Capítulo 7: De viaje.

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Capítulo 7: De viaje.

La carretera se extendía como una banda infinita perdiéndose en los confines del horizonte. Así, con el sol asomando su estela lentamente y el fresco aire de la madrugada golpeándole el rostro, el recuerdo de Shoko durante el último viaje juntos le invadió la mente. Había sido poco después de que lo ascendieran de rango. Tuvo unas cortas vacaciones antes de ingresar a su nuevo puesto que aprovecharon recorriendo el país en camioneta. La risa descontrolada de su esposa mientras conducía de forma temeraria sobre la ruta desierta solo para sacarle un par de sustos se le antojó como algo de otra vida. Si cerraba los ojos, podía ver y escuchar perfectamente a la mujer que le había dado sentido a su existencia. La sedosidad de su cabello, como se mordía los labios cuando se concentraba en algo, su manía por que las toallas de toda la casa combinaran con las sabanas y los manteles, la forma en que...

Basta, se dijo. No podía seguir por ahí. Con mirada ausente se llevó la mano al cuello, donde descansaba la alianza de matrimonio de Shoko colgando de una cadena. La había tomado de su cuerpo justo antes de cremarlo en una de las salas del templo, para luego esparcir las cenizas por el rio que corría junto al pueblo. No era la despedida que hubiera querido darle, pero el tiempo apremiaba y dejar su cadáver abandonado para que terminara en alguna fosa común no podía ser aceptado de ninguna manera. Asique mientras el demonio había corrido a su casa para tomar un auto más apto para largas distancias y cosas esenciales para el viaje, había aprovechado el momento para despedirse de la única persona que había amado con total intensidad.

Tenían varias horas hasta que el primer equipo de caza arribara al pueblo, debía agradecer que los portales mágicos hubiesen sido consumidos por el fuego, de otra manera no habría tenido escapatoria.

En un intento por distraerse, miró de reojo a su acompañante. El demonio se había cambiado de ropa, ya que la anterior estaba cubierta de cenizas. Llevaba el largo cabello recogido en una coleta baja y un par de anteojos de sol negros se asentaban en el puente de la nariz. De nuevo lo asaltó la sensación de estar contemplando algo que no parecía creíble. Era una mezcla extraña entre ver una persona extremadamente atractiva y un dibujo generado por inteligencia artificial. Nadie se veía así en el mundo real. Solo esperaba que su apariencia no llamara la atención de forma innecesaria, ya que corrían el riesgo de toparse con más cazadores acechando en la ciudad. Aunque si había sobrevivido tantos años a la vista del mundo, algún truco tenía que tener.

Todavía no sabía que pensar del ser del inframundo. Su comportamiento era atípico para su especie, y esa aparente negativa a consumir almas humanas era sin duda algo antinatural. No conocía a nadie dispuesto a renunciar a la plenitud de sus fuerzas por el bien de un tercero, sumando eso al tipo de criatura que era, saltaban un par de banderas. Además, le había salvado la vida. Shoko le había relatado con todo lujo de detalles lo acontecido esa noche. La noticia del pacto entre ambos no le cayó nada bien, pero tenía sentido que el demonio quisiera protegerse. Sin embargo, el pacto había sido demasiado blando, podría haber pedido lo que fuera y Shoko se lo hubiera entregado sin dudarlo, pero no había tomado ventaja de eso. Sin contar que luego la había liberado, aun con el riesgo de ser asesinado después. Había sido eso y la deuda silenciosa que había contraído con él por haberlo salvado que decidió dejarlo tranquilo, con la esperanza de no estar cometiendo el peor error de su vida.

Una parte suya, la parte quebrada emocionalmente, agradecía tener compañía en ese momento, aunque fuera una tan desagradable. Porque estaba seguro que de haberse encontrado solo, habría cometido alguna locura. Reconocía su impulsividad, lo que lo llevaba a tener constantes roces con el Director Yaga, quien lo reprendía con dureza en un intento por hacerlo cambiar. Aunque con los años el hombre se había rendido y mientras no causara un daño irreparable, hacía la vista gorda para ahorrarse dolores de cabeza. Después de todo, Suguru es un excelente cazador. Por esa razón, su primer impulso había sido presentarse en la Central y demostrar su inocencia a cualquier costo, aun con el uso de violencia. Pero esa no era precisamente la mejor de las ideas. Para empezar, los altos mandos no eran personas flexibles, mucho menos comprensivas. Sostenían su jerarquía de poder mediante la mano dura y un margen de cero errores. Las pruebas empíricas en su contra serian todo que haría falta para condenarlo de por vida. Toda posible amenaza al sistema debía ser eliminada, a cualquier costo y sin importar quién o que fuera ¿esto los había llevado a cometer errores en el pasado condenando a quien no debían por accidente? Si ¿había servido para seguir manteniendo a salvo a la humanidad? También. Dura lex sed lex recordó, nunca mejor dicho.

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