CAPITULO 34.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Separa más mis piernas teniendo aún más acceso a mi conducto, penetra con fuerza y vehemencia, descargando su estrés conmigo mientras acepto gustosa lo que me da. Sabe que me gusta follar duro, salvaje, que me apriete con fuerza, me da todo lo que pido en gemidos.

La melodía de un teléfono interrumpe haciendo que rebaje sus movimientos, desvía su atención lanzando el aparato a alguna parte de la habitación para seguir nuevamente.

No soy una buena persona y tampoco pretendo aparentarlo. He hecho cosas que van encontrá de la moral pero eso no es algo que me afecte, me folle al mejor amigo de Luciano, cuando éramos niños y después, cree esa enemistad que me da igual, tampoco siento remordimiento alguno cogerme a un hombre que tiene su mujer. Menos si es a Matteo Adams. 

Primero fue mío y luego de ella y así será mientras yo viva.

— Matteo. —gimo con fuerza.

Aumenta sus movimientos penetrando con todo lo que tiene, si hay un hombre demasiado bueno en la cama ese es Matteo, y también Andrei... Y Luciano... En fin, creo que hicieron un maldito curso de como hacer sentir que te quieren partir en dos. La barrera que da el látex del condón no es un impedimento para que sienta con ganas, su mano va a mi nueva hundiendo mi pecho en la almohada de algodón mientras su otra mano mantiene mi cadera alzada.

— Dhalia... —susurra con los dientes apretados.

Apego mis glúteos a su cadera reteniendo lo más que puedo las ganas de mi orgasmo, eso solo le pertenece a una persona y siempre ha sido así. Matteo gruñe una vez más y termina por vaciarse en el condón.

Suspira igual que yo, cae a mi lado con la respiración alterada. A pesar de que no llegue al orgasmo, me siento satisfecha por el momento.

— Vas a venir matandome en una de estas corridas. —me río de lo que dice.

— Así me haré un favor y ganaré estatus.

— Tienes suficiente con ser la mujer más deseada... Ni siquiera mi empresa es tan poderosa.

— Tu empresa es una de cuarta, y los escándalos la opacan.

Asiente dandome la razón, su mano agarra mechones de mi cabello y lo acaricia con tranquilidad, no lo aparto, no me molesta que me mimen.

— Tienes que dejar de guardarle eso. —habla Matteo con voz ronca.

— Mis orgasmos siempre serán de él. —susurre muy bajo, tanto, que se que no me escucho. — No quiero a tu mujer aquí lista para matarme.

— No lo sabrá.

— Bien.

Claro que lo sabrá, mi perfume está en cada parte de él. Y así se bañe va a oler a otra fragancia.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora