Capítulo 18: Confusiones.

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- ¿Mahito? - repitió Maki sorprendida. Mei le había hablado de él. Un demonio de mil años fanático de la magia de transfiguración. Quedaba claro que era el responsable de generar esas pobres criaturas deformadas.

Cuando Mei había acudido a los altos mandos para informar sobre la existencia de este demonio y el peligro que representaba en un principio solo la ignoraron, pero al seguir insistiendo le aseguraron que sus sospechas eran infundadas por que Mahito había muerto a manos de su maestro. Ya no sabía que creer.

- El mismo. A juzgar por tu expresión, veo que has escuchado sobre mí. Cosas malas espero - contestó el demonio sonriendo una forma que asemejaba a un niño inocente.

- No tienes idea -

Estaba jodida. Malditamente jodida. Tenía que hallar la forma de conseguir refuerzos. Dudaba de que en el fragor de la batalla alguien notara su ausencia. En todo caso la darían por muerta enseguida sin cuestionárselo. Para llegar del hall hasta el exterior no solo debía atravesar una puerta, sino también el pequeño recibidor de la entrada. Mierda.

Antes que nada, tenía que priorizar su protección. No pensó que tendría que llegar a este punto tan pronto, pero no podía subestimar al enemigo. Concentrándose, repitió las palabras que uno de los miembros de la Guardia le había enseñado para activar el hechizo que le habían colocado y finas líneas de secuencias de runas tintaron su cuerpo en color negro, brillando tenuemente. Por primera vez en su vida, sintió el poder de la magia corriendo por sus venas. Era increíble.

Sus sentidos se agudizaron, cada partícula de polvo se volvió visible a sus ojos. Los colores, sonidos y olores la golpearon aturdiéndola por un segundo. Incluso pudo experimentar la sensación de la magia de Mahito. El aura, que ya de por si le había parecido fuerte, ahora se le hizo descomunal, opresiva. Quizás fuera por ser su primera experiencia con ese nivel de entendimiento del ambiente o simplemente el demonio estaba a un nivel muy superior en la escala. Ahora entendía como podía permanecer tan calmado en ese lugar diseñado con el único fin de detenerlo. Las cosas no podían estar peor.

- Sorprendente. Geto no mencionó que pudieras hacer eso. Eres buena - el cumplido sonaba sincero mientras los ojos del demonio la evaluaban. No contestó.

Saboreando su nueva agilidad, Maki se lanzó hacia él blandiendo el juego de dagas apuntando a su cuello. Matar a un demonio solo requería cortarle la cabeza, sin más. Aunque claro esto sería mucho más sencillo si no fueran tan apegados a resistirse. Mahito se agachó en el momento que el filo de las hojas metálicas cortaba el aire e intentó barrerle las piernas con una patada que ella esquivó saltando para aterrizar sobre sus hombros, aprovechando el movimiento para golpearle la cabeza con un giro en el aire que arrastró al ser oscuro un par de metros.

Sorprendido, Mahito se incorporó y se llevó la mano a la boca donde un hilo de sangre negruzca comenzaba a escurrirse entre sus dientes. Sonrió, el maldito sonrió mientras se ponía de pie y utilizaba un hechizo para curarse.

- Eres buena. Eres muy buena. Casi me dan ganas de subyugarte, me serias muy útil. Sin embargo - agregó antes de que su imagen se volviera borrosa y se materializara a espaldas de la chica - no tenemos tiempo para eso. Lástima - de un solo movimiento le devolvió la patada, enviándola directo hacia uno de los pilares donde impactó con un golpe seco cayendo de rodillas.

Ahora fue el turno de Maki de escupir sangre. Por suerte para ella, las runas entraron en acción disminuyendo el dolor y curando al instante cualquier posible fractura. Piensa, se dijo, tenía que haber una forma de escapar. Decidió que correría la pelea lentamente hasta la puerta. Era su única opción.

Aunque pronto descubrió que sería complicado. El demonio no era estúpido y tras varios intercambios de golpes se dio cuenta de que siempre la enviaba de regreso al centro de la habitación. Estaba jugando con ella, se reía divertido por la situación. Viéndolo se daba cuenta de que esa cosa estaba completamente convencida de su victoria y solo estaba allí con ella para pasar el rato mientras sus esclavos hacían el resto. Lo odió aún más. La sensación de ser subestimada y tratada de menos no era nueva, pero cada vez le resultaba más intolerable. No podía soportarlo, no después de todo lo que tuvo que pasar para ganarse su puesto.

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