Voz (Zhongli x Chide)

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El frio se colaba por sus pulmones haciendo que sus alvéolos ardieran como si tuviera un incendio dentro del tórax.

Los médicos se acercaban cada vez que el Fatui se ponía a gritar, daba alaridos como un animal herido y convulsionaba en rabia.

Childe había mantenido el engaño demasiado tiempo activo, sin poder usar su visión para tomar un descanso, aquello había hecho estragos en su cuerpo, que para buena suerte no serían permanentes pero si sería muy dura la recuperación.

El mar primigenio pese a no convertirlo en oceánida por no ser una persona de Fontaine, si que tenía una composición que no debía ser ingerida, por ende los síntomas más comunes serían alucinaciones, dolores internos y pesadillas.

Uno de los omegas que pertenecía a los heraldos despertaba algunas veces de sus sueños insultando a la arconte Hydro, buscando venganza por haberlo utilizado, incluso sabiendo que su trono estaba destruido y ella ya no existía, eso no mermaba la ira que sentía.

Los doctores de Snezhnaya no podían trabajar como les gustaría porque el joven pataleaba y exigía que lo dejaran ir, Tartaglia aún tenía heridas externas e internas, incluso habían vendado sus ojos para que no quedara ciego, pero eso del pelirrojo no lo entendía.

Los analgésicos aunque eran fuertes no desaparecían los dolores del todo, lo que complicaba hasta sus horas de sueños y las escasas que tenía se tornaban en pesadillas inventadas sobre su familia siendo asesinada mezcladas con tragedias que vivió.

Una noche despertó en un mar de sudor, asustado por encontrarse en la absoluta oscuridad, comenzó a removerse y jalonear para soltarse ya que lo habían amarrado a la cama como un paciente mental.

Habían determinado que era peligroso para sí mismo.

— Solo vas a lastimarte más...

El Fatui se quedó quieto, aquella voz era inconfundible para él, un tono firme pero cariñoso que se sentía como caricias tenues en una tarde fría de otoño, mimos que hacían olvidar el frío que anidaba en su corazón, se trataba de nada más y nada menos que el arconte Geo.

— Zhongli... —Murmuró con la voz ronca.

Sintió sus pasos acercarse y la ligera caricia contra su mejilla.

— Soy un pésimo alfa... Mira lo que te han hecho... ¿Cómo pude permitir algo semejante?

La dulce voz impropia tenía tintes de preocupación y decepción de si mismo, pero su corazoncito sintió que había encontrado la paz que había estado buscando todos esos días, como un zorro cavando en la nieve, brincando y gruñendo.

Zhongli lo desató y lo tomó de los costados de su rostro para acariciarlo.

— Me alegro tanto que te encuentres con vida... lamento no haber estado para ti en aquel instante decisivo...

Le temblaron los labios y no pudo evitar derramar lágrimas que se escurrieron hasta su barbilla, extendió las manos para abrazarlo, el arconte en respuesta besó sus orbes por encima de la venda oscura.

El pelirrojo estaba cansado de luchar contra sus propios instintos, contra el enojo que sentía, con ese dolor que le atravesaba el alma, que simplemente se dejó hacer, perdiéndose en el sonido de su voz que parecía ser un arrullo.

— Zorrito travieso, eres realmente peligroso...

Le dijo cariñosamente jugando con las hebras anaranjadas, suave, haciendo rulitos al enrollar el mechón en torno a su falange.

Pero Childe ya se había quedado dormido acurrucado contra su anatomía, confiando que si tenía una pesadilla el dulce tono de la voz del dios de los contratos disiparía las esporas ennegrecidas que miraba en su sueño dejando tan solo un campo de flores que se mecerían con el viento cálido.

Con la tranquilidad de tenerlo a su lado.

Omegacember 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora