Capítulo 22: Esclavos del destino (PARTE 3)

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- Satoru... - exclamó Suguru, sorprendido y asustado. Como si no creyera que fuese real. Era la primera vez que lo llamaba por su nombre sin hacerlo de forma despectiva. Las sílabas, resbalando desde la boca del cazador, ligeramente arrastradas, casi como un suspiro, le supieron a miel.

Decir que estaba furioso sería un eufemismo. Se imaginaba a sí mismo como la definición de furia sobre la tierra. No cabía dentro de sí. La visión de Mahito sobre Suguru, abusando de él mientras el hombre se removía desesperado se clavó en su corazón como una estaca de hierro.

Sin siquiera pestañear, envió a volar a ese maldito, mientras a su alrededor ingresaban cazadores por todas partes. Cruzar el infierno habría sido más sencillo que ingresar a esa fortaleza. Pero ya pensaría en eso más tarde, ahora tenía una cuenta que saldar.

Saltó sobre el demonio y aterrizó enterrándole las rodillas en la espalda al tiempo que le arrancaba los brazos de cuajo, prendiéndolos en llamas. Estaba por tomarle la cabeza cuando de repente su presa se desvaneció en el aire.

- Bu – escuchó a su espalda, mientras una barra de metal le atravesaba el centro del pecho. La tomó, sacándola sin dilación, para utilizarla en contra de su atacante.

Mahito lo observaba con la expresión de un auténtico psicópata. Un nuevo par de brazos reemplazaba al anterior. Se lanzaron uno sobre el otro a tal velocidad, que sus movimientos solo eran borrones de colores a la vista. Magia salía disparada en todas direcciones, aumentando el nivel de destrozos preexistente.

A pesar de la diferencia de edades y rangos, la pelea estaba nivelada. Satoru no recordaba haber tenido una pelea así desde los días del levantamiento, cuando participó en la derrota de Sukuna. No entendía como podía ser tan bueno en tan poco tiempo.

- Esto es como un déjà vu ¿No crees? Tú y yo, luchando por un humano – le dijo Mahito, intentando atraparlo en una llave.

- No estoy luchando por un humano. Lucho para destruirte – Satoru tenía los sentidos al máximo. Esquivando y atacando a la vez a toda velocidad.

- Romperás el corazón del pequeño Suguru. Él, que hasta hace un momento lloraba gritando súplicas a tu nombre. Sálvame, Satoru, por favor. Eso me trae recuerdos – esquirlas de magia salieron disparadas, mientras el otro conjuraba un escudo. Satoru sabía que solo buscaba provocarlo, hacerlo perder los estribos, la cosa es que estaba funcionando. La imagen de Suguru indefenso titilando detrás de sus párpados no lo dejaba en paz.

Aprovechando un momento de duda, Mahito lo jaló del cabello, llevando su cabeza hacia atrás con fuerza al tiempo que descendía un pedazo de vidrio con rapidez directo hacia su cuello. Realizando un giro en el último segundo logró esquivarlo, pero el cristal atravesó el aire, rasgando las blancas hebras casi al ras del cráneo, dejándolo con una corta mata de pelo blanco que se disparaba en todas diversiones.

- Bien, ahora si me enojé de verdad – exclamó mientras el otro tiraba a un lado los largos mechones que le quedaron en la mano.

Antes de que pudiera moverse, una mano se aferró a su tobillo débilmente. Suguru intentaba llamar su atención, murmurando cosas incomprensibles.

- Ah, si – dijo Mahito – Olvidé mencionar que está bajo los efectos de mi suero especial. Si no se subyuga antes de que el veneno cubra por completo su cuerpo, morirá ¿Qué te parece? Teniendo en cuenta el tiempo que ha pasado no creo que falte mucho para eso. En fin, sería una lástima que muriera, pero no pasa nada, todavía queda la chica –

Satoru se quedó estático, sin saber que hacer. Podía matarlo, estaba seguro de que si, a cambio de sacrificar a Suguru, pues no sería tan rápido. Mierda, no de nuevo. No así. ¿Por qué el destino lo esclavizaba a sufrir de esta manera?

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