CAPITULO 42.

165 10 0
                                    

Dhalia Ivanova

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dhalia Ivanova.

El sueño se me va a la hora jodida, las tres con treinta y tres de la madrugada. Dejo mis ojos fijos en el techo de la habitación, Alana duerme plácidamente sobre mi mientras una de sus manos descansa en mi seno derecho. Luciano se levantó hace unos veinte minutos.

Dejo recostada a Alana a un lado de la cama para levantarme, no pienso mucho simplemente me ducho y me arreglo con el uniforme táctico y las botas negras de tacón.  Agarro a la niña, le coloco la máscara antes de agarrarla en brazos e irme directo a mi estudio el cual queda en el pasillo contrario al de Luciano.

Percibo la presencia del hacker a mi espalda ya que sus pasos no producen sonido. El primero en entrar a la habitación es él y luego lo hago yo dejando a la niña acostada en el sofá del despacho.

— Será mejor que comiences a hablar. —miro sus ojos miel, no lleva la cara cubierta y puedo ver todas las facciones que son demasiadas parecidas a su hermano.

— El lince retiro los cuerpos del FBI, fueron trasladados a Rumania por eso se está escondiendo en esa provincia, es la mas cercana.

Dobrich queda entre el mar negro y Rumania, eso la hace muy alentadora hacer los escondites de muchos terrorista. De mi país, la más manchada es esa ciudad poco habitable.

— Viajaremos a Bulgaria. —asiente sin refutar algo de lo que digo. — Si es hoy mismo muchísimo mejor.

— Tengo otra cosa que decirte. —enarco una ceja bajo el silencio que deja pasar.

— Tápate la cara, viene alguien.

Se quita la camisa negra de algodón y se la pasa por la cara amarrando las mangas en la parte detrás de su cabeza, acomoda el cuello muy bien de manera que solo le queden los ojos descubiertos.

Dexlio entra a mi despacho luciendo cansado, es un coreano no tan viejo pero muy experimentado, al ser químico y herrero me ayuda mucho con las creaciones de las armas. Las bolsas debajo de sus ojos y los golpes que lo impiden moverse me deja saber que mis hombres han hecho su trabajo al traerlo.

— Mi reina. —planta una rodilla en el piso con dolor.

— Nos hubiéramos ahorrado esos golpes si hubieras aparecido a buena voluntad. Que no se te olvide que estás a mi merced y juraste lealtad. Me debes la vida.

— Lo sé, mi señora. Tenía problemas...

— No quiero saber tus problemas familiares, Dexlio, muevete a trabajar.

Se levanta yéndose directo por la puerta escondida en la oficina. Vuelvo a mirar al chico frente a mi, el cual parece más dormido que despierto.

— ¿Por qué esa cara, Lucas? —pregunte llamándolo por su nombre. — Si vienes con fines drogadictos te voy a meter tu misma polla por la boca.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora