CAPITULO 63.

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

El mundo estaba comenzando a colapsar, los explosivos búlgaros que fueron detonados en Rusia comenzaron a desatar una larga lista de infecciones y enfermedades que los hospitales no estaban listos para recibir. La tierra se torno infértil y el gobierno ruso no tenía una fecha exacta en la que se pudiera volver habitable, la mitad de Moscú que seguía viva estaba enferma.

En Estados Unidos, también se detonó un explosivo, bien se sabía que la reina no le tenía mucha paciencia al niño capricho y Genovese que trataba su trabajo como si era una lata de atún más en el mundo. La Gran Manzana quedó destrozada, un simple hueco que ella marco en su mapa con un dardo negro.

Si seguían como iban, la próxima ciudad a quemar iba a ser Sicilia. No le perdonaría jamás el disparo que intentaron darle a Alana... Y lo peor es que fuera su propio padre... ¿Cómo iba a explicarle a la pequeña que su padre la detestaba? Bueno, si es que en realidad lo hacía. A pesar de los gritos de Bozhidara, las afirmaciones de los guardias que fueron a la isla, Dhalia Ivanova Di Marco no creí que su... Lamentablemente, esposo, quisiera asesinar a esa pequeña niña que ambos habían creado.

Por otro lado, la fosa tenía a una persona ansiosa por salir, ya tenía siete años encerrado y quería ver la luz del sol y a su espejo, también a la pequeña.

— Mamá tienes que ir. —susurra Aneka Ivanova.

Una mujer demasiado conservadora y poco intrusa en los temas que no la integraban, la lealtad de la mujer hacia el líder de su mafia era demasiado grande, tanto que estar ocultando está información la estaba llevando a autoseñalarse como traidora.

— No puedo seguir ocultandole esto a Dhalia...

— ¡Calla mujer! —la riñe su madre. — Que alguien te puede escuchar. Nadie te va a creer si dices eso... Hay que esperar un poco más.

Pero... ¿Había un poco más? Pensó la mujer rubia mientras observaba a su progenitora.

Y es que no. No tenían más tiempo, no había un esperemos más o un mañana con seguridad de que no iba a llegar algún atentado. Luciano Di Marco, estaba rabioso, encerrado de nuevo en su organización sin tener a su hija y esposa con él, a veces ansiaba tanto ver la sangre de Dhalia caer pero de solo imaginarselo le dolía el pecho... Sin embargo, el lince anhelaba que su alianza con el italiano surgiera efecto y fuera por él, pero ya habían pasado tres días y el seguía drogado bajo la casa de la Mafia Negra.

— Dhalia.

Aneka llama la atención de una Dhalia que va medio dormida cruzando la sala de estar, se regresa sobre sus propios pasos y mira a ambas mujeres con los ojos entrecerrados. No es que en su casa hayan paredes a prueba de sonidos, y tampoco es que ellas hablaban muy bajo.

— Necesitamos hablar contigo. —añade.

— ¿Necesitamos? —Bozhidara enarca una ceja.

— Si, necesitamos.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora