I.

5.2K 334 116
                                    

Jamás olvidaré la noche en la que lo vi por primera vez

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jamás olvidaré la noche en la que lo vi por primera vez.

Parecía una más. El pub estaba lleno de gente. Todos pedían copas de forma animada mientras Travis y yo intentábamos servirles lo más rápido posible. Ni siquiera se trataba de una celebración especial. Era un fin de semana como otro cualquiera, pero se trataba de uno de los clubs de fiesta más conocidos de todo Mónaco.

Se trataba de Zelo's, el lugar en el que llevaba trabajando casi un año. No era el trabajo de mis sueños pero, al fin y al cabo, era lo que había encontrado. Y Travis, que se encontraba a mi lado preparando uno de los cócteles que nos habían pedido, parecía haber venido en el pack.

Me fijé en el rubio de ojos grisáceos, en sus brazos musculados y en la manera en la que me sonrió en cuanto me vio cómo lo analizaba. Conocerle a él había sido una de las mejores cosas que me había dado aquel trabajo. Las noches trabajando con él y las mañanas despertando a su lado, después de horas de pasión, le habían dado una alegría a mi vida que llevaba deseando mucho tiempo.

Sin embargo, no había nada más entre nosotros. Solo sexo que ambos disfrutábamos y que nos moríamos por repetir una y otra vez. Era una especie de adicción, pero con ciertos límites. Yo sabía perfectamente cómo era Travis; lo que podíamos tener y lo que no. Y él era más que conocido entre las mujeres de Mónaco. Simplemente era imposible tener algo serio con él.

–¿Te apetece venir después a mi casa? –preguntó cuando aparté la mirada de él para centrarme en mi trabajo.

–No lo sé... Estoy un poco cansada.

–Puedes dormir después –lo dijo con una sonrisa ladeada, de aquellas que sabía que me volvían loca. Jamás podría resistirme a aquello.

–Bueno... me lo pienso -en realidad, tan solo me estaba haciendo la interesante. Ya había decidido que sí, que esa noche también iría a su casa, que me perdería en sus sábanas y que me despertaría al día siguiente con mi cuerpo enredado en el suyo. Como cada vez que pasábamos la noche juntos.

Y en el mismo instante en el que dejaba una copa sobre la barra, un hombre de ojos verdes y cabello oscuro puso sus manos sobre la tabla de madera, intentando mantenerse en pie después de todo el alcohol debía haber ingerido.

Me sobresalté ligeramente, haciendo que casi la mitad de la copa se derramase. Y entonces, me fijé bien en su rostro. Era prácticamente perfecto, a pesar de que se notaba que estaba hecho una mierda por dentro. Sus ojeras lo demostraban, así como la tristeza que escondía su mirada.

–¿Necesitas algo? –pregunté con algo de temor. Aquello era lo que más odiaba de mi trabajo: tener que aguantar a borrachos y, sobre todo, saber que estaba obligada a tener que darles más alcohol.

–Un gin tonic –a pesar de hablar inglés a la perfección, tenía un acento francés realmente agradable. Pero su voz reflejaba lo mismo que su mirada. Tristeza.

Postales certificadas | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora