonrió, mientras que Alicent miraba confusa a sus hijos.
Aquellos que ella pensaba que le serían leales siempre.
Alicent dudó. No era que no le fuera leal a los suyos, era que no quería que sus hijos murieran por la avaricia de ella y su padre. Tendría otras oportunidades para traicionar a Rhaenyra, o quizás todo esto era para mejor. Seguir el curso natural de las cosas, permitir que todo sucediera cómo tendría que haber pasado.
Rhaenyra era una madre de bastardos en su lógica, había cometido muchas inclemencias y no le quedaba honor, pero Viserys no lo había visto nunca. Eso la enervaba, pero no le daba derecho a incumplir con lo que había establecido. Después de todo, Viserys había declarado a Aegon su heredero en pésimas condiciones - probablemente ni siquiera se estaba refiriendo a su hijo, sin ningún testigo más que ella. Más allá de que pudiera convencer a la población, no tenía gran validez por sí mismo.
El deber y el honor prevalecerían, eso el tiempo sólo lo corregiría. Los Siete la ayudarían.
Finalmente, la que alguna vez fue Reina se hincó.
Visenya estaba feliz de que Alicent, la que había hecho sufrir tanto a su madre, que la había obligado a llevar a sus vástagos a verla, que osó de acusarla de que sus hijos eran bastardos, que intentó matarla en el incidente del ojo de Aemond, que la maltrató durante toda su infancia, que se metió en la cama de su abuelo mientras que las cenizas de su abuela aún estaban calientes, esa misma Alicent que supo tener fuerza y astucia ahora estaba derrotada totalmente, amenazada por un dragón que pertenecía a su mismo bando. La dragona de uno de sus hijos.
- Pelearé con honor, cómo me enseñaron en Rocadragón- anunció Visenya a aquellos que no se habían hincado. - quemarlos no tendría gracia-.
Se bajó despacio de la dragona, que de todas maneras permaneció en el lugar, lista para defenderla si lo requería. Le dio una pequeña caricia afectuosa en agradecimiento.
Era una pelea desigual.
Otto, que estaba desarmado, Aegon, que ostentaba la espada de acero valyrio Fuego Oscuro de sus antepasados y Sir Criston, listo para defender a cualquiera de los dos.
Visenya desenfundó a Hermana Oscura, generando confusión otra vez. La espada de su padrastro pero también de sus antepasados, la misma que ostentó Visenya la Conquistadora.
- Es como la conquistadora- susurró Haelena, casi que emocionada, mirando a su hermano.
Aegon se abalanzó torpemente, mientras Visenya bloqueó el espadazo. Ágilmente, continuaron peleando.
Aegon subestimó las habilidades de Visenya, que con fuerza lograba bloquear sus ataques, ferozmente azotaba con su espada, que probablemente pesara más que ella pero empuñaba con gracia.
Mientras tanto, Aemond quería ayudarla, pero Haelena lo frenó.
- Esta es una pelea de ellos- Haelena le dijo. - déjalos desquitarse-.
Pero no contaban con una variable.
Mientras que Aegon y Visenya peleaban, Otto y Criston pretendían escapar. Aemond no podía creer lo que veía y casi se echa a reír, pero pronto bloqueó al par.
- ¿A dónde vas, abuelo?- le dijo a Otto. - y tú Criston, Lord Comandante de la Guardia Real, ¿en serio eres tan cobarde?-.
- Sólo intento proteger a tu abuelo, Aemond. Pase lo que pase, lo ejecutarán, tú lo sabes- dijo Criston. - si te queda un poco de honor, nos dejarás ir-.
- No me interesan ninguno de los dos, y menos tú Criston, ¿irás con él a defenderlo?- preguntó él. - solías ser el guardia jurado de Rhaenyra, según lo que cuentan los rumores tu tuviste un romance con ella. Era una niña, Criston, y tu un adulto grande, así te salió tan mal que se dice que se negó a irse contigo, en despecho te afiliaste a mi madre, no por honor ni querer ver a Aegon en el trono, no mientras. Mereces ser despojado de tus títulos- desenfundó su espada. - o quizás algo mejor-.
Antes de empezar a pelear contra Criston, Aemond se tomó un momento para cortarle el tobillo a su abuelo, impidiendo así que escape mientras comenzó la pelea y también enfureciendo a Sir Criston, dandole pie a la batalla.
"La Danza de las Espadas" - así se llamó históricamente a esta lucha en simultáneo.
Por un lado, Aegon Targaryen, el usurpador, a quien Alicent y Otto conspiraron para poner en el trono en lugar de la heredera legítima, Rhaenyra Targaryen. Quien yacía en Rocadragón, con su recién nacida, Aemma Targaryen, nombrada en lugar de su abuela, sin tener idea de que esta pelea se estaba dando. Peleaba contra Visenya Velaryon, la hija de Rhaenyra Targaryen, que peleaba en su representación, ostentando la espada de su padrastro. Se dijo por siglos que era la vívida imagen de la Conquistadora.
Por otro, Aemond Targaryen, hermano del usurpador, quien fingió ser verde hasta el final en su compleja e inteligente estrategia, llegando a pelearse con el legendario Sir Criston Cole, Lord Comandante de la guardia real, quien en el pasado había sido capaz de desarmar al mismísimo Daemon Targaryen.
Visenya continuaba peleando con astucia, hasta que finalmente logró desarmar al inepto de Aegon en una hábil movida, estaba claro que su destreza era inigualable.
Su cara esbozó terror, mientras que Visenya apuntaba con su espada al cuello frágil de su tío.
- A mi madre le has usurpado el trono, a mi esposo le usurpaste su honor e inocencia y a tu esposa e hijos les usurpaste su felicidad- le dijo, mirándolo a los ojos. - no trajiste nada bueno a este mundo, ojalá fueras capaz de verte en el futuro, todo si esto no hubiera pasado- lágrimas caían de sus ojos, estaba asustado. - si no te hubiera frenado, hubieras quemado a mi madre con tu dragón- le dijo. - pero no podrás hacerlo, aquí termina tu historia, Aegon-.
Y con un azote de su espada decapitó a Aegon, rodó su cabeza y la corona cayó al piso. Fue el reinado más corto de la historia, terminándose el mismo día en el que había comenzado.
Simultáneamente, Aemond azotó a Criston con su espada en el vientre, entre las rendijas de su armadura, este escupió sangre antes de caer al piso y desplomarse.
Aemond procedió a acercarse a Otto, decidido a acabarlo, quien yacía en el piso indefenso, vulnerable ante cualquier ataque e incapaz de escapar.
- No- ordenó Visenya a su esposo. - déjalo. Ese merece ser asesinado por Daemon-.
Desde su posición, Otto hasta daba pena. Resultaba irónico ver a una figura tan inteligente, tan capaz, que siempre tenía un As bajo la manga, ahora estaba tirado en el piso. Débil, inútil. Literalmente apunto de morirse. También era irónico que quien lo había puesto en esa posición era sangre de su sangre, y que por el que había planeado todo esto ahora yacía decapitado a unos metros de él.
- No, piedad- clamaba Otto, claramente prefiriendo ser asesinado limpiamente por Aemond o por Visenya.
- No la mereces- dijo Haelena, quien había visto todo sin irse, a pesar de detestar la violencia.
Visenya observó a Aemond, ambos cubiertos de sangre ajena. Sonrió, viendo cómo su esposo había defendido a su madre, como había peleado por ella. Todas las dudas que tuvo respecto a lealtad de su esposo se habían ido, estaba contenta por todo esto.
De pronto, antes de que pudiera decirle algo, sintió como sangre corría por sus piernas, sintió un dolor en el vientre, ¿la habían herido?
- ¡Visenya!- fue lo último que escuchó, que gritó Aemond.
Su vista se nubló, sintiéndose como en otro plano, dejó caer a la preciada Hermana Oscura. Perdió la fuerza en las piernas y se desplomó, dándole un poético final a tal pelea.
La Danza de las Espadas.
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La Danza de las Espadas - Aemond Targaryen
RomanceEn un universo distinto, uno en el cual Rhaenyra fue capaz de engendrar un vástago legítimo con Leanor: Visenya Velaryon, la tercera hija del matrimonio. Prometida a Aemond Targaryen, tiene como propósito unir las dos familias y formar una alianza p...