CAPITULO 80.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

El silencio llena cada rincón de la habitación, del pasillo y del lugar en el que me encuentre, nadie habla, nadie camina, todo está muy tranquilo como si ocurrió una tragedia o alguien falleció ¿Morí? ¿Será que el silencio es para mí? Después de todas las cosas que he hecho nunca imaginé que existiera el silencio cuando muriese, así que no, no debo estar muerta.

Despegó mis párpados hasta cierto límite y la luz baja de la habitación es bien recibida, el único ruido perceptible en la habitación es la del monitor que lleva el ritmo de mi corazón, y el menos perceptible es la de mi respiración. Observo la ventana de cortinas cerradas que está a mi derecha, poco minutos después la puerta se abre y entra una mujer que veo doble, o triple, quizás sean varias.

— Estás despierta, eso es bueno. —su voz es monótona y calmada, como si ha dicho eso miles de veces.

Tengo en mente a varias personas a las que no les parece bueno que esté despierta, pero ni siquiera puedo decir que estoy conciente del todo. Sigo pensando en esos pares azules que me sonrieron desde la primera vez que salieron de mi interior, y ya ni siquiera se si son reales o una fantasía.

El pitido que antes era tranquilo se vuelve acelerado, mis párpados pesan mientras mi cuerpo tiembla con demasiada fuerza y vuelvo a caer en ese oscuro pasillo donde solo grito un nombre.

Alana.

Minutos después vuelvo a tener control de mi mente, no debí dormir mucho tiempo. No puedo moverme como quisiera pero mi cuerpo duele y está cansado de estar en esta cama, los hospitales deberían tener mejores colchones. El ruido regreso, ya no hay silencio, se escuchan las voces, los llantos, plegarias, el televisor, gritos de emergencia...

Abro los ojos una vez más aunque no logro enfocar, solo quiero ver a mi hija o escucharla pero en todo lo contrario de dos ojos azules me consigo con cabello amarillo y ojos grises rodeados de ojeras. Está de pie con los brazos cruzados y su mirada fija en otro lugar que no sea yo.

— Alana... —susurro sintiendo como raspó mi garganta por la falta de líquido.

— Dios mío...

Parpadeo un par de veces y logro enfocar al hombre que está frente a mi.

— Ay no, eres tu, cómo es que todavía estás vivo. —observo a mi hermano, tiene morados en el cuerpo y partes vendadas, hago una mueca.

Debí girar más el auto hacia mi lado.

— Dios mío ¡Si eres tu! —se recuesta de mi pecho y me abraza con fuerza, aprieto los labios sellando cualquier quejido cuando todo me duele y arde.

— Si, ahora suelta. Tengo sed.

Se despega y me acerca un vaso de agua, lleva el pitillo de plástico hasta mi boca y logro hidratarme hasta que el sabor a medicamento me hace querer vomitar.

— ¿Quieres envenenarme? —murmuro sintiendo mi lengua pastosa.

— Es medicamento, lo dejo la enfermera para cuando despertarás. —asiento mientras agarro el control para mover el espaldar de la camilla. — Nos diste un susto.

— ¿Cuánto llevo aquí?

Se queda callado por unos segundos mientras me ayuda a sentarme mejor. Si las palizas en la fosa dolía esto está peor.

— Tres semanas.

— ¿Inconsciente?

— Si, y dos semanas sin responder. Los doctores no dejaron muchas esperanzas para ti, pero tú espíritu animal es un gato eso está claro.

Alzo mi mano y me quedo perpleja al darme cuenta que la mitad de la palma es una quemadura que está sanando, las uñas están tan cortas como se puede y no se diferencian las líneas de la mano.

— Creí que ibas a morir.

— Aún no. Necesito un teléfono.

Me extiende el suyo sin contraseña, entro a llamadas y marco el número que aprendí de memoria.

— ¿Quién sabe que estoy aquí?

— El abuelo, la corte real, los noticieros... Alex viajo está con Aneka en recepción firmando tus papeles de alta...

— Cuando estaba en otra habitación, alguien entro... Una mujer, me inyecto algo que me puso a temblar al instante.

— Alex la encontró saliendo de la habitación, la reconoció como miembro de la Cosa Nostra... Estaba inyectandote un medicamento que ligado a lo que tenías recetado podía darte un paro.

Aprieto los dientes y es imposible que los ojos no se me cristalicen, es claro que no estoy en mis cabales todavía. Al cuarto pitido contestan.

— ¿Reginae? —suelto un suspiro de tranquilidad porque es lo que necesito para anclarme a esta vida.

— Estoy viva, te dije que iba a mantenerme así. Necesito que hagas algo. Activa el explosivo de Roma y de alguna ciudad de Nueva York. También explota otra ciudad que quieras.

Bene.

Se escucha como teclean algo del otro lado de la llamada, Nikolay me mira con el ceño fruncido y prefiere tomar asiento en la esquina de la camilla. Le señalo el televisor así que lo cambia a las noticias internacionales.

—  Paratus. Roma, Long Island et Indonesia sub potestate Niger Mafiae modo explosa sunt. Te amo, eundum est.

Cuelgan la llamada mientras sonrió. Las noticias comienzan a volar y cada televisor de la clínica comienza a reproducir los videos de las explosiones.

— Dhalia...

— Por cada atentado sucederá lo mismo en el mismo país o en otro lugar. Si no puedo estar con mi hija el mundo arderá y cuando me siento amenazada hago lo mejor que se hacer.

Ad laedas.

— Exacto.

Me quitó las sábanas viendo que la mayor parte de mi cuerpo está vendado, estos médicos de segunda no sirven de nada necesito mi médico especial. Dejo los pies en el suelo y me levanto tragandome el dolor, el mareo repentino nubla mi vista pero Nikolay me sostiene.

— ¿Qué te dijeron de mi embarazo? —murmuro.

— Persuadi a la ginecóloga para que no dijera nada de eso, pero deberías reposar, a pesar de que está bien tuvo demasiado movimientos bruscos y puede que estés en riesgo.

Frunzo los labios y asiento, se coloca de espaldas a mi con toda la atención fija en el televisor donde pasan las noticias de las explosiones. Agarro el pantalón deportivo ancho de color crema y el suéter a conjunto, el inútil me ayuda a amarrarme los tenis dejándome en mi metro cincuenta y tantos, una vez que me recoge el cabello y me coloca una gorra salimos de la habitación.

Tengo mi pirata personal y no es Lucas, mientras no pueda estar con mi freno de manos van a conocer quien es Dhalia Ivanova, la Reina de todo un país, la Reina Negra, la puta ama, y el Diablo que nunca te gustaría conocer.

🧩🧩🧩

Paratus. Roma, Long Island et Indonesia sub potestate Niger Mafiae modo explosa sunt. Te amo, eundum est. = Listo. Roma, Long Island e Indonesia acaban de explotar bajo el poder de la Mafia Negra. Te amo, debo irme.

Ad laedas. = Dañar.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora