Capítulo 17: Cuando se apaga el sol.

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Holis! Yo de nuevo c: Con motivo de la celebración del cumpleaños de nuestro Señor Geto, subiré dos capítulos el día de hoy :D ¡Feliz cumple Suguru! Porfa no me odies por lo que te va a pasar u.u

Ay diosito, que mi madre no se entere que estoy dejando de lado mis estudios por escribir esto jajajaj

Espero que les guste! Nos vemos al final del próximo capítulo :3

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Era definitivo, tenía la garganta completamente cerrada. Iba a morir. Una y otra vez abría la boca con desesperación intentando que el aire atravesara su tráquea hasta los pulmones, pero era un sin sentido, no funcionaba ¿Había olvidado como respirar?

Los ecos de una voz llegaban hasta sus oídos, distorsionados por el sonido de cientos de gritos consumidos por el fuego. Era una palabra, el sonido era una palabra. Era su nombre...

Suguru... Suguru... ¡Suguru por favor, reacciona!

- ¡Ngh! - un fuerte golpe sobre sus costillas lo obligó a toser y por fin el aire pudo seguir su curso. Quemaba como el infierno, pero al menos sus oídos se destaparon y la cabeza dejó de darle vueltas.

- ¿Estás bien? - no podía hablar aún, asique asintió con rapidez mientras recuperaba el aliento.

- Tenemos que salir de aquí, el fuego va a tirar todo abajo. Vamos - una pequeña mano rodeó la suya y tiró de su cuerpo instándolo a ponerse de pie. Con dificultad esquivaron las columnas del gran comedor que se caía a pedazos en cada esquina. El humo todavía no se apoderaba del ambiente por completo, por lo que pudieron encontrar el pasillo que conectaba al área de dormitorios que a lo lejos parecía intacta. Sabían que no permanecería así por mucho tiempo, pero podrían refugiarse hasta que la ayuda llegara.

Al llegar se dirigieron directo a los armarios. Las estructuras de madera eran demasiado pequeñas para esconderse juntos, asique se separaron metiéndose en dos muebles distintos, quedando frente a frente al estar ubicados en paredes paralelas. Las filas de camas pulcramente tendidas se extendían en el espacio intermedio entre ambos niños, que dejaron las puertas entreabiertas para poder tranquilizarse entre sí.

Suguru se acomodó entre la ropa rodeándose las rodillas con los brazos. Sus pequeñas piernas eran huesudas y débiles a comparación de las de otros niños. Siempre le recordaban lo patético que era y lo molestaban tanto que un encargado debía defenderlo. Vas a crecer, le decían, serás un hombre fuerte que protegerá a sus seres queridos. No podía creerles.

Lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas y las limpió con rudeza. Siempre llorando, nunca pudiendo tomar la iniciativa. Como serás fuerte si al primer problema solo sabes gimotear, se reprendió enojado.

- Silencio Suguru, alguien viene - la frase dicha en voz baja lo cortó en seco. Con rapidez, ambos niños cerraron sus respectivas puertas y se quedaron quietos.

Suguru se llevó la mano a la boca, tratando de ahogar el sonido de su respiración alterada por el llanto. Si lloras te mueres, si lloras te mueres, si lloras...

Una llamarada, una enorme llamarada se apoderó de las camas convirtiendo las sábanas en cenizas y fundiendo las estructuras de hierro haciéndolas gotear como simples velas. La ferocidad de ese fuego le pareció anormal, nunca había visto algo así, tan destructivo. En breve no quedaban ni los vestigios de lo que alguna vez fueron esos catres en primer lugar. Se asustó más, si ese fuego llegaba hasta su armario...

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