CAPITULO 48.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Adriel entra para sacar todo aparato hospitalario de mi habitación. Alana duerme acurrucada en el columpio con una cobija tejida encima y un peluche entre sus brazos.

— ¿Estará mejor? —susurre bajo.

— Si, Andriette está consiguiendo un antídoto para el veneno que contiene el fármaco, por ahora lo que evita que corra rápido por su sistema es el suero pero aún así avanza.

No le respondo. Apenas sale me centro en sacar un nuevo conjunto de pijama para Alana mientras que la esclava entra a cambiar las sábanas ya que no hace mucho vómito. Dejan un plato con sopa sobre la mesita y se retiran dejando todo como nuevo.

Cargo a mi hija la cual se va despertando cuando comienzo a quitarle el vestido que tiene y la meto en la bañera rosada, cierra los ojos recostandose de mis brazos y una vez que terminó de enjuagarla, seco su cuerpo y le coloco el pijama de princesas. Paso de la sopa y la meto en la cama.

— ¿Mami? —susurra dormida dándose la vuelta.

Me deshago de mi ropa, y entro en la ducha dejando la puerta abierta para poder verla. El agua fría tensa los músculos que se van destensando cuando mi cuerpo se acostumbra al frío. Ha preguntado cuatro veces por Luciano y eso solo aumenta mi rabia interna.

Salgo agarrando un paño y pasandome las bragas. El frío en Veliko aumenta de noche y la temperatura baja tanto que incluso pienso en colocarme un suéter pero todo se me olvida cuando escucho a Alana gritar. Entro a la habitación y veo que tiene los ojos abiertos de par en par mirando hacia la mini sala de estar de la habitación.

— ¡Mamá! ¡Mama! ¡Un monstruo! —grita en medio del llanto, se va rodando hacia atrás hasta que llega a la orilla de la cama y consigo agarrarla antes que caiga. — ¡SUELTAME!

Patalea cuando abrazos sus brazos, me rasguña, muerde, grita, golpea. Frunzo los labios con los ojos cristalizados mientras intento envolverla con mis piernas, siento sus uñas clavarse en mi piel y rasgar con fuerza.

— Alana... —susurro cerca de ella pero es imposible calmarla, sigue insistiendo en los monstruos.

Como puedo entro a la cama agarrando la cobija y tapandonos completamente, su respiración está agitada pero aún así parece no reconocer nada.

— Estoy aquí... Mami está aquí. —susurre dejando pequeños besos en su mejilla. — Mami está aquí, princesa, ya estás a salvó.

Se apega a mi y la pulsera que tiene brilla en la oscuridad dejándonos un poquito de luz que parece relajarla.

— Mami...

— Dime.

— ¿Viste el monstruo? —susurra temblando.

— Si, princesa, lo ví. —miento.

— ¿Te hizo algo?

— N... No. —trago saliva para disolver el nudo que se me instala en la garganta. — ¿Y a ti?

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora