Dhalia Ivanova.Adriel se va, así que camino hasta la cama y me quedo ahí fingiendo que presto atención a lo que está viendo Alana pero solo me hundo más y más en mis pensamientos. No sé si me alegra que Nikolay este vivo, siento que así como me ocultaron eso me pueden ocultar otra cosa y hay tres traidores que están marcados en mi mente.
Bozhidara Ivanova.
Aneka Ivanova.
Andriette Ivanova.Si Bozhidara se salvó de que mi madre la asesinara, la asesinare yo.
Despegó la mirada de mis manos cuando siento que Alana se monta en la cama, queda sentada de rodillas y me mira fijamente. Le sonrió como puedo aunque me parece que solo logro hacer una mueca.
— ¿Estás triste, mami? —asiento apretando mis labios. Me jode que hasta Alana se de cuenta de mis mierdas cuando ella debería estar irradiando amor y felicidad como siempre. — ¿Quieres un abrazo? —le sonrió con los ojos humedecidos y extiendo mis brazos para que se acueste sobre mi. Envuelve sus brazos en mi pecho y una vez más lloro... Lloro en los brazos de lo único que puedo considerar estable en mi vida. — ¿Es por el hombre que llegó?
— Si...
— ¿Te rompió el corazón? —se despega de mi con una mueca. Asiento a su pregunta sin ser capaz de conseguir mis palabras. — ¿Era tu novio?
— No, princesa. Era mi hermano... ¿Quieres que te cuente una historia? —asiente interesada en el tema. — Había una mujer, era bella de ojos gris oscuro y cabello rubio, que se enamoro de un caballero con armadura, tras amarse muchísimo procrearon a sus dos primeros hijos, ambos nacidos el mismo día...
— ¿Eran gemelos? —luce curiosa con la pregunta.
— Eran mellizos. —aclaro.
Nikolay Ivanova.
Maldigo entre dientes y avanzo hacia la puerta de madera de la habitación más grande que tiene Tsarevets.
Se lo que dijo, se que me prohibió acercarme a su habitación, y también se que esto puede ser un boleto directo para irme de aquí. Pero necesito hablar con Dhalia.
Cierro el puño y alzo mi mano para tocar la puerta pero me detengo al escuchar voces dentro. Me recuesto de la madera para poder escuchar lo que dicen.
— ¿Eran gemelos? —escuche la dulce voz de la niña.
— Eran mellizos. —la voz de Dhalia es fuerte y baja, con ese tono demandante que siempre ha tenido. — Ambos niños eran muy unidos, la niña, tenía el cabello rubio y ojos grises al igual que su hermano...
— La niña se parece a ti, mami.
— Esa niña soy yo, Alana.
Alana... Así que ese es su nombre.
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La Reina Negra.
Novela JuvenilEn una historia hay muchas vertientes. El malo intenta tapar la verdad, el inocente no sabe lo que sucede y el verdugo ve todo en silencio esperando su momento para atacar. Las historias comúnmente están mal contadas, cada quien tiene una versión d...