(54) Kandomere

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Había sido contactada por el agente Hildebrandt, lo único que sabía de esa repentina llamada era que se trataba de un tema delicado que deberían tratar en persona. Fuera de eso no dijo nada más, solo el punto y hora de reunión, eso era todo.

La mujer de estatura mediana, cabello rojo a los hombros y ojos verdes, bajó de su vehículo. Este lugar le parecía un poco desagradable, debido a la poca higiene y mantenimiento que se le daba. Supo identificar de inmediato el auto Infiniti Q60 2017; claro que él tenía que estar ahí.

Suspiró pesadamente y dio largas zancadas hasta la entrada del lugar donde otro guardia custodiaba la entrada.

— Buenas tardes, uhm, señor —habló la mujer, captando la atención del guardia—. Quisiera saber en qué sala de interrogatorio se encuentran los agentes federales. El hombre sostuvo una libreta y la miró de reojo. No hubo necesidad de sacar su placa, pues el hombre habló.

— ¿Usted es la... —volvió a echar un vistazo de la libreta a ella y de nuevo a la libreta—... la agente Salazar, ¿no es así?

La mujer con un simple asentimiento afirmó. El guardia le hizo señal de que le siguiera, y ella así lo hizo.

Minutos más tarde se detuvieron frente a una puerta de metal mugrienta; aquí debía ser donde estaban.

El guardia abrió la puerta, se escuchó un feo chirrido que hizo que su piel se erizara por unos segundos.

— Señor Montehugh, señor Kandomere, la agente está aquí —informó.

— Hágala pasar —se escuchó la voz del agente Hildebrandt. Ella solo veía al guardia, quien se giró hacia ella y caminó hasta donde estaba.

— Puede pasar, agente —la mujer asintió en agradecimiento y caminó hasta la puerta, antes de entrar suspiró tratando de calmar sus nervios y entró.

Su vista se posó en la persona que estaban interrogando, un pobre sujeto de ropas harapientas, el cabello revuelto, enmarañado y sucio, su piel estaba cubierta de mugre y suciedad y el hedor que desprendía era horrible. "vómito, suciedad"

Al lado del sujeto se encontraba Hildebrandt, quien le daba la espalda mientras sostenía de la cabeza al interrogado, a quien le faltaba un pedazo de cabello, siendo el responsable de esto Hildebrandt, quien sostenía una máquina de afeitar en su mano.

— Montehugh —llamó—. Estoy segura de que te divertiste muchísimo, pero quiero saber para qué me llamaste, ¿qué es tan urgente?

Para la mujer no pasó desapercibida la marca del escudo de luz que el sujeto tenía en su nuca. Ya tenía una idea de qué se trataba esto, pero la idea le hacía que el estómago se le revolviera, pero no más que escuchar su voz. La voz de él.

— Sé que te preguntas por qué estás aquí, sencillo, te diremos, pero debes saber que es un asunto delicado, nadie puede enterarse de esto, trataremos de resolver el problema con la mayor discreción que nos sea permitida.

— Claro, supuse debería ser importante, no me esperaría una llamada de Hildebrandt si no fuera importante —dijo la mujer. Esta vez el pelirrojo se acercó a ella y le tendió la mano, lo cual la chica correspondió.

— Amelie Salazar, un gusto que estés acá. Quizás nos puedas ayudar a que este idiota hable. Hay cosas que debemos saber que ayuden con el operativo.

Una risotada se escuchó en la sala; el elfo, que solo se había limitado a hablar, salió de la oscuridad del cuarto y se sentó en la mesa metálica. Su mirada era fría hacia el hombre mugriento, que no paraba de reír.

— ¿Qué es tan gracioso? —cuestionó Amelie.

— Que usted, agente..., es una bruja, ¿acaso está ayudando a los agentes federales mágicos? ¿No debería estar encerrada por practicar la magia?

|𝖮𝖭𝖤 𝖲𝖧𝖮𝖳𝖲| 𝖬𝗎𝗅𝗍𝗂𝖿𝖺𝗇𝖽𝗈𝗆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora