Capitulo 24 Magia Extraña

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—Grace ¿Segura que estarás bien? —me pregunta esta vez Ruby acercándose a mi cuando William se va.

—Estere bien, te lo prometo.

O bueno eso espero.

Me quito las botas porque con ellas es imposible cruzar. Me posiciono en frente de la primera roca, todas tienen casi el mismo tamaño, John tiene razón con suerte entran mis dos pies. Me asomo más de la cuenta para ver mejor el rio pero es casi imposible ver lo que hay debajo del agua... cosa que no ayuda mucho. Pero es mejor no saber que hay en el fondo por mi salud mental.

Estoy aterrada, mis manos no dejan de temblar ¿Por qué me ofrecí a ir? ¿Y si mejor no voy?

NO. Me reprendo mentalmente.

Debo hacerlo, quero ayudarles además tenemos que apresurarnos el llegar aquí nos llevó demasiado tiempo pronto el sol comenzara a ponerse, estar aquí sería demasiado peligroso cuando eso pase. O es al menos lo que escuche decir a Amarintìa hace unos minutos.

—¡Suerte chica! —el grito de John me sobresalta en el primer momento, me giro para verlo encontrando a todos reunidos con el semblante mostrando preocupación—Si dices que pude hacer entonces adelante, confió en ti. Te veo del otro lado —de alguna forma sus palabras me dan ánimos, le sonrió en forma de agradecimiento y vuelvo mi atención al rio.

Bien, aquí vamos. Así como dijo William en nuestra conversación de anoche, debo creer en mi misma, soy capaz de hacerlo.

Dirijo mi pie a la primera roca.

Me estremezco por contacto de la roca fría con mi piel. Piso la primera, sin mis puntas es más difícil pero no imposible. Todo está en silencio solo se escucha el sonido del agua corriendo por el río para al final caer por la cascada, pero en mi espalda siento la mirada de todos, atentos a cualquiera de mis movimientos.

Todo esta tan silencioso que aterra.

Piso la segunda, la tercera, la cuarta y así hasta llegar a la mitad del rio suelto el aire pesadamente. Un brisa fresca agita los arboles haciendo que varas hojas caigan al rio y sean arrastradas por la corriente.

Con todos los años de práctica el equilibro fue mi mejor amigo en el ballet... al parecer aun lo sigue siendo. Por suerte.

El sol ilumina el río, sus rayos hacen brillar sus aguas rojas con un rubí. La brisa fresca es acompañada de un olor peculiar, extraño, metálico como...como la sangre.

Eso me hace tragar en seco.

Ya no puedo volver, iba por la siguiente roca pero como están mojadas uno de mis pies resbala provocando que una corriente eléctrica, como un calambre y dolorosa recorriera mi pierna izquierda, mi cuerpo se balancea durante unos dolorosos segundos escuche las exclamaciones y gritos ahogados a mis espaldas, tenso ambas piernas en busca de mantenerme firme hasta que mi cuerpo deja de balancearse y consigo estabilizarme... estuve a punto de perder el equilibrio y con eso caer al rio.

—¡Graciela! —Escucho gritar a William, pero no lo miro —¡¿Estas bien?!

—¡Lo estoy! ¡Solo resbale! —miento apretando los dientes en un intento de que no se me escuche lo asustada que estoy, todavía intentando estabilizarme.

Un dolor punzante comienza a esparcirse por mi pierna ¡Demonios! Cada vez se hace más fuerte, mí cicatriz comienza arder como su estuviera recién suturada, pero aun así continuo.

Aún tengo la lección... el doctor lo dijo, apenas logre hacer un revele y ya me hecho daño. Con algo tan simple que una niña de cinco años puede hacer, siento un dolor tan fuerte como el día en que desperté en el hospital luego del accidente.

La Descendiente Y los Cuatro Principes Del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora