Capítulo 23: La vida y la muerte.

282 30 100
                                    

Abrir los ojos fue como sacar la cabeza del agua para respirar en medio de una tormenta. Sentía como si hubiese recorrido cientos de kilómetros a nado para llegar a la superficie de la consciencia. Los músculos, adoloridos y relajados a partes iguales, despertaban poco a poco, respondiendo con lentitud a las órdenes que les daba. Se tomó su tiempo para ubicarse de nuevo en el presente, para rememorar donde se encontraba y como había llegado ahí. Al parecer estaba en una de las áreas de residencia para aprendices, a juzgar por las filas de camas apostadas una junto a otra en la larga habitación. Por un momento, el recuerdo de su última noche en el orfanato le asaltó la mente, devolviéndole con un bandazo las memorias de las pasadas horas. Todo llegó de golpe, Haruta, Mahito, la tortura, su hermano, Kamo, el suero, Satoru...

Satoru.

El suero.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda.

Se sentó en la cama a toda velocidad, haciendo saltar del susto al demonio que reposaba a su lado, que lanzó una exclamación de sorpresa casi cayendo al suelo, pues el colchón era individual.

Suguru se mareó por un momento por la fuerza del movimiento y luego vio... todo. El mundo era diferente. Los colores más brillantes, los bordes de los objetos se definían perfectamente ante sus ojos, mostrando detalles que jamás habría pensado que tuvieran. El olor del metal de los catres mezclado con el aroma a desinfectante y líquidos de limpieza le escoció la nariz de forma violenta. Eso solo podía significar una cosa.

Corrió hacia el baño a mirarse en el espejo. Ahí estaba, él, pero no era él. Sus heridas habían desaparecido, al igual que cualquier posible rastro de cicatrices sobre la piel, que se presentaba igual de suave y lisa que al momento de su nacimiento. La mano de Mahito sobre su corazón siendo solo un mal recuerdo. Siguió subiendo, lentamente, con temor, y los vio. Sus ojos. Habían cambiado de color. Eran azules, con un ligero toque de morado claro en los bordes del iris.

- Se supone que deberían ser negros, pero asumo que el hecho de que yo no consuma almas tiene algo que ver – la voz del demonio le llegó lejana, mientras se dejaba caer al suelo con las manos aun sujetas al lavamanos, casi hiperventilando.

Lo hizo. Satoru lo hizo. Las escenas de la noche anterior pasaron como flashes por su memoria ¿Cuántas veces...?

Vomitó. Aunque su estómago no tenía mucho para ofrecer, haciendo que la experiencia fuera mucho más asquerosa y repulsiva. El demonio se mantuvo tranquilo a su lado, sosteniéndole el cabello detrás de la cabeza en silencio, esperando que estuviese listo.

Quería odiarlo, pero no podía. Una parte de su mente sabía con certeza que, de no haberlo subyugado, ahora estaría muerto. El problema era la otra parte. La parte que estaba deseándolo. La parte que disfrutaba de su cercanía y su toque. La parte que quería cerrar el espacio que los separaba y...

Se puso de pie nuevamente para meterse en la ducha y abrir el agua caliente al máximo, mojándose al completo en pocos segundos. Era un sin sentido, al fin y al cabo, sin importar cuanta distancia pusiera entre ellos era imposible escapar de su cabeza. Se frotó con fuerza un largo rato, imaginando como si fuera un niño que el jabón borraría los rastros de Satoru sobre su piel. Lo haría de hecho, pero no de la forma que le gustaría. El agua podía llevarse el sudor, la sangre y... otras cosas, sin embargo, lo esencial seguía estando allí, en su interior. De eso no tenía manera de escapar.

Se quedó dentro del cubículo lo más que pudo, con el agua corriendo por su espalda en un intento por que su sonido acallara los gritos internos. Sin embargo, ya no podía seguir ocultándose, pretendiendo ser el único ser vivo en el universo. Mei estaría preocupada y todavía tenía que hacer frente al Consejo ¿Cómo iba a hacerlo en estas condiciones? ¿Cómo convencerlos de que no era el demonio quien hablaba por él?

ENLAZADOS [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora