Capítulo 2: Vegetariano.

279 40 1
                                    

Capítulo 2: Vegetariano.

Fue el empujón de una bota en el hombro lo que hizo que abriera los ojos con sorpresa. Las últimas olas de energía gastadas en esa simple acción. Sentía la boca pastosa, los labios resecos y la garganta árida, como si un pequeño desierto se hubiese instalado en su interior. Diría que le dolía el cuerpo, pero la verdad es que ya no lo sentía. No recordaba cuando había sido la última vez que había estado consciente más de unos minutos. No podía medir el tiempo ya que la oscuridad se había instalado como una constante en su visión, rota por unas hebras de luz que se asomaban por la puerta, abierta por primera vez en días.

- Vaya, la verdad es que esperaba encontrarte muerto – dijo con algo de sorpresa Suguru, la bota con que lo había pateado aun en alto y las manos en los bolsillos del largo abrigo negro. La colilla de un cigarro se asomaba entre sus labios. Con ese punto de vista desde el suelo con las sombras haciendo extraños juegos a su alrededor, bien podía ser un ángel de la muerte que viniera a recogerlo para llevarlo al otro lado, altas y sombrías alas negras extendiéndose desde sus hombros.

Qué tontería, se dijo, si hubiera un más allá de seguro un ángel seria lo último que lo acompañaría. Además, todo el mundo sabe que los demonios no tienen alma, de ahí quizás su imperiosa necesidad de encontrar una entre sus víctimas.

Satoru se mantuvo en silencio, no porque quisiera, sino porque no podía hacer otra cosa. Sentía los hilos de la inconsciencia tirar nuevamente de él cuando una segunda sorpresa lo obligó a reaccionar de nuevo. Un frio baldazo de agua cayendo sobre su cabeza hizo que su cuerpo saltara y se doblara entre convulsiones debido al agua que se coló intrusa por las fosas nasales obligándolo a toser, buscando expulsarla toda de su sistema. Estaba recomponiéndose cuando un segundo baldazo siguió al primero. Más toses seguidas de un ardor que iba extendiéndose en sus pulmones gracias al líquido invasor.

- Eso es, mucho mejor – exclamó entre risas Suguru, el balde de madera en su mano revolviéndose juguetón – sabes, es la primera vez que encuentro una bestia de tu tipo que huele tan mal. Quizás el cautiverio no es tan bueno para algunos animales –

Dejando el balde a un lado, se puso en cuclillas para mirarlo con curiosidad, inclinando un poco la cabeza.

- ¿Estás escuchándome pequeño bastardo? – No hubo respuesta más allá de los residuos de toses ahogadas – Ah, debes estar hambriento ¿no? Quizás hasta sediento – dijo de pronto el cazador, como si hubiese olvidado algo obvio - ¿Beben agua los demonios? Podemos averiguarlo –

Con ojos torturados, Satoru vio como el hombre desaparecía para luego volver con una botella con agua que introdujo en su garganta sujetándolo por la mandíbula con saña.

El líquido, aunque refrescante y deseado, comenzó a inundarlo con rapidez. Era demasiado para su garganta y pronto comenzó a escurrir por las comisuras de la boca, saliendo por la nariz y deslizándose por el cuello, mojándolo todavía más y casi ahogándolo en el proceso. Sin embargo, Suguru no paró de sujetarlo, forzándolo a intentar beber con una mueca de sadismo negro. Pronto el demonio se encontró empapado no solo por el agua de los baldazos y la botella, sino por lágrimas que habían escapado de sus ojos. Su ropa y cabello no habían salido airosos del baño improvisado, y largos mechones blancos, ahora opacos por la mugre del suelo, se pegaban a su camisa negra como algas escurridizas. Esta vez la tos fue más fuerte pero a pesar de la quemazón en sus pulmones, el agua le había venido bien. La cabeza se le despejó un poco y pudo mirar a su victimario, esperando con resignación su próxima idea macabra.

- ¿Te sientes mejor? – preguntó el cazador con voz suave y dulce, como si no acabara de intentar ahogarlo por diversión. Satoru no contestó. Sabia de primera mano todo lo que los cazadores eran capaces de hacer solo por matar el aburrimiento, él mismo lo había vivido en carne propia en más de una ocasión. Tenía cicatrices que así lo atestiguaban. Si fuera más joven quizás caería ante ciertas cosas, pero los años pesaban sobre él, ya no tenía fuerzas para más juegos. Solo tenía que esperar una apertura, una pequeña grieta y podría escapar. Podía hacerlo, se repitió incansable, podía escapar otra vez. Solo tenía que tomar las riendas de la situación, como fuera. Todos tienen una debilidad, solo tenía que encontrarla.

ENLAZADOS [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora