CAPITULO 21.

210 16 0
                                    

Dhalia Ivanova

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Dhalia Ivanova.

Alana no sale más del despacho de Luciano y él muchísimo menos. Agarro mis lentes y mis pistolas, salgo con Leonardo detrás de mi. Voy a cumplir mi palabra y se va a quedar unos días con Luciano, luego vendré por ella.

Será como unas vacaciones.

Paso por el despacho pero ninguno de los dos está, así que dejo una nota, dinero y me voy. El Jet me está esperando ya listo, y nosotros no tardamos en abordar e irnos de Italia.

Tengo algunas cosas que hacer y no puedo atrasar mi trabajo por más que quiera. He tenido unas llamadas perdidas de Andrei, y del representante de la mafia Inglesa, no se que quiere pero algo me dice que es el tema de las alianzas. A muchas mafias le convienen aliarse conmigo por las armas, las bombas y las tecnologías último modelo; pero mi organización es algo así como organizaciones independientes que viven de ambos lados, en pocas palabras, suelo exportar armas para CIOS y ellos tienen el trato de no tocar ninguna ciudad de Bulgaria, ni siquiera para vacacionar.

CIOS es una entrada de grandes cantidades de dinero que van duplicando cada tres meses que piden armas, normalmente estás van para las personas de alto mando, claramente no ha cualquiera se le entregan esas armas.

Pero si esto de las alianzas se va a dar, a mi me conviene aliarme con Rusia o Italia; pero ninguna de las dos va a suceder. Tengo suficiente ejército para ser intocable, y muchas casas para resguardarme en caso de emergencia. Rusia es rico en petróleo y uranio, eso contribuye mucho en mis armas, más que todo el uranio, puedo crear armas de alta potencia. Y con Italia ya he tenido alianzas antiguas, y el miedo que le tienen al león aliado conmigo es superior, quiera o no admitirlo Luciano y yo podemos destruir el mundo juntos y quedar vivos.

Apenas piso Veliko mi teléfono comienza a sonar con una llamada de Andrei.

— Ivanova. —contesto.

Piso mi casa y me bajo de las sandalias Jimmy Choo que me traje de Italia, suelto un suspiro y comienzo a subir hasta mi habitación.

— ¿Dónde estás? —se escucha un golpe de fondo y su voz está ronca.

— En Bansko. —miento.

— ¿Dónde estabas?

Enarco una ceja. — En Italia.

Se queda en silencio y yo tomo eso como que no quiere hablar más, pero cuando voy a colgar habla.

— ¿Qué mierda hacías allá?

— No es tu problema, Andrei.

Deja de decir que no es mi jodido problema, tu eres mi problema.

— Es que en realidad no lo es.

Eres una puta.

Me detengo a mitad de pasillo, enarco una ceja y el calor me recorre desde los pies hasta detenerse en mi cabeza y no desaparecer.

— ¿Qué dijiste?

Eres una puta, eso es lo que eres, vienes para que te coja y cuando ya estás saciada vas por otro.

— ¿Y para que otra cosa me puedes servir si no es para eso?

Después de todo lo que hice por ti.

— Y aquí vamos. —suspiro.

— ¡Por Dios! Dhalia, te di todo. —me restrego la frente con mi mano, intentando pensar con cabeza fría. — Te he dado todo, te di protección, les di un techo a ti y Alana, te he dado mi amor... ¿Y nunca ha sido suficiente?

— Tus sentimientos, son tus problemas.

Siempre has estado pegada a Luciano, obsesionada con ese hombre. —pongo los ojos en blanco. — Desde que estamos pequeños es así, Dhalia yo estoy enamorado de ti.

— Ay que novedad. —me limitó a contestar.

Nada de lo que haga valdrá la pena ¿Verdad?

— Andrei, yo no estoy obsesionada con ningún hombre. Creí que había quedado claro que lo de nosotros se limitaba al sexo y ya.

Dhalia... No puedo creer que seas así, con esa actitud de mierda solo vas a lograr que Alana se aleje de ti.

— Mi hija es mi problema.

Eres una mierda.

— Dime algo que no sepa.

Acabo con la llamada. Con la diferencia de hora aquí es de noche, avanzo hasta mi habitación y una vez que estoy dentro me deshago de la ropa, y me lanzó en la cama quedando boca abajo.

Estoy cansada, necesito dormir así sean tres horas pero se que es imposible que duerma tan profundamente. Necesito estar alerta, yo no puedo bajar la guardia.

Uso mi brazo de almohada, y el olor de Luciano sigue impregnado en mi cuerpo, conforme pasa el tiempo mis ojos van haciéndose más pesados y el olor anestesia todos mis sentidos.

Luciano Di Marco.

Alana duerme en una camilla que está en mi laboratorio mientras yo trabajo como de costumbre. Fue lo único que hice en mis cinco años sabáticos y es lo que seguiré haciendo hasta morirme.

Salí de la casa una vez que ella se fue de mi despacho. No quiero estar lidiando con celos de madres, ni con su malhumor bendito que se carga desde que la conozco; no hace mucho uno de mis guardias me avisó que salió de la casa y mi hermano que se fue de Italia.

— ¿Papi? —me giro mirando a Alana quien se restrega un ojo antes de mirarme. — Tengo hambre.

Se baja como puede de la camilla, pisando el pequeño peldaño. Camina hasta donde estoy, así que la cargo y la siento en mi pierna.

— ¿Qué haces? —murmura mirando todo pero sin tocar.

— Trabajo.

— ¿Qué trabajas?

— Creo medicamentos. —sus ojos voltean a mirarme curiosos.

— ¿Cómo los feos que me da mami cuando me pongo roja?

-—No. —voltea a mirar los frascos frente a mi. — Estos son más poderosos, y peligrosos.

Me alejo de la mesa y la giro hacia mi para que nos veamos. Sus ojos observan todo mi rostros y me sonríe con su típica inocencia.

— Escucha muy bien lo que te voy a decir. —me asiente colocándose seria de inmediato. — Hay medicamentos que son malos, se le suele decir Droga o momento feliz, por nada del mundo le aceptes eso a alguien, jamás te rodees con personas de ese mundo. Prometelo.

— Lo prometo.

Se que medio entendió lo que dije, pero considero que es bueno ir explicándole eso. Aunque esto de ser padre no me va ni un poquito.

— Ahora vamos a comer. —la bajo. — ¿Qué quieres comer?

— ¡Mcdonald's!

— ¿Qué es eso?

Voltea mirándome con los ojos abiertos de par en par, la boca semi abrierta y el ceño fruncido.

— ¿Estás loco? ¡Mcdonald's es lo mejor del mundo!

— Lo mejor del mundo soy yo, y tú eres la loca.

Agarra mi mano mientras salimos de la farmacia en la que suelo hacer mis experimentos, mientras va hablando de lo increíble que es ese restaurante de comida rápida.

La Reina Negra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora