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Florencia.

Y se habían acabado las amadas vacaciones. Tener que volver al liceo a ver a tanta gente hueona, no era algo que me alegraba la existencia, pero no había nada que hacerle. Además era nuestro último año en el liceo, así que agradecida.

—Te podi apurar porfa —habló el Nicolás una vez que entró a mi pieza.

Me encontraba en mi pieza arreglándome.

—Estoy por terminar —dije mientras me miraba en el espejo.

Sentí su presencia aún ahí, así que puse mi vista en el.

—¿Que? —lo mire mal.

Rodeó los ojos.

—Es que no se que tanto te arreglai si quedai igual de fea, como siempre —mencionó algo serio.

Ni siquiera lo dejé volver a decir algo, porque lo primero que hice fue tirarle la almohada en la cara. Lo escuché reírse, pero solo lo ignoré, tome mis cosas y salí de la pieza.

—Era broma —escuché que dijo mientras se reía, pero ni siquiera la tome atención.

Una vez que llegue abajo me encontré con mi mamá tomando desayuno.

—¿Ya están peleando? —preguntó algo cansada.

Solo levante los hombros algo indiferente mientras me tomaba el chamito que había en la mesa. En eso nuestra atención se puso en el estupido de mi hermano quien abría la puerta. Rodee los ojos tan solo imaginarme que me diría "apúrate"

Pero no, esta vez los rodee por la persona que entraba por la puerta.

Me pregunto si esta hueon tendrá casa.

A mi mamá se le iluminó la cara apenas lo vio, haciendo que la mirara raro. O sea quien se alegra por ver a este ser humano y sobre todo a estas horas.

—Hola Vicentito —saludó con una gran sonrisa mi mamá.

Ahora si la estaba mirando aún más raro que antes. ¿No tendrá fiebre esta señora? Ignore la escena y fui a la cocina, un lugar de paz.

Estuve ahí unos minutos, mientras me hacía un pancito para llevarme al liceo. Pero la paz que había conseguido hace apenas unos minutos atrás se acabó.

—Buenos días a la mujer más amorosa del mundo —mencionó irónicamente mientras habría sus brazos.

Lo mire un momento, dándole un mala mirada.

—Córrete —mencione.

—Uhhh, que pena. Esa no es la contraseña —dijo mientras apoyaba un brazo en el marco de la puerta. Impidiendo que saliera.

Solté un suspiro y me cruce de brazos.

—Enserio Vicente. No ando para tus juegos a estas hora —trate de sonar calmada. Pero calma era lo último que sentía en estos momentos.

—No estoy jugando —mencionó mientras trataba de ponerse serio. Aunque no le salía.

Frustrada me pase una mano en la cara y lo volví a mirar.

—¿No teni casa acaso?

—Si, si tengo... esta —sonrió.

Rodee los ojos.

—Vicente camina. Porque después andan alegando que llegamos tarde por mi culpa y tu eri el que está parado como hueon ahí —solté ya cansada.

Vi como por fin me dejaba un espacio para salir.

Me gusta un ahueonao Donde viven las historias. Descúbrelo ahora