De vuelta al carrito, nos aventuramos por las alcantarillas hasta el callejón donde fué resguardado. Willy levanta la tapa para verificar que no hay nadie a la deriva.
—No hay moros en la costa.
Anuncia, y añade con humor:
— Con excepción de una rata, y podría jurar que me guiñó el ojo.
—¿Estás seguro de que no era Fregoso? — replico, mientras ayudo a Noodle a subir las escaleras metálicas.
Mi comentario arranca risas espontáneas de más de uno. Willy extiende los brazos para ayudar a nuestra amiga a salir primero, luego me tiende la mano y también responde:
— Si se hubiera llevado una moneda del suelo, sin duda lo confirmaría. — está vez soy yo quien ríe.
Uno a uno, sacamos al resto del grupo. Finalmente, entre ambos logramos sacar a Lopelia, quien, con una mueca de disgusto y evidente desagrado por nuestra peculiar ruta, murmura algo inaudible: una reacción aceptable, ya que viene de familia refinada.
Nos sacudimos las prendas intentando librarnos de la suciedad acumulada. Pero un escalofrío me recorre de pronto, acompañado de la sensación de estar siendo observados. Me detengo en seco y escudriño el entorno con cuidado, pero no logro distinguir ninguna figura ni movimiento sospechoso.
Willy percibe mi inquietud y toma mi brazo. Sus ojos me imitan, escaneando nuestro alrededor con atención.
— ¿Sucede algo?.
— Es solo... —hago una pausa, intentando poner en palabras lo que siento— Es extraño, tengo la impresión de que alguien nos está observando.
Prefiero restarle importancia, sacudiendo la cabeza.
— Quizá sea solo mi imaginación
Willy apunta la mirada con una de sus típicas sonrisas ladeadas, esa que parece estar a un paso de una de sus travesuras u ocurrencias. Da un salto tras de mí y extiende los brazos como si se tratara de un héroe dispuesto a enfrentar el peligro.
— ¡Cuidado! —exclama con dramatismo— ¡Podría ser un ejército de gatos callejeros armados con botellas rotas!
No puedo evitar soltar una carcajada.
— Sí ha de haber alguien que nos siga u observé, ¡yo la protegeré señorita! — prosigue, con su manera granciosa de ser. — ¡Atrás, fuerzas del mal!
— Claro, porque un salto cómico y un “atrás, fuerzas del mal” es lo que todo espía teme — Noodle replica con toque divertido.
Willy se gira y sostiene mi mano.
— No creo que lo estés imaginando, con esto quiero decir; te creo. Quiero que te sientas segura, así que si no sientes así ahora, ¡Vámonos!.— Alza la voz con tono jovial hacia todo el grupo, invitándo a qué lo sigan.