No lo podía creer, pero era un hecho sin precedentes en su vida, que una mujer tan hermosa lo llamara a su lado así como así ¡Encima, el capitán a su cargo aceptó de buena gana el traslado!.
No era extraño que un funcionario de la corte tuviera su guardia personal, pero eso se debía a que la mayoría eran aristócratas con sus propios soldados, Seira era simplemente una plebeya que de alguna forma convenció al capitán para que dejara al joven caballero a su lado como guardián. Bueno, después de todo, no era un chico muy destacado y apenas tenía algunos meses desde que había puesto su espada al servicio del rey.
Su primer día como guardia personal de la nueva cónsul fue ir a primera hora hacia su cuarto para despertarla, tal como se lo había ordenado el día anterior.
A pesar de que le había dicho que entrara sin necesidad de tocar, él de todos modos lo hizo por respeto.
Cuando recibió el permiso y el caballero entró, Seira ya estaba despierta, sin rastro alguno de somnolencia, tal vez ya estaba despierta desde hace un rato.
— Buenos días ~...¿Pasa algo?
Lo que hizo al caballero detenerse fue la imagen de su ama vestida con un fino vestido de dormir que mostraba casi al completo su lujuriosa figura.
Como si no lo notara, Seira se le acercó con una sonrisa de lo más dulce y le tomó de una mano. El corazón del joven caballero dio un brinco por toda clase de emociones que rondaban en su cerebro. La delicadez de su mano tomando la suya le provocó un escalofrío que recorrió toda su espina dorsal, aunque eso más bien se debía a lo inusualmente fría que estaba su mano, era casi como tocar un pedazo de hielo.
— Hoy tendremos un día muy largo. No tengo sirvientas, así que ¿Podrías ayudarme a vestirme?
— ¿Qué?
Eso era demasiado, pero una vez más, Seira parecía demasiado confiada...estaba seguro de que ninguna mujer en el mundo le pediría tal cosa a un chico al que acaba de conocer.
— Y-Yo, no puedo, no sería correcto.
— Mi vestido para este día será el que veas primero.
Sin siquiera tener en cuenta lo que dijo el caballero, Seira desajustó su camisón de dormir dejando una vez más, su blanca piel expuesta a los ojos del joven caballero que apresuradamente, con pasos torpes se dirigió al armario y sacó el primer vestido que pudo tocar. No era tan ostentosa como la de las esposas de los grandes señores, era algo obvio ya que una funcionaria debería ir con ropa un poco más ligera y de fácil movilidad que los grandes vestidos de gala.
— ¿E-este está bien?— preguntó mostrándole el vestido, al mismo tiempo que apartaba sus ojos con timidez.
— Está bien, tráemelo— además del vestido, Seira le volvió a pedir que le trajera un conjunto de ropa interior, la cual por alguna razón toda era bastante erótica, luego le pidió unas largas medias y sus botas.
Por suerte para él o más bien su salud mental, Seira terminó por vestirse sola...aún no podía sacar de su mente los pechos de su ama rebotando ante sus ojos, tentándolo de forma diabólica a extender sus manos y tocar esos frutos prohibidos...tenía la sensación de que ella se dejaría, pero...
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Mientras estaban juntos caminando hacia el salón del consejo, Seira le fue explicando algunas cosas que tenía que saber, cosas...muy extrañas...
— Serás mi guardia personal desde ahora. No te alejes mucho de mi lado, solicitaré que duermas lo más cerca posible a mi habitación. Puedes entrar a cualquier hora del día, no me molestaré. Sin embargo, tienes terminantemente prohibido que entres a mi sala de estudio sin mi permiso, también no entrarás pasada la media noche. En ciertas ocasiones visitaremos a algunas personas en el reino, no quiero que te dejes intimidar por esas personas, además...de alguna manera seré tu maestra, así que también quiero que todo lo que aprendas de mí, no saldrá de tus lindos labios ¿Te quedó claro? Si lo haces, no importa si es en secreto...me enteraré.
Seira miró al chico sonriéndole, pero sus ojos eran tan fríos que él sintió temor...
— Acataré todo lo que me pida, pero ¿Podría...hacerle una pregunta?
— Dime
— ...¿Por qué yo?
Seira cambió la emoción en sus ojos por una diferente, se le veía ¿Cómo decirlo?...tal vez lo más cercano era tristeza.
— Tu aspecto, me recuerda alguien. Quise tenerte en cuanto te vi porque me recuerdas a esa persona...
Por alguna razón, el caballero se sintió decepcionado.
— ...¿Él...se parece tanto a mí?
Ella asintió.
— Pero no del todo, eso fue hace ya más de un par de décadas, no le tomes importancia por favor. Como te decía, de ahora en adelante...
Ella siguió explicando algunas cosas...había cambiado de tema de forma obvia. Él siempre se había sentido un poco acomplejado por su aspecto que era ajeno a lo común en su entorno, él había salido idéntico a su madre que se dice que venía de tierras muy lejanas. Ahora, se sentía más a gusto.
Vergred era un país que estaba en guerra actual con el imperio de Silderidya quien desde hace unos años, desde la llegada del nuevo emperador al trono, había comenzado la primera expansión desde la tercera edad.
El joven caballero pudo ver en los siguientes días cómo su ama dejaba atónitos a los aristócratas que la habían subestimado, pues su manejo en asuntos de gestión de recursos y planes financieros y administrativos no tenía precedentes. Además, era excelente a la hora de manejar asuntos de política y diplomacia. Gracias a ella, la siguiente batalla había sido aplazada un par de meses luego de negociar con la otra parte y ponerse de acuerdo.
¿De dónde había obtenido tanta experiencia en tales cosas? Habiendo sido ella una simple plebeya regente de un orfanato.