Grace
—Eso debió de doler —agrega John con una expresión de dolor fingida para luego reírse, viéndome tendida en el suelo —Grace ¿Estás bien? —tiene el descaro de preguntar luego que se ha burlado.
—Sí, sí estoy bien no me dolió —miento, claro que me dolió ahora mi trasero duele—¿Quién eres tu amigo? —le pregunto al pequeño cachorro (como si pudiera responderme) que pasa su cabeza por mi mentón para luego darme un escurridizo lametón por el rostro, lo bajo de mis piernas luego me levanto del piso y me sacudo un poco de tierra en mi pantalón. Suerte que no es blanco.
El pequeño cachorro monta sus pequeñas patas delanteras más abajo de mis rodillas intentando subir, con pequeño ladridos para llamar mi atención.
¡Qué lindo! ¿Cómo resistirse a esa carita tan linda?
Lo levanto y este se acomoda entre mis brazos para estar más cómodo como si nos conociéramos de toda la vida, apoyando su cabeza en mi brazo, no es tan grande puedo cargarlo con un solo brazo y queda espacio.
—¿Muy cómodo amigo? —le pregunto con una sonrisa, mientras que con mi mano libre le acaricio la cabeza. El mueve la cola feliz.
Parece que no tiene intención de bajarse.
Sin poder hacer nada más con el nuevo intruso, seguimos caminado, todos los chicos están encantados con el pequeño peludo no ya que no dejan de acariciarlo (no puedo culparlos, es demasiado suave) mientras caminábamos un chico aparece entre la multitud de hombres mirando a todos lados muy agitado hasta que fija su mirada en nosotros sobre todo en el cachorro en mis brazos y corre hasta llegar a nuestra posición.
—Max...te estuve buscado...por todos lados... eres perro...muy travieso —al pobre le cuesta respirar parece como si hubiera corrido un maratón, tiene algunas gotas de sudor en la frente que corren por su rostro hasta perderse en su cuello, toma una bocanada de aire antes de seguí hablando—Lamento mucho si Max la molesto majestad, en este tiempo ha estado muy travieso —se dirige el hombre de cabellos rojizos muy apenado a la reina.
—No te preocupes Yareth, Max no ha causado problema alguno, más bien se ha encariñado con una de nuestras invitadas. Grace —dice la reina señalándome y al pequeño perro en mis brazos.
Yo solo me limito a saludar con mi mano libre apenada, el pelirrojo abre sus ojos tanto que parece que van a salirse de su lugar.
—No puede ser... ¿Tu eres una celestial? —me mira incrédulo.
—Mmm... si... lo soy o bueno una novata en realidad... acabo de entrar a la academia —le respondo dudosa, es la primera vez admito ser una celestial.
Para mi sorpresa, no siente que las palabras sea extrañas en mi boca... se sienten más bien extrañamente familiares como si siempre las hubiese dicho.
—Esto es... ¡increíble...la conexión aún existe! —su cara muestra una completa y absoluta felicidad no deja de reírse (supongo que por la emoción).
—Disculpa... ¿De qué estás hablando? —pregunto como siempre ajena a todo lo que tuviese que ver con este mundo. Mirando a los demás (en especial a las mellizas en busca de ayuda) pero ellas están tan perdidas como yo al parecer.
—Oh claro, déjenme explicarles verán Max es descendiente de un linaje de perro guardianes. En la antigüedad los perros guardianes elegían a sus dueños según la magia que ellos portaran, porque el canino también portaba esa magia o es con que ellos se sentían identificados.
—¿Un guardián? creí que ya se había extinguido hace décadas —menciona Lucy incrédula mientras ve al cachorro.
—Y así es, solo que él es uno de tres los últimos que quedan, el junto con otros dos de sus hermanos. Algunos colegas y yo teníamos la teoría que en algún momento ellos eligieran a sus dueños y al parecer ya no es más una teoría... Max ya eligió a su compañero, o en este caso una compañera —Yareth me miro al decir esa última palabra.
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La Descendiente Y los Cuatro Principes Del Infierno
FantasiaMagia. Desde muy pequeña Grace ha sabido que la magia tan solo existe en los cuentos de fantasía, a pesar de los cuentos nocturnos sobre peligrosos demonios y hermosos angeles alados que su tía le contaba cuando era niña, que aseguraba que eran real...