Capítulo 35: Después de la muerte.

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Capítulo 35: Después de la muerte.

El sol estaba más caliente ese día. Caía en blandas oleadas sobre la piel, una suave caricia aquella tarde de verano. Era el primer día del cambio de estación luego de una agitada primavera plagada de lluvias y exceso de trabajo para ambos. También, la última tarde que pasarían allí, en la terraza de su vieja casa en el centro de la ciudad, antes de emprender un pequeño viaje de vacaciones para celebrar la ascensión a su nuevo puesto: guardián del templo. Vigilante de una de las cinco vasijas de Sukuna.

La expectativa por comenzar con su tarea no era mucha. De ser honesto, admitiría de buen grado que en realidad era nula, pero no podía hacerlo, claro. Los altos mandos ordenaban y ellos obedecían, no había más vueltas que darle.

—¿Crees en la vida después de la muerte?

Shoko recibió la taza de té que le tendía, dando un sorbo de prueba al líquido humeante, asintiendo para si con agrado al comprobar que estaba tal y como le gustaba. El hecho de que pudieran tomar té estando a casi treinta grados una de las tantas costumbres extrañas comentada por su círculo de amigos. Nada mejor que un buen té para curar el alma, respondería Shoko mientras calentaba el agua para preparar la infusión.

Aunque ese día dudaba que hubiese algo que pudiera alegrar lo que fuera. El negro del luto seguía envolviéndola al volver del entierro de su madre, empequeñeciendo su ya estrecha figura. Las prendas oscuras haciendo que su pregunta resultase incluso más sombría.

—No estoy seguro —respondió con sinceridad. Sabía cuanto odiaba que se contuviera en sus conversaciones por miedo a herirla de algún modo con su visión de la vida—. Es difícil imaginar que haya algo más...

—¿Extraño?

—Tortuoso, después de esto. Ya sabes, por todo eso del infierno y tal. No imagino que podría ser peor que transitar esta vida.

—Sin mencionar que los demonios ya están rondando la tierra ¿Verdad? —agregó Shoko dando otro sorbo a la taza humeante, antes de apoyarse en su hombro.

—Detalle a tener en cuenta —asintió Suguru imitándola con su bebida para luego rodearla con un brazo. El atardecer estaba próximo, podían ver el sol descendiendo lentamente en el horizonte.

—Papá siempre dijo que esperaba que mamá tuviese una.

—¿Una vida después de la muerte? —preguntó extrañado. Le sorprendía que su suegro pudiese haber dicho algo tan macabro, sobre todo porque la muerte de su mujer fue algo repentino.

—Una vida después de su muerte, me refiero. Siempre pensó que viviría más que ella y lo atormentaba pensar que pudiese quedarse atascada con el fantasma de un pasado que no volvería. Supongo que al final tendrá que aplicar su propio consejo —concluyó con amargura, dejando el recipiente ya vacío a un lado para poder corresponder el abrazo.

Suguru meditó largo rato el significado de tales palabras en lo que el cielo cambiaba su gama de colores al naranja y el sonido de la vida nocturna iba inundando poco a poco las calles a sus pies. Una vida después de la muerte de un ser querido. El bien sabía lo que era eso. Algo que te cambia para siempre, una huella imborrable en el alma. Un hecho con el que todos deben aprender a vivir alguna vez.

—Quiero que la tengas —dijo de pronto, haciendo que Shoko girase la cabeza, la duda implícita en su mirada—. Una vida después de mi muerte. Prométeme que no te quedaras estancada en mi tumba.

—Das por sentado muy fácil que morirás —respondió ella, casi en un susurro—. Eso es aterrador.

—Es uno de los riesgos —dijo Suguru con calma, encogiéndose de hombros.

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