CAPITULO 62.

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Dhalia Ivanova

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Dhalia Ivanova.

Regreso del calabozo cuando terminó de ver a Andrei drogándose, es cuestión de tiempo para que vea lo que está en la celda frente a él y que comience la desesperación. El cansancio de la batalla me pasa factura demasiado rápido, pero aún así me encamino hacia las escaleras para ir a pasar tiempo con mi hija.

Deben ser como las cinco o seis de la tarde porque el cielo comienza a oscurecerse. Aprieto el pasamanos cuando un mareo ataca mi cabeza, el piso se me mueve y el estómago se revuelve pidiéndome a gritos vomitar; frunzo el ceño cuando no puedo aguantar las ganas de vomitar y tengo que correr al primer baño cercano para escupir todo lo que tengo en el estómago aunque apenas he comido. Las arcadas se hacen más fuertes hasta que no sale nada de mi estómago.

Mierda, Dhalia...

Bajo la palanca del inodoro y me enjuagó la boca rápidamente. Al verme en el reflejo, noto lo pálida que estoy «muy por fuera de lo que es normal» hago una mueca pero tomo una larga respiración y salgo del baño.

Estoy cansada pero tengo que pasar tiempo con mi hija, más allá del dormir juntas. Escucho su risa en la habitación que han agarrado Adriel y Andriette agarraron para armar un mini laboratorio.

— Dhalia. —giro sobre mis talones y observo a Andriette con sus gafas y la chaqueta blanca. — Tenemos que hablar...

Le señalo las escaleras y ambas bajamos directo a mi oficina. Tengo demasiadas cosas que hacer como para estar sintiéndome mal.

— El frasco contiene fentanilo con ketamina, y un veneno que nunca había visto... —cierro los ojos para apretarlos y vuelvo a abrirlos fijando mi vista en ella. — ¿Estás bien?

— Si, prosigue.

— Bueno... Nunca había visto ese veneno, se supone que estaba extinto, osea, no se había visto ni siquiera por los mejores biólogos.

— Tu eres la mejor bióloga.

— Por eso lo digo. —resopla. — Esto fuera más fácil si se decidieran por sacar a Nik... —se queda callada y abre los ojos de par en par.

— ¿A quien? —me levanto un poco mareada pero lo disimulo.

— Nada... Ya... Creo que ya...

— Andriette...

Frunzo el ceño cuando sale corriendo de la habitación, pero ni siquiera intento seguirla porque estoy demasiado mareada y cansada para poder hacerlo. Vuelvo a tomar asiento y veo el vaso de whisky escosés.

— ¿Mami? —alzo la mirada y Alana entra deteniendose a mi lado. — ¿Te sientes bien?

— Si, nena. —giro la silla montandola en mis piernas. —¿Dónde estabas?

— Con tío Driel. —me sonríe. — ¿Y mi hermanito?

La miro descolocada. — ¿Qué?

— Papi dijo que tenías un hermanito aquí. —pone su mano en mi vientre tensandome.

— ¿Así dijo? —asiente sonriente. — Pues, aquí en mi barriga, no hay nada, solo comida y licor.

Aunque parece disgustada por mi respuesta, termina carcajeandose. Cierro los ojos cuando Alana se recuesta de mi pecho, incluso considero el hecho que me hayan drogado pero tampoco es como si hubiera descansado muy bien estos días.

🧩🧩🧩

Cuando despierto, estoy en mi habitación, aprieto los ojos fuertemente y giro la mirada hacia Alana quien duerme sobre mi brazo izquierdo. ¿Cuándo llegue aquí? Me levanto con una mueca cuando un pinchazo en el abdomen se hace presente, las palabras de Alana me traumaron de fuerte manera... No estoy embarazada... ¿Verdad?

Voy directo al baño y apenas abro la ducha entro directamente, el agua helada cae sobre mi piel arrastrando la sangre de la batalla... No debí dormir con Alana así... Agarro la esponja y la lleno de jabón, comienzo a restregar mi cuerpo ignorando los ardores de las manos y otras partes de mi cuerpo, me saco el polvo, la tierra y la sangre seca. Me enjuagó el jabón del rostro y salgo de la ducha envuelta en el albornoz.

Reviso mi teléfono y veo que son las nueve de la noche, tan solo dormí cuatro horas. Suspiro y saco una pastilla para el dolor de cabeza que ingiero inmediato. Me agrego crema, perfume y salgo por puerta que va directo a mi vestidor, me coloco un pantalón de latex negro, una camisa blanca y agarró una chaqueta de piel.

Cargo a Alana y salgo de la habitación, una esclava se cruza por mi camino y ordenó que lleven comida a mi oficina antes de seguir a esa dirección.

— ¿Adriel? —enarco una ceja cuando lo veo sentado en el sofá.

— Dhal... —se levanta.

— ¿Qué haces aquí? —Se acerca a mi y agarra a Alana para acostarla en la cuna que está en mi oficina. Percibo el olor de los hornos donde hacemos armas.

— Quería hablar contigo, pero estabas dormida así que te lleve a tu habitación. ¿Te sientes bien? Te ves pálida.

Cuando intenta tocarme retrocedo y le digo que si, que estoy perfecta para que deje de estar tan preocupado y tomo asiento frente al escritorio.

— Vito está en estado delicado...

— No te pongas a curarlo, simplemente atiendelo y lo tiras en el calabozo.

— Lo sé. Eso hice. —aparto el vaso con whisky viejo que deje hace unas horas atrás.

Saco los impuestos, los servicios y otras cosas que hay que pagar de mi empresa principal. Siempre estoy al día, así que no hay muchas cosas que hacer, solo pagarle a algunos empleados que son jefes y de eso se encarga Aneka, pero me gusta revisar mis cuentas.

— Su hijo y esposa están en... Muy delicadas condiciones. Carla los dejo en su casa y... No creo que esto esté correcto, Dhal. —sus ojos azules tienen un toque de lastima.

— Que drogaran e intentarán matar a mi hija tampoco esta correcto, Adriel, separa tus principios de la mafia negra o no podrás encajar aquí.

— Yo no encajo aquí.

— Lo sé. Pero te necesito aquí. —asiente sin refutarme. — Cuando puedas viaja a Alemania, a visitar a mi padre. Está preocupado por ti, cree que ya te asesiné.

Asiente y se sienta en la silla frente a mi escritorio. Reviso los impuestos y luego las labores de ministra que suelo tener. Hay unas elecciones dentro de poco, pero no cabe duda que las voy a ganar, así lo he hecho desde hace tres años y seguirá siendo así... El presidente podría morir y yo seguiría en este puesto, aunque el ser presidente me está tentando.

Las armas son las que menos preocupación me tienen. Y que Andriette haya mostrado poca confianza en poder crear un antidoto me tiene mal.

— ¿Qué tal van con el diagnóstico de Alana? Todavía tiene los dedos morados.

— Si... Bueno... No soy biólogo.

— Lo sé, imbécil, pero trabajas junto a Andriette.

— No ha podido conseguir algo que lo deshaga, solo lo ha podido retener. Pero el que hayas traído la droga está muy bien.

Bufo y veo el mensaje de mi pirata que dice que ya llegó. Es de hace unas horas, pero creo que le tengo otra tarea a Lucas Adams.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora