Capitulo 22 Reino rojo

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    —¿Crees que noten que medio jardín está totalmente quemado? —pregunto con culpabilidad, señalando todas las partes del jardín quemado. Ambos nos levantamos de la pequeña estructura de cemento cuando ya el frio se hace insoportable.

Espero que no. Era un jardín muy bonito.

—No estaremos aquí para averiguarlo —dice William.

Él coloca ambas manos en mis hombros para empujarme lejos del desastre que cause. Con una risa de diversión en el rostro por el acto de salir huyendo como unos niños que acaban de hacer una travesura. Max nos sigue muy alegre agitando la cola.

—Mañana me gustaría hablar contigo sobre algo importante —comenta ya estado dentro del palacio enfrente de las escaleras que llevan a las habitaciones.

Yo lo miro dudosa por unos instantes, al final no le veo ningún inconveniente. Me gusta hablar con él.

—Claro, siempre estoy disponible. Oye... —lo miro con cierta timidez— Gracias por ayudarme, no cualquiera se lanza al fuego por alguien. Mucho menos por alguien que solo conoce de hace dos semanas.

—No hay de que, para eso estamos los amigos —me dedica una sonrisa de boca cerrada junto con un asentimiento de cabeza, cuando llegamos segundo piso cada uno toma rumbo a sus respectivas habitaciones.

Lo veo caminar con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, se detiene en la puerta de su habitación. Nuestras habitaciones solo son separadas por cuatro más en donde duermen las mellizas, John, Amelia y Erik, todos ubicados en la misma hilera. Me dedica una última mirada, hace un gesto con la mano en señal de despedida para después abrir la puerta y entrar.

Amigos... no sé por qué pero viniendo de William esa palabra me hace sentir extraña. Hasta me incómoda. Ya estoy comenzando a imaginar cosas.

Una vez que también entro a mi habitación me visto con ropa cómoda, apago las luces y me meto a la cama a descansar con Max a mi lado. Fue un largo día. Lo único que quiero ahora es poder descansar un poco para estar preparada para el viaje de mañana.

Pasan los segundo hasta que mi cuerpo comienza a sentirse liviano, mis parpados pesan cada vez, me siento relejada y tranquila más hasta que dejo de percibir todo a mi alrededor, pero todo eso no dura mucho. Abro mis ojos otra vez, al principio mi vista es borrosa, hasta que por fin se adapta a la poca luz del lugar, nuevamente estoy rodeada por el pasillo de ladrillos negro y fríos... las mismas esferas de fuego.

¿Es que acaso no piensan dejarme dormir? ¿Ni una sola vez?

Ahora me encuentro en el pasillo con los cuadros que cuenta la historia de la batalla de Lucifer con los celestiales, el escenario es el mismo. Con la puerta al lado del cuadro de la habitación de bebé, vuelvo a tomar el pomo con una de mis manos y al girarlo este no se resiste, no se opone y se abre con facilidad.

Esta vez no hay problema. Extraño.

Al entrar me impresiona lo idéntico que es el lugar a la pintura, los mismos colores, los mismos muebles, todo es exactamente igual. Me adentro en ella con paso dudoso, examino cada uno de sus detalles desde el suelo de madera hasta las paredes tapizadas de rosa pastel. Este lugar... es diferente, no va acorde a la decoración que ve visto afuera. Estar aquí dentro se siente diferente. Es una sensación cálida y reconfortante. Familiar.

Eso es lo que más me aterra.

Mi atención llega a un pequeño conejo blanco de peleché adentro de la cuna rosa, camino y lo tomo entre mis manos, lo acaricio con delicadeza. Al darle la vuelta en una de sus orejas encuentro bordadas las iniciales "GAM" con hilo negro, curiosa recorro las letras con las yemas de mis dedos repetidas veces. No sé por qué no puedo dejar de ver las letras, hipnotizada repaso una y otra vez el bordado con mis dedos. No me concentro en nada mas que no sean esas letras que tanto llaman mi atención y de las cuales desconozco su significado.

La Descendiente Y los Cuatro Principes Del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora