Capitulo 4

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Mi noche en el Hotel Libertador fue un torbellino de emociones y desafíos. A pesar de la discusión matutina con Santiago, mi optimismo no se desvaneció. Cuando salía del edificio, lo encontré en el patio de las palmeras, fumándose un cigarrillo. Su presencia era innegablemente atractiva, pero mis pensamientos se centraban en nuestro trabajo conjunto.

Santiago me informó sobre la reunión en el hotel y la necesidad de prepararnos para la asunción presidencial. Aunque era serio y no habíamos tenido el mejor comienzo, podía presentir que apreciaba mi presencia. Sin embargo, la discusión siguió hasta altas horas de la noche, esta vez en el hotel.

Mis convicciones chocaban con su enfoque más pragmático. Mientras intentábamos alcanzar un equilibrio, las tensiones crecían.

El presidente Milei, en su papel de mediador, buscaba evitar que la discusión política afectara la estabilidad de la alianza.

La atmósfera en la sala reflejaba la complejidad que existía en unirse y trabajar por un mismo fin cuando se tenían ideologías tan marcadas y diversas.

Mis convicciones se mantenían firmes, pero la presión del momento y el peso de la responsabilidad compartida se hacían evidentes. A pesar de las diferencias, nos dimos cuenta de que, al final del día, compartíamos un objetivo común: el éxito del gobierno de Milei.

En nuestras discusiones todo era tenso y apasionado pero emergían matices que dejaban entrever nuestras personalidades y enfoques políticos.Teníamos que tomar decisiones muy complicadas y llenas de expectativas, ya que no sabíamos cómo eso iba a terminar impactando en el país.

— Sé que tus convicciones son fuertes, pero acá no estamos para experimentar. Necesitamos tomar decisiones firmes y rápidas, y eso implica dejar de lado ciertas idealizaciones —insistió Santiago, con una expresión segura.

—No todo se trata de resultados inmediatos. La política también es empatía, es entender las necesidades reales de la gente, no solo las estadísticas frías. No podemos perder de vista el impacto humano —respondí, tratando de mantener la calma.

Santiago soltó una risa burlona, una chispa desafiante en sus ojos.

—A ver se que tenes las mejores intenciones, pero la política real es otra cosa. No podes construir un gobierno exitoso solo con buenas intenciones y quedando bien con todo mundo. Necesitas estrategias pragmáticas, y eso, querida, es algo que te falta entender.

La atmósfera se cargó de tensión. Me sentí desafiada, pero a la vez decidida a no dejarme intimidar.

—No subestimes mi capacidad de entender la realidad. A diferencia de algunos, no necesito fumarme 5 atados de cigarrillos para ver las cosas con claridad y manejar la ansiedad. —respondí, apuntando a su hábito de fumar que tanto me irritaba.

El rostro de Santiago se tensó, pero no se quedó atrás.

—Estaría bueno que te calmes un poco. Tu visión solo te llevará al fracaso, y este gobierno no puede permitirse eso.

La sala quedó en silencio por un momento, la tensión ya se estaba volviendo una costumbre. Sabíamos que, a pesar de las diferencias, debíamos encontrar un terreno común para avanzar.

—Santiago, no sé en qué momento perdiste la perspectiva, pero no pienso dejar que arrastres este gobierno a medidas que vayan en contra de lo que creo correcto —afirmé

Santiago se acercó quedando a pocos centímetros de mi, su mirada desafiante muy cerca de la mía. Sentía como mi cuerpo se tensaba por su cercanía.

—Lea, si sigues aferrándote a esas ideas de mierda sin entender la realidad política vas a hacer que te coman en dos panes. Esto no es un juego para nenitas idealistas, pero no lo entendes. Queres jugar en serio o no? —dijo susurrando esto último muy cerca de mi oído.

Entrelazados por el Poder - Santiago CaputoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora