Capitulo 21

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28 de diciembre, 2023.

Mis pasos resonaban con determinación en el camino, el corazón latiéndome con anticipación por lo que se avecinaba. Santiago ya estaba allí, rodeado de papeles y con el ceño fruncido, sumida su atención en su computadora en un costado de la mesa larga. La sala de comunicaciones en el primer piso de la Casa Rosada estaba sumida en un bullicio insoportable. Gente yendo y viniendo por todos lados con mucha euforia. Nuestra tarea del día consistía en afinar los últimos detalles del discurso presidencial para la asamblea legislativa que pronto se transmitiría en cadena nacional. A pesar de las tensiones recientes, ambos debíamos poner nuestras diferencias a un lado, al menos temporalmente, por el bien mayor.

Comencé a saludar a todos los presentes que estaban muy concentrados en sus tareas, me abrí paso entre ellos, intercambiando palabras de ánimo y sonrisas,
hasta que llegué a el.

Al acercarme quedando a su altura, la familiaridad de su perfume inundó mis sentidos, evocando una mezcla de sensaciones que me tomó por sorpresa. Por un momento, me permití simplemente estar ahí, sumida en la sensación que su presencia siempre parecía provocar en mí. Lo extrañaba tanto y no lo podía ocultar más. Me acerqué hasta quedar a la altura de su mejilla y le di un beso.

—Buenos días.— dije, mi voz más suave de lo habitual.

Nuestros ojos se encontraron, y en ese instante, algo cambió. Las barreras que nos separaban parecían desvanecerse, dejando solo el vínculo indefinible que siempre había existido entre nosotros.

Sin pensarlo mucho, me incliné y dejé otro beso en su mejilla, pero esta vez muy cerca de la comisura de sus labios. Fue un gesto impulsivo, movido más por las emociones del momento que por cualquier decisión consciente.

Santiago se tensó, igual que yo, y por un segundo, el tiempo pareció detenerse. Pero luego, algo en su expresión cambió, y la seriedad dio paso a una sonrisa genuina.

—Empezaste el día con el pie derecho— comentó, su voz teñida de afecto y una chispa de humor.

No pude evitar reírme, aliviada de que el gesto no hubiera cruzado un límite invisible.

—Puede ser, dormí bien anoche.—respondí, encontrando consuelo en nuestra conexión que seguía intacta.

Nuestra risa compartida disipó la tensión, a pesar de todo, esa base de respeto y cariño mutuo seguía ahí.
Volviendo a la tarea que nos había reunido, nos sumergimos de nuevo en el trabajo, pero con una ligereza renovada en el aire. Ese breve intercambio había servido como un puente, cerrando la distancia que se había gestado días atrás. O eso pensaba hasta ese momento.

— ¿Qué estuviste haciendo? —pregunté tomando asiento a su lado mientras sacaba mi computadora para comenzar a trabajar.

—Está es mi idea.—con una sonrisa despreocupada, Santiago giró la pantalla hacia mí, revelando un documento de Word en blanco. Vacío. 0 palabras.

—¿Me estás jodiendo? —dije con el ceño fruncido. Tenía que ser una joda porque no teníamos tiempo para eso.

—Tiempo sobra—dijo embozando una sonrisa.

— No podemos darnos el lujo de perder tiempo, Santiago. Esto es muy importante.—insistí, sintiendo cómo la frustración se apoderaba de mí. Su confianza parecía desproporcionada ante la gravedad del momento.

Santiago se encogió de hombros, la imagen misma de la despreocupación. Siempre relajado, como si supiera que todo iba a salir justo como el quería sin la necesidad de esforzarse.

—Cuando te preocupas demasiado es porque sabes que no sos capaz —dijo volviendo a girar su computadora y dirigiendo toda su atención allí.

— A ver si dejamos un poco las metáforas y nos ponemos a laburar —repliqué, incrédula ante su actitud haciendo que este vuelva su atención a mi y sonriera. Que hombre.

Entrelazados por el Poder - Santiago CaputoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora