4 de diciembre, 2023.
Desde el punto de vista De Santiago Caputo:
La noche porteña se filtraba por las cortinas de mi departamento cuando el teléfono sonó, rompiendo la tranquilidad con su estridente sonido. Era Milei, mi amigo y próximamente presidente de la nación.
—Caputo, como andas? Acercate a la Casa Rosada mañana a primera hora. Hay que cerrar ciertos temas antes de la asunción. Surgieron algunos cambios de ultimo momento, te voy a presentar a alguien para que trabajen juntos.
No necesité más detalles para entender que las cosas se complicarían. A regañadientes, al otro día me dirigí al epicentro del poder.
En la sala de reuniones, Milei y Patricia charlaban animadamente antes de mi llegada. El humo del tabaco flotaba en el aire, señal inequívoca de que la conspiración estaba en marcha.
—¡Caputo, carajo! —exclamó Milei, ofreciéndome un cigarro. Acepté, encendí el mío y me senté, preparado para lo que vendría.
Mientras Patricia y Milei seguían hablando, mi mente maquinaba. ¿Cómo alguien más podría entender mi juego? Era el director de la sinfonía política, y no necesitaba a nadie más que a mí mismo.
—Che, Santiago, ¿qué opinás de Lea? —preguntó Patricia, interrumpiendo mis pensamientos.
—No sé, Patricia. Pero veo que va a ser un desafío trabajar juntos. Siempre estoy dispuesto a enseñar —respondí, ocultando mi decepción tras la fachada de calma.
El juego acababa de volverse más complicado, y mi descontento bullía internamente. Pero no iba a dejar que eso se reflejara en mi rostro. Internamente, se me ocurrió un plan maestro. La haría dudar de cada paso, la volvería loca hasta que abandonara. Mi territorio, mis reglas.
La vi entrar, con una sonrisa desafiante y un aura que me advirtió que no sería una simple peón en mi juego. Me extendió la mano, y la apreté con fuerza.
—Hola, Santiago. ¿Un gusto? —dijo Lea, sin saber en qué terreno se estaba metiendo.
— Santi, confío en vos para que manejes esto. Pero debido a los cambios, tuvimos que ceder algunos cargos, de todas formas, todos estamos tirando para el mismo lado —sentenció Milei.
Mi mirada fija en Lea, sonreí internamente. La partida recién comenzaba, y yo ya estaba preparando mi jugada maestra.
Mientras patricia le mostraba a Lea los diferentes espacios de la Casa Rosada, con Milei compartíamos finalmente una conversación pendiente que nos había quedado.
—¿Viste lo que nos hicieron? —exclamó Milei, con su tonada estridente.
—Ya veo, ¿no será mucho lío? —respondí, intentando disimular la decepción que me inundaba.
Internamente, un plan retorcido se gestaba. La idea de hacerla volar por los aires, ponerla a prueba hasta que abandonara, me tentaba. Podía seguir manejando el asunto por mi cuenta, sin la necesidad de otro par de manos.
Milei, a pesar de su alboroto constante, era de las pocas personas que me entendía. Nuestra relación era sólida, pero en ese momento, no quería oír sus bromas. Quería mi espacio, mi tranquilidad.
— Santi, tranquilizate, va a estar bueno tener alguien nuevo, refrescar ideas, ¿no? —intentó consolarme Milei.
—Veremos, Javier. No te hagás muchas ilusiones, todo sigue bajo control. No necesitamos más caos acá y menos de gente del macrismo —respondí, mostrando una seguridad que, en ese momento, no sentía.
— Lea. Es astuta, estudiosa y le falta el olor a pólvora de la política, justo lo que necesitas.
Él sabía que las chicanas y yo éramos íntimos. Las palabras eran mi arma y Lea sería la próxima víctima.
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La discusión con Lea fue el preludio de mi estratégico movimiento. Después de su salida del despacho, decidí contactar a Guillermo, uno de mis socios más cercanos de la consultora. Tomé mi teléfono y marqué su número.
—Guillermo, como va? necesito que vengas a verme ahora mismo. La situación está caldeada y quiero hablar de algunos movimientos. —Mi tono era serio y directo.
Guillermo, siempre dispuesto a la acción, llegó rápidamente. Se acomodó en el asiento frente a mí, esperando las instrucciones. Con la puerta cerrada, comencé a compartir mi plan.
—Esta mina, Lea, es un problema. No solo porque quiere imponer sus ideas, sino porque representa el pasado, el partido de Macri. No puedo permitir que nos relacionen con ese fracaso.
Guillermo asintió, comprendiendo la magnitud del desafío. —Entiendo, Santiago. ¿Qué pensas hacer al respecto?
—Primero, quiero que mantengas tus oídos bien abiertos en los pasillos. Quiero saber todo lo que se dice, especialmente si hay algún movimiento del PRO tratando de manchar la imagen de Milei y nuestro gobierno.
Guillermo asintió nuevamente. —Si perfecto, Santiago. Pero, ¿y con Lea?
Una sonrisa maliciosa se dibujó en mi rostro. —Con Lea, quiero jugar una carta diferente. La vamos a desestabilizar. Lo primero es hacerla creer que tiene cierto control. Eso la va a desconcertar y va a bajar la guardia. Quiero que mi relación con ella parezca más amistosa de lo que realmente es.
—¿Te la vas a levantar? —preguntó Guillermo con un gesto risueño.
—Algo así. Quiero que crea que tiene cierto control, que tiene mi interés de una manera diferente. Pero, al final del día, va a estar en mis manos. Y ese hijo de puta se va a quedar sin su carta fuerte, o por lo menos la que pensaban jugar.
—Y, ¿cómo pensas desvincularnos de la alianza forzada con el PRO?—Guillermo sonrió, entendiendo la maquinación.
—Esa es la parte más delicada. Necesito que te acerques a algunos contactos dentro de Juntos por el Cambio. Tenemos que saber que quieren. Busca información que podamos usar para extorsionarlos.
—Vamos a buscar cagarlos por adentro—
—Llámalo como quieras. Necesitamos hacer todo bien si queremos desvincularnos sin que nos afecte. El felino es vivo, pero lo conozco bien. En su afán de seguir estando, va a ceder.
La conversación continuó, tejiendo una red de estrategias políticas y personales. Hablamos de cómo utilizaríamos la información en nuestro favor, cómo desmantelaríamos la alianza sin dejar rastro de nuestra intervención. Entre risas y tragos, trazamos el camino hacia el control total.
—Santiago, si logramos esto, consolidamos el poder absoluto.
—Exacto, Guille. La política es un juego sucio, pero si no lo juegas, alguien más lo va hacer. Y yo no estoy dispuesto a perder.
Guillermo asintió, el sabía perfectamente lo que estábamos haciendo y el quilombo que estaba por desatarse.
Con una mirada fija en el horizonte político, sabía que este juego estaba lejos de terminar. Con Lea como peón en mi tablero, comenzaba la estrategia para consolidar mi poder y alejar cualquier sombra del pasado que pudiera amenazar el futuro del gobierno de Milei. La política es un juego de ajedrez, y estaba dispuesto a ganar a pesar de dejar ciertos intereses de lado, entre ellos mi interés por Lea.
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Entrelazados por el Poder - Santiago Caputo
FanfictionEn "Entrelazados por el Poder", Santiago Caputo, asesor político del presidente electo Javier Milei, se ve obligado a colaborar con Lea Cristel, una joven asesora muy preparada con gran futuro. A pesar de los choques iniciales debido al carácter aut...