La granja

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La joven intentó arrastrarse hacia atrás. Su trasero y piernas estaban en el suelo, se arrastró hasta que su espalda dio con la fría pared.

-Venga, no te asuste...-intentó decir el captor, pero no terminó la frase cuando el zapato de la joven acabó en su rostro dándole una patada.

El hombre dio un par de pasos atrás y sus secuaces se acercaron a él mientras se llevaba la mano a la nariz la cual estaba sangrando ligeramente.

-Puta...-murmuró.-Cogedla.-ordenó.

Los hombres se acercaron a ella agarrándola de los brazos y poniéndola contra el suelo de manera agresiva. A lo que la joven contestó con un gemido de dolor.

-¡¡Suéltame!!-gritó.

-Es una peleona. Pero aprenderá con el tiempo.-afirmó el que parecía ser el líder.

Un hombre de unos 40 años, alto, de cuerpo corpulento. Tenía tantos tatuajes que apenas se veía su piel. Tenía el pelo completamente rapado y una gran cicatriz en el lado derecho.

-Llevadla con las demás.-ordenó y los otros dos hombres la agarraron en peso para sacarla de allí.


Eran las 10:00 AM cuando Ghost entró de nuevo en la base, estaba exhausto. Solo paró para darse una ducha, pues sus nudillos estaban sangrando. Nadie quería preguntar porqué. Se sentó en uno de los despachos, el cual era más bien una sala de reunión mientras miraba un mapa. 

Sus ojos viajaban de un lado a otro sin parar, buscando todas las ubicaciones, todos los testigos posibles, todo lo que pudiera encontrar sobre el paradero de la joven.

-Hijo, ¿Cuánto tiempo llevas despierto?

La voz de Price en un tono paternal le hizo mirar hacia arriba, a pesar de tener solo algunos años más que él, se comportaba como un verdadero cuidador. Se acercó a él y colocó una mano sobre su hombro en actitud protectora.

-No podía dormir.-dijo sin apenas mirarlo. 

-Todos estamos trabajando en ello, deberías descansar. No servirás de mucho si estás cansado, Simon.-le regañó con cariño.

El teniente no contestó, siguió mirando el mapa. Price suspiró y finalmente le dio unos golpecitos para salir del despacho. Ghost no volvería a comer, dormir o descansar hasta tener a Babi sana y salva entre sus brazos.


Todas las enfermeras, las cuales eran tres, Leah, Babi y Antonella, la cual siempre hacía el turno con la doctora Nora, junto a otras dos chicas estaban sentadas en el suelo de una celda. Casi todas lloraban, incluso llamaban a sus madres. En aquel edificio no se olía más que a desesperación y tristeza a la misma vez. Babi miraba hacia los lados, buscaba una forma de escapar.

También estaba asustada, mucho. Quizás más que en toda su vida, empezaba a arrepentirse de todas las decisiones que había tomado desde que nació para haber llegado a esa situación. Sus pelos estaban de punta y sentía su corazón latir con rapidez.

-¿Nos van a matar?

La joven miró a Leah, quién estaba completamente asustada, se abrazaba las rodillas y hundía la barbilla en sus piernas. Estaba temblando, no sabía si de frío o de miedo. 

-No lo creo.-susurró Babi mientras pasaba una mano por sus hombros, ella también sentía un fuerte nudo en la garganta que no la dejaba ni tragar saliva. Se encontraban en un sótano apenas iluminado por algunas bombillas sin recubrimiento. El goteo de una de las tuberías dejaba la piel de gallina y al más mínimo ruido, todas giraban sus cabezas hacia los lados. 

Luz de mi vida. (Ghost) Call of dutyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora