CAPITULO 13.

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Tsarevets nos recibe con su clima fresco y su estructura colonial

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Tsarevets nos recibe con su clima fresco y su estructura colonial. A Alana le encanta estar aquí ya que la casa la construí como un verdadero castillo. Tengo casas en la mayoría de Bulgaria, pero todo se lleva acabo en la de Bansko, es como la cede principal.

Adriel baja de la camioneta con mi hija siguiéndole con su máscara puesta, por un segundo el sol le pega en el rostro y todos los diamantes hacen un destello hasta que entra a la casa. El pirata baja de la camioneta pero se limita a quedarse ahí de pie, sabe que aquí no puede quedarse.

— Te llevarán al aeropuerto. —asiente. — Lugo de ir a tu casa, viaja a Polinesia, te llamaré cuando te necesite.

No me responde porqué no tiene permitido revelar su identidad a nadie. Vuelve a abordar la camioneta y apenas arranca van tres camionetas más cubriéndole.

Los sirvientes comienzan a bajar las cosas de la camioneta, y yo agarro lo que está en mi deportivo y lo bajo por mi cuenta. Veo que entra Emilia con dos muletas y la pierna vendada, la ignoro y entro al sótano de la estructura para dejar mis planos en una bóveda parecida a la de Bansko.

El viaje a La Polinesia Francesa se va a retrasar un poco, antes de eso necesito viajar a Rusia y no puedo atrasar ese viaje. Suelto los planos en la mesa, observo la misma cartelera que tenía en mi otra bóveda, con la diferencia que en esta foto salen dos personas y una de ellas luce un vestido de novia. Aprieto la mandíbula y decido salir de ahí.

Subo las escaleras y decido meterme en la típica habitación que siempre a escogido Emilia. Ahora estoy más calmada que antes, en esta ciudad las mafias no suelen venir, es un punto ciego en los mapas y de muy poco tráfico negro.

Emilia está recostada en la cama, con la pierna montada en algunos cojines para tenerla en alto. Termino de entrar y tomo asiento en un pequeño mueble de una esquina.

— ¿Qué haces aquí? —murmura Emilia volteando a verme. — ¿No te fue suficiente con dispararme?

— Mi hija pudo haber pasado cosas peores.

— Pero no fue así... ¡Dios Dhalia! —se acomoda sentandose. — Alana está viva, sonriendo como siempre. Nadie hubiera dejado que algo le pasará, lo creas o no ella es muy inteligente.

— Tiene cuatro años, Emilia, no iba a poder contra el león y tú sola presencia no bastaría para traerla de regreso. —trato de mantenerme en calma pero mi tono de voz sale fuerte.

Tan solo imaginarme no escuchar esa risa que ahora llena el pasillo de esta estructura, no se que sería capaz de hacer. Alana a sido mi freno de mano desde aquel día.

— Ni siquiera sabes si fue el león el que vino. —bufo y miro por la ventana. — Y tal vez no fuera tan malo que ella estuviera cerca de él.

— ¿De qué mierda hablas? —aprieto la mandíbula sobre manera.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora