Capítulo 37: La promesa.

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Capítulo 37: La promesa.

Y sí.

¿Y si en vez de nacer hija de padres drogadictos hubiera sido amada? ¿Y si en vez de escapar de la casa de tránsito para correr en busca de una madre maltratadora que la cambiaría por una bolsa de hierba sin dudarlo hubiese permanecido en su cama? La pequeña cama de sábanas celestes y estampado de nubes. Los cuadros infantiles en la pared y la promesa de un hermano no de sangre, pero sí de corazón a punto de nacer. Las flores de lavanda en el cantero tras la ventana y las palabras de cariño de dos extraños que pretendían darle un futuro decente en vez de una maldición.

¿Y si todo eso se cumpliera habría sido feliz? ¿Y si esa niña estúpida y temerosa hubiese sido paciente, llorando contra la almohada y no en soledad escondida detrás de la verja de algún parque perdido a mitad de la noche? ¿Y si ese hombre en principio amable no la hubiese recogido para entregarla a los brazos de un demente?

Tarde para saberlo. Veinte años demasiado tarde. Aunque la respuesta en cierta forma sencilla se presentaba clara ante ella: no tendría que estar pasando por esto.

La calidez del cuerpo de Kento atravesaba la tela de la ropa, haciéndolo presente en su cabeza y manteniéndola atada al momento. La acidez revolviéndole el estómago junto a las ganas de vomitar también. Se dirigía a enfrentar a la muerte cara a cara una vez más, con suerte la última de todas. Con suerte mañana podía ser el primer día de libertad en toda su vida. Libertad para hacer, elegir y decidir su futuro.

Futuro. Algo que jamás pensó tener la posibilidad de anhelar, después de pasar de jaula en jaula la perspectiva de vivir un día más se tornaba en sufrimiento. La esperanza de dormir y no despertar el sueño más preciado.

Todo quedaba atrás ahora. Y si esto salía bien tendría a Kento y su amor para recuperar el tiempo perdido. La playa, una casa, hijos, el mar. La playa, una casa, hijos, el mar. La playa, una casa, hijos, el mar. La playa, una casa, hijos, el mar. Así sería. Merecían una oportunidad de ser felices. Confiaba en que se daría. Lo harían suceder. A cualquier costo.

Un repentino bamboleo del tren la obligó a salir del bucle de pensamientos. Mejor así, llevaba días quemándose la cabeza y si se dejaba abatir solo podría terminar mal. Además, la tensión dentro del vagón estaba lo suficientemente alta.

No podía quitarse la idea de que habría sido positivo recibir algo de entrenamiento por parte de Kento para esto. Por cualquier cosa, aunque en el fondo entendía que, de vérselas con cualquier enemigo, ni siquiera tenía porque ser Mahito, acabaría muerta. Sin ninguna duda. Una simple humana sin poder mágico ni alma, blanco fácil asegurado.

—Intenta estar tranquila. Todo saldrá bien. —La voz del rubio cazador siempre lograba sedarla. Por alguna razón escuchar una palabra de su parte tenía efectos relajantes en su sistema, más no ese día. Tensa como la cuerda de un arco, jamás había entendido el significado de la frase hasta vivirla en carne propia.

—Sigues pensando que debí enseñarte algo.

—Habría servido para darme un poco de calma.

Kento sonrió con dulzura ante su respuesta. Ambos sabían que estaban repitiendo conversaciones pasadas, sin más. Haciendo algo para llenar el espacio de otra cosa que no fuese el miedo estrangulante.

—Toma esto. Quizás sea tarde pero peor es nada, dicen. —Con asombro recogió de la palma del rubio el objeto que le tendía. Una pequeña navaja retráctil de mango liso y brillante. Las tenía vistas de vérselas al resto de cazadores. Es posible que fuese parte del equipo reglamentario o algo así—. Teniendo en cuenta tu habilidad innata con el tenedor, creo que estás lista para subir de nivel.

ENLAZADOS [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora