Capitulo 23

1.7K 48 17
                                    

1 de enero, 2024.

Estaba muy cansada, necesitaba dormir mil horas más y tan solo tenía 3 horas sueño. Me encontraba sentada en la pequeña mesa de la cocina de Santiago, una taza de café caliente entre mis manos. La intensidad de la noche anterior aún resonaba en cada rincón de mi mente, un torbellino de ideas, planes y lo que significaba el día que teníamos por delante.

Santiago, aún con signos de agotamiento en su rostro, preparaba algo de desayuno. La normalidad de este gesto, en contraste con la magnitud de nuestra tarea, me ofrecía un momento de calma antes de la tormenta que sabíamos se avecinaba.

—¿Crees que estarán de acuerdo?—pregunté, rompiendo el silencio que nos había envuelto. La pregunta había estado rondando en mi cabeza desde que dejamos la Casa Rosada. Nuestra propuesta, aunque llena de buenas intenciones, desafiaría muchas de las normas establecidas y requeriría de una cooperación que parecía casi utópica en el clima político actual.

Santiago se volvió hacia mí, una expresión pensativa en su rostro.

—No, pero eso ya lo sabemos. Vamos a hacer que estén de acuerdo. No tenemos otra opción. Es esto o empezar una guerra.

—¿Y si no sale como esperamos?—cuestioné

—No hay margen de error. Y en el caso que ocurra, también será a nuestro favor.—dijo con confianza, volviendo a tomar asiento a mi lado.

Su determinación era contagiosa. A pesar de las dudas, había algo en la forma en que Santiago enfrentaba estos desafíos que me hacía creer en lo imposible. Quizás era su convicción, o tal vez la forma en que se negaba a ceder ante la adversidad. Lo que fuera, en ese momento, necesitaba creer que podíamos hacerlo.

—No doy más, necesito que pase el día lo más rápido posible y dormir hasta el lunes.—dije apoyándome en su hombro mientras daba un mordisco a mi tostada.

—Vamos a descansar cuando estemos muertos. Ahora hay que trabajar porque cualquier otra cosa es de zurdo de mierda—agregó

Largué una carcajada que me hizo casi vomitar lo que había ingerido. Santiago siempre tenía esos comentarios que hacían que me estallara.

—Que carajo estás diciendo, sos un boludo—contesté como pude mientras seguía riéndome de sus ocurrencias.

—¿De qué te reís boludita? Es la verdad—replicó sonriendo mientras veía cómo de a poco iba tiñéndose mi cara en un rojo fuerte. Me habia agarrado una risa que no lo podía parar y ya me dolía la panza.

—Me haces reír con tus arranques de ira—concluí una vez que había podido volver a respirar correctamente.

—Preparé el desayuno, te hice reír y son recién las 8 de la mañana, ya no se que más tengo que hacer para que aceptes ser mi mujer—dijo medio en chiste pero con mucha sinceridad en sus palabras.

—Vas bien, vas sumando aciertos.—dije mientras acortábamos nuestra distancia para fundirnos en un beso.

Terminamos nuestro desayuno en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos sobre el día que teníamos por delante. Era el momento de llevar nuestra propuesta al siguiente nivel, de enfrentar la oposición y convencer a nuestros aliados y adversarios por igual de la importancia de unirse por el bien común. Además que detrás de todo esto, había un objetivo claro. Dejar atrás cualquier conflicto interno que habían intentado establecer.

Al salir del departamento de Santiago, el aire fresco de la mañana me golpeó con una claridad renovada. Hoy no sería un día cualquiera; sería el día en que comenzaríamos el arduo trabajo de tejer juntos los hilos de un país fracturado.

Entrelazados por el Poder - Santiago CaputoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora