(56) Caius Vulturi

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-¡Miranda! -escuchó de nuevo que la llamaban. Alicia corría hasta ella con dificultad, cargando en su mano derecha un cono de nieve de vainilla y en la otra un helado de frambuesa. Cuando la chica rubia y bajita llegó hasta la castaña con algunas mechas en blanco, le entregó la nieve de frambuesa a la contraria, frunciendo ligeramente el ceño cuando el líquido pegajoso del helado derretido se derramó un poco por su mano. Resolvió rápido el problema cuando de un lengüetazo limpio su mano.

-Eso es asqueroso. -la observó Miranda con un gesto de repulsión. La rubia chasqueó la lengua en un gesto desinteresado.

-Te estuve hablando por casi 15 minutos y parecías perdida, así que no te quejes. -replicó ante la mirada que su amiga puso mientras trataba de que la nieve no se derramara sobre su ropa. El clima en Volterra, a diferencia de su hogar natal, "Alaska", era bastante caluroso.

-Ya ya, lo siento. -resopló mientras saboreaba su helado-. Créeme que tenía una buena justificación para estar distraída. -sonrió. A la rubia se le iluminó la mirada cuando vio exactamente al punto en el que señalaba su amiga. Una mujer realmente hermosa, que parecía ser una obra de arte de Afrodita, estaba hablando con un grupo de turistas. Parecía que todos ellos entrarían pronto en un tour por el famoso castillo de Volterra, Italia.

-Deberíamos ir -suplicó de inmediato mientras ponía ojos de borrego-, amaría conocer el castillo. -le dio una pícara sonrisita a Miranda.

-No me parece buena idea. -contestó a su amiga. Si bien la mujer parecía tener un imán que encantaba a todo el que la viera, Miranda había aprendido a confiar en algo, "su intuición". Algo le decía a gritos que no debían ir, que se fueran lejos, pero para cuando se quiso dar cuenta ya era tarde, Alicia estaba revuelta entre todos aquellos turistas, quienes veían embobados a la mujer frente a ellos. La castaña no quería ignorar su intuición, así que fue por Alicia hasta donde estaban todos reunidos.

-Alicia -susurró tocando el hombro de su amiga, quien la ignoraba mientras iba atenta al igual que el resto-. Alicia -continuó insistiendo. Una punzada en el pecho cuando notó que las puertas del castillo se habían cerrado se hizo presente, haciéndola sentirse aún más nerviosa. Miró a su alrededor fijándose si algún otro turista se había dado cuenta de lo que estaba pasando, pero no era así. También buscó otra posible salida, pero no la había.

Veía algunas personas más, pero sus ojos eran extraños, igual que su porte y forma de vestir. Pero lo que más llamó su atención fue que sus ojos negros como la noche, miraban a todos como un depredador a su presa. Miranda tragó grueso y se contuvo a gritar de pánico cuando una puerta enorme se abrió. Delante de ellos había tres tronos, en los cuales había más sujetos extraños. Miranda pensaría que eran simples figuras si no hubiera notado el ligero movimiento de muñeca del hombre que permanecía sentado en medio. La piel de ellos era demasiado blanca, como una cebolla. "Se veía tan blanca y fría como la nieve en Alaska" pensó.

Las personas veían a su alrededor sorprendidas, parecían acabar de salir de un trance, había confusión en sus miradas.

Miranda sintió una mano aferrarse a su brazo, era Alicia, quien la veía confundida y temerosa. Miranda quiso hablarle, decirle que debían irse, pero todo pasó muy rápido ante los ojos de Miranda.

Un chico moreno tratando de tomarse una foto con uno de aquellos extraños sujetos, de pronto el piso fue cubierto por un color rojo carmesí.

Miranda se aferró a Alicia como si pudiera protegerla ante aquellas criaturas que ahora asesinaban a todos en aquella sala. Alicia a su lado estaba en trance, como si todo eso fuera una maldita pesadilla, pero Miranda sabía que no lo era. Sintió un jalón que provocó un fuerte dolor en ella, volteando a un lado topándose con la peor escena que pudo ver en su vida: Alicia estaba en brazos de uno de esos sujetos extraños

La rabia se apoderó de ella y trató de golpear al sujeto, pero al primer golpe sintió un dolor terrible en su muñeca, como si acabara de golpear una roca.

Su quejido y el líquido rojo que comenzaba a salir de su mano alertaron a cierto rubio que sostenía a una pequeña niña de unos ocho años. Miranda lo observó con absoluta repulsión, coraje, pánico y dolor.

-Te veo pronto, Alicia. -susurró aceptando su muerte. Pero cuando aquel hombre se posicionó frente a ella y sus ojos chocaron, algo cambió en las facciones del rubio. Su rostro pareció relajarse y sonrió. Para Miranda, esa fue una sonrisa siniestra más que una agradable.

-Mia regina. -Miranda se estremeció al escuchar su voz, no era aterradora como ella esperaba. Aunque lo único que quería en este momento era que la matara de una vez por todas. Suspiró y cerró los ojos, hasta que las siguientes palabras que mencionó el rubio la hicieron estremecerse. -Encontré lo que es mío, ya nunca te irás de mi lado, il mio amore.

Lo último que sentiría Miranda en su último día con vida sería un dolor terrible, insoportable, para terminar transformada en lo que ahora más detestaba.

|𝖮𝖭𝖤 𝖲𝖧𝖮𝖳𝖲| 𝖬𝗎𝗅𝗍𝗂𝖿𝖺𝗇𝖽𝗈𝗆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora