Capítulo 21: Esclavos del destino (PARTE 2)

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- Veo que se están divirtiendo mucho sin mi -

- Me aburría, es tu culpa por llegar tarde - respondió Mahito al recién llegado, sentándose en el alfeizar de uno de los enormes ventanales del lugar mientras le sacaba la lengua de forma infantil.

Parecían estar en un castillo. En el comedor de un castillo para ser exactos. Una enorme edificación de piedra, con techos altísimos y candelabros dorados plagados de cristales que caían como lluvia desde el hierro forjado, reflejando la luz de la puesta sol.

Todos estos detalles Suguru los asimilaría mucho después, en ese momento todo su campo de visión se reducía únicamente al hombre que se alzaba de pie frente a él. Era como verse en un espejo. La forma de la cara, los ojos, la nariz, hasta el peinado, cada detalle era idéntico. Como si fueran un clon del otro. Las paranoias de Yuki cobraron sentido, la razón por la que su aura coincidía en los túneles subterráneos donde la mantenían prisionera, todo. La cabeza le iba a estallar en cualquier momento.

El hombre se acercó a él y Suguru solo pudo reaccionar arrastrándose hacia atrás como un gusano, maniatado y tirado en el suelo era todo lo que podía hacer. Al menos así lo sentía. De pronto era un niño pálido de rodillas huesudas huyendo de los bravucones del orfanato que se reían de él y le arrojaban piedras. Que alguien lo despertara de esta pesadilla.

- Tan dramático como siempre - con un suspiro cansado, el individuo lo tomó por los brazos llevándolo hasta una silla junto a una enorme mesa de manera tallada que presidía la habitación. No la había visto antes.

Unas manos entraron en su campo de visión y se alejó por instinto.

- Tranquilo, van a limpiarte - le dijo ¿Su hermano? ¿Una aparición? ¿Un fantasma? No le salían las palabras.

Se dejó hacer en silencio, tratando de encontrar una explicación a todo lo que estaba pasando. Él lo había visto todo aquella vez. Como ese demonio arrancaba pedazos del cadáver de su gemelo como quien deshuesa un pollo. Como un niño con un juguete nuevo. Como lanzando al suelo un... rompecabezas.

- Asique ya lo has adivinado - había tomado asiento frente a él, dejándose caer sobre la silla con las piernas ligeramente abiertas y uno de los brazos cruzado sobre el respaldo. Le recordó a si mismo - Veo en tus ojos que ya sacaste las conclusiones necesarias. Es cierto, morí esa noche y Mahito me trajo de vuelta. De hecho, fue una suerte que fuera el mismo quien me destrozara, de esa forma sabría como remediar su desastre -

¿Mahito? ¿Qué?

- Déjame contarte una historia de lo más interesante. Pero antes - con un gesto de su mano, los sirvientes que estaban limpiando a Suguru se dispersaron, llevándose los trapos con ungüentos extraños y restos de sangre. La quemadura le escocía pero ya estaba cicatrizando gracias al tratamiento recibido - tienes que saber que me alegro mucho de verte. Hubiese preferido que nuestro reencuentro se diese de otra forma, pero ya estamos aquí. Veo que Gakuganji hizo un gran trabajo cuidándote. Ya eres un hombre, diestro con la espada y hasta formaste una familia. Me siento orgulloso -

La mente se Suguru se iluminó con un recuerdo. Casi lo había olvidado.

- Eras tú. Esa noche, a las afueras del templo. Me atacaste, casi me matas -

- Ah, si - reconoció con tranquilidad - Un error de cálculo, tendrás que perdonarme. No era la idea dejarte así. De hecho, era todo lo contrario. Quería traerte conmigo, pero me encontraba... indispuesto para pensar con claridad. Me alegra que sobrevivieras -

¿Acaso era un chiste? La forma en la que hablaba... Como si solo hubiera sido un día de juego cualquiera en el parque y no casi lo dejase cortado en pedazos sobre el césped.

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