Gina Zimmermann.
Cuando escucho que cierra la puerta puedo respirar con normalidad, esa mujer vive con el estrés en cada extremo de su cuerpo. Acomodo las azas de la cartera en mi hombro y avanzo para salir de este pasillo.
Tengo mucho que planear y en estos momentos extraño tener a mi difunta amiga Carla, ella era la experta en estas cosas de boda, fiestas, cumpleaños... Suelto un suspiro y sigo avanzando.
¿Por qué este pasillo es tan largo?
Escucho que una puerta se abre y luego pasos detrás de mi pero no me giro, no quiero volver a ver a Dhalia.
— Estás muy lejos de tu papi.
Mis pies se clavan en el piso y un escalofríos recorre mi cuerpo, guardo la mano donde tengo las bolsitas de droga en mi bolsillo. Esto no puede ser verdad. Una mano se posa en mi hombro apartandome el cabello.
— Muñequita de trapo. —susurra.
El mentón comienza a temblarme y no consigo el valor para girarme. Esto debe ser una mala broma, nadie me llama así desde que estuve en la fosa... Y... No Gina, él está muerto.
— Linda e indefensa, Gigi...
Muevo el hombro y me doy la vuelta para enfrentar está mala broma pero no es así, delante de mi ridículo metro sesenta y tantos, está un hombre de dos metros o más, ojos grises que te prometen diversión, perversión y sexo salvaje. El cabello rubio lo lleva bien cortado...
— Nikolay. —susurro bajo. — Tu... Tu estás muerto... Yo te...
— ¿Me asesinaste? —saca la sonrisa más perfecta e hija de puta que puedas ver en el mundo. — Se necesita más de una mujer de un metro sesenta para asesinarme.
Frunzo los labios tragando saliva con fuerza, Nikolay me intimidaba, tiene esa aura de hacerte sentir la persona más pequeña e insignificante de la tierra, no sé si se debía a su altura o al porte de muerte y poder que se cargaba desde que tenía quince años.
— Tu estabas muerto.
— Nunca estuve muerto, Gigi, se nota que ni matar sabes hacer... Felicidades.
— ¿Por qué?
— Por tu compromiso. Estaré ahí, descuida.
— Yo no me voy a casar.
Aprieto los dientes por la gran mentira que acabo de decir, aprovecho que tengo la mano dentro del bolsillo de mi chaqueta y me saco el anillo de compromiso que me dió Matteo.
— Entonces la invitación era falsa.
Abro la boca para intentar decir algo pero no se me ocurre así que me vuelvo a quedar callada, él sonríe con orgullo y me mira de arriba abajo.
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La Reina Negra.
Ficção AdolescenteEn una historia hay muchas vertientes. El malo intenta tapar la verdad, el inocente no sabe lo que sucede y el verdugo ve todo en silencio esperando su momento para atacar. Las historias comúnmente están mal contadas, cada quien tiene una versión d...