Todos estamos parados frente al establecimiento, ansiosos por ver a Willy ser el primero en abrir las puertas.
Él, con la mirada fija y el aliento apenas contenido, me contempla como si aún dudara de lo real. Inclino ligeramente la cabeza, invitándolo a insertar la llave. Su mano, que apenas oculta un leve temblor, encaja el metal en el cerrojo y lo hace girar, pero antes de empujar la puerta, toma mi mano y la posa sobre la madera, para que así, abramos juntos.
—Sería un privilegio compartir contigo este instante — explica con suavidad — Abrir las puertas de este lugar que tanto he soñado y que tú has convertido en posible. Quiero que estés a mi lado no solo ahora, sino también cuando llegue el día en que estas puertas den la bienvenida al mundo
El aire se escapa de mis pulmones, robado por la sorpresa y la emoción. Mis ojos se abren ante lo inesperado, mientras una sonrisa, indudablemente genuina, se dibuja en mis labios. Mis mejillas se tiñen de un rubor involuntario, delatando la intensidad de lo que siento.
— Es una propuesta de un peso simbólico innegable, Willy. Creeme que me llena de emoción imaginar compartir ese instante contigo, siendo partícipe de la materialización de tu anhelo. Para mí, será un privilegio estar a tu lado en un capítulo tan trascendental de tu vida, así... — hago un alto, debatiendo internamente si es prudente aludir a su madre.