Capitulo 23

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Narra Maggie.

-Hace mucho tiempo, yo me mude al pueblo donde mis padres se conocieron- suspire- Nuestro vecino era amigo de mi padre desde secundaria mas o menos así que siempre esta con nosotros en algunas cenas familiares. Un día Michael, el vecino, estaba afuera sacando la nieve, el me saludo y tomamos te en su casa. - Damián escuchaba atentamente cada una de mis palabras. 

-El te tenia un tranquilizante, cuando desperté estaba encadenada a un sótano, grite pidiendo ayuda y cuando me di cuenta de que nadie me iba a escuchar deje de gritar y comencé a llorar. El venia a verme unas tres veces por día, no dejaba que me toque, siempre que se acercaba yo retrocedía.- mis vista se empezó a nublar y un par de lagrimas comenzaron a caer. 

-Cada vez que lo hacia enojar el hacia un corte profundo en mi pierna para que al sangrar deje un rastro y poder encontrarme. El me dejaba en afuera en la nieve, yo tenia que correr por que sabia que si me encontraba me golpearía hasta quedar inconsciente, el silbaba mientras me perseguía. El día que escape, cuando ya estaba en el bosque ate un pedazo de tela a mi muslo y comencé a correr hasta que no lo escuche mas- 

-Camine por la carretera hasta que mis piernas no dieron mas, me escondí en el bosque hasta que un lobo se acerco a mi y yo...-dude si contarle a Damián, el recuerdo de eso volvió a mi mente hacia que un brillo aparezca por mi ojos pero lo oculte, no le contaría esa parte- Comencé a tirarle cosas hasta que desapareció. Poco tiempo después me encontraron y desperté en un hospital-

Damián me miraba con una mezcla de enojo y tristeza a la vez. 

No enojo hacia mi, si no hacia la persona que hizo todo eso, se que no podía sentir lastima hacia mi pero lo intentaba bastante. 

El se acerco a mi y me abrazo, fue algo muy repentino pero me sentí segura entre sus brazos. 



[...]



Habían pasado unos 15 minutos desde que entramos en la habitación y la pastilla ya estaba haciendo efecto. 

El ambiente en la habitación era denso y silencioso, solo roto por el suave zumbido de la luz tenue que iluminaba la habitación. 

Damián y yo estábamos acostados sobre la cama, boca arriba, en un silencio que parecía contener mil pensamientos no expresados. 

Su mirada, aunque nublada por los efectos de la pastilla, aún mantenía una especie de conciencia que no podía ignorar.

Decidí adentrarme en su mente, explorar esos recuerdos feos que, tal vez, eran la raíz del Hito. Con cuidado, comencé a preguntarle sobre su infancia, sobre los momentos que pudieron haber dejado cicatrices imborrables.

-¿Recuerdas algo, Damián? Algo que haya desencadenado todo esto...- mi voz temblaba ligeramente, consciente de la sensibilidad del tema.

Damián cerró los ojos por un momento, como si estuviera intentando ordenar sus pensamientos. Luego, con voz pausada, comenzó a contarme su historia. 

Habló de su niñez, de la revelación de su condición como noveno y de cómo todo cambió a partir de ese momento.

-Cuando mis padres descubrieron que era un noveno, todo se volvió oscuro- comenzó a relatar. -Mi padre, incapaz de entender, me despreciaba. Golpeaba a mi madre y a mí, como si fuera nuestra culpa. Me sentía atrapado en un infierno del cual no podía escapar-.

El relato de Damián se volvía cada vez más desgarrador. 

Continuó explicando cómo, hastiado de los maltratos y el desprecio, un día decidió envenenar la comida de su padre. El silencio pesaba en la habitación mientras absorbía cada palabra.

-Mi madre... ella sabe lo que hice. Desde entonces, me mira con miedo. Intenta ocultarlo, pero lo siento en cada gesto, en cada mirada furtiva que me lanza- admitió Damián, sus ojos perdidos en algún punto indescifrable.

-Damián... yo... lo siento, no sabia que habías pasado por algo así...- dije con algo de tristeza. 

-Se que estas sufriendo, pero yo voy a ayudarte- le susurre- Dime que sientes, damian. 

Inhalo hondo. Su pecho subió con lentitud, se agrando y luego volvió a la normalidad cuando exhalo. 

-Dolor, mucho dolor -confeso quedamente- Mis huesos crujen cuando camino. Mis músculos pesan cuando me muevo. Mi cabeza palpita, hinca, arde. La piel me quema. Las venas se me tensan y tiran como si estuvieran exigiendo algo. Esto duele como si fuera un castigo. Es como si estuviera en el infierno.

El se acerco a mi y abrazo mi cintura, yo comencé a hacer pequeñas caricias en su pelo. 

-Yo te voy a sacar de ahí-

El acomodo su cabeza en mi cuelo y cerro sus ojos, luego de un rato haciéndole caricias en su pelo quedo sumamente dormido. 


Obsession; Damian Fox. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora